viernes, 21 de noviembre de 2014

Días perros




En ocasiones, un viento del norte frío y áspero sobrevuela mi alma destartalada. Un hijo del averno, un leviatán perdido, devorador de sueños en el ocaso,  parece haber traspasado las paredes de la casa hasta minar los cimientos de mi vida. Por mucho que seas una experta en mentirte, sabes que todo se precipita hacia el abismo en un amasijo de esperanzas desahuciadas . El puto mes de noviembre empezó mal y no ha levantado cabeza. Desmoralizada, agobiada por la incomunicación y el silencio, publicas en face tu desesperación, implorando que alguien vaya mas allá de teclear con desgana la tecla de me gusta.  Esperas un rato y luego tienes que digerir a duras penas, mientras la bilis atraviesa tu esófago, toda clase de mensajes escritos en positivo. Porque si, eso es lo que se lleva ahora, pensar en positivo, negar la evidencia, mirar hacia otro lado, sonreír como bobos como si la vida fuera un eterno anuncio de coca cola.
Pero resulta que la chispa de la vida te ha prendido fuego  y te esta quemando viva mientras el tiempo, la suerte o no sé qué ente maligno, se ensañan en tu vida hasta arrancarte de cuajo lo que, sin saberlo, mas amabas: la rutina, la cotidianidad, la dulce melodía de un día normal.
No os preocupéis demasiado.  Si escribo con este pálpito de tragedia griega, es porque se me ha roto el coche, la pierna - el peroné-, dos sillas, la nevera, la tapa del water, dos vasos y un jarrón. ¿Parece extraño, no?  A veces la realidad supera la más perversa ficción. Abrazos desesperadamente virtuales.