jueves, 27 de octubre de 2011

Sueños


Sabeis que lo mío no es la poesía. Pero quiero compartir con vosotros este poema que presentè el pasado año al certamen de poesía Pastor Aicart. No gané, evidentemente, pero espero que os guste.





Sobreviviréis

a vuestros sueños más minúsculos,

aquellos que os embargaban

mientras la sombra

de vuestros pies pequeños

se confundía con las hojas de la vid,

se confiaba a la tierra húmeda donde crece el olivo,

al sendero incierto,

a la tarde vacía.

Caminaréis

sobre las letras de las cartas guardadas

alimentadas de polvo y nostalgia.

Y los labios agrietados

besarán las fotos donde ya nadie se reconoce

porque el tiempo,

violentamente,

ha borrado los gestos

y las sonrisas.

Recordaréis

a través de una dulce niebla de recuerdos,

los sueños a los que disteis caza mansamente

o a mano armada,

y aún así,

mirareis con anhelo

aquellos que quedaron en la cuneta,

agazapados en la oscuridad del puño cerrado.

Por miedo,

por medio de palabras

que, posiblemente, nunca fueron imaginadas.

Olvidaréis,

a pesar de todo,

la pasión que sentisteis por la vida,

y el odiado silencio que tapa la boca

se tragará la voz adolescente

que alguna vez

hubiera vomitado la garganta más oscura.

Porque vuestra alma

ya no esperará la victoria

sin temor a perderse.



Escucharéis

sin querer oír,

la música que sonaba en la tarde de domingo,

la risa o el llanto de cualquier amanecer,

el grito desgarrado del vencejo,

el frío del sudor sobre vuestra frente,

el beso callado,

la caricia reprimida.

la sombra del viento

entre los olmos enfermos.

Responderéis

con un temblor en la mirada,

que no era cierto,

que nada se ha quedado a la sombra del olvido,

que las cartas, todas, estaban sobre la mesa.

Pero en la soledad del tiempo perdido

todos sabrán que faltan huellas

sobre la luz

de una larga tarde de otoño.

Descubriréis, al fin,

que el pasado no pasa,

que se queda atrapado en la memoria

entre algodones y espinas,

acurrucado como una larva

dispuesta a despertar

en un eterno laberinto de impulsos.

Y el sueño volverá suavemente

como un soplo de aire nuevo,

como una tormenta de verano,

inesperada, feroz,

arreciando con la fuerza de la resurrección.

Soñad.

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