miércoles, 14 de febrero de 2024

Libros y la feria del chocolate


Cuando se escucharon las llaves en la puerta de la casa, mis gatos salieron corriendo hacia ella.

 La que llegaba era mi hija, que venía con una carta en la mano 

— ¿Otro recibo? —pregunté. 

—No, mamá. Parece ser una invitación para ir a otra feria 

—¿Otra feria? Dios me libre. Después de la feria del gurumelo, con todo el lío del calabozo, la mesalina, el tropezón, los toros y el narcotraficante, estoy un poco ya saturada . Creo que necesito un respiro. 

—Pues esta te va a encantar, mamá 

—A ver, dime ¿de qué va? 

—De chocolate

—¿Qué me estás diciendo? ¿En serio que hay toda una feria dedicada al chocolate? ¿Dónde se les ha ocurrido tamaña tentación ?

—En Torrent . 

—Bueno, y encima está cerca.  No estaría mal acudir a esa feria  del chocolate. Igual no vendo ni un libro, pero vuelvo con un empacho de acudir a urgencias. Llevo ocho meses sin probar el chocolate por culpa de la maldita vesícula. Voy a vengarme.

—Pero mamá ¿Tú sabes algo de la historia del chocolate, de las clases que hay, de sus orígenes, de sus tradiciones? Tendrías que investigar un poco 

—¿Y que tengo que saber del chocolate?  que se hace con el cacao, que  lo trajeron de América,  que está muy bueno, que levanta el ánimo, que sube el azúcar, que te pone como una ballena. ¿Qué  más debo saber  del chocolate? 

--Pues que hay muchas variedades, qué porcentaje de cacao llevan, si es mejor el blanco o el negro  Deberías…

—Debería ir. No me cuentes historias chocolateras. Sabes que lo único que pretendo  es vender mi libro.  Si tengo que decir alguna tontería con respecto al chocolate, la diré. Ya conoces mi capacidad de improvisación. 

—La conozco. 

—Por eso mismo no hay ningún problema. Cojo el metro en la estación de Turia y así no me lío con los transbordos. Me llevo seis o siete libros, me planto en la feria, me inflo a chocolate, y si vendo algún libro bien y si no, no pasa nada.

  Y llegó el día, un día de febrero más bien caluroso y ventoso. Este año el invierno se ha rendido y nos ha dejado en manos de los anticiclones.  Aún así, me puse mi chaquetita de lana,  mis mocasines de medio tacón y me fui a la feria cargada con mis libros y con mis ya cansadas ilusiones. Nada más llegar, comprobé que el ambiente era estupendo. Había muchos stands, diferentes y reconocidas marcas, algunas de chocolate artesanal, y un reguero de gente ávida de probarlo  todo.

    Después de curiosear un poco, me detuve en el primer stand, donde una amable señorita me ofreció probar una tableta de  chocolate a las finas hierbas con arándanos o  fresas o  algunos frutos rojos de origen desconocido.  Un regalo para el paladar. Compré una tableta y seguí paseando. Estaba ya llegando al segundo stand, cuando se me acercó una persona por detrás y me tocó en el hombro . 

—¿Le gusta el chocolate?—me preguntó .

    Me volví en redondo. Aquel hombre tenía una voz un poco cantarina. No podía creerlo.  Me encontré cara a cara con Napoleón, sí estáis leyendo bien, con Napoleón Bonaparte. 

me pegué un susto de muerte

—Usted se parece a…

—Napoleón, emperador de Francia. ¿Y se preguntará qué hago aquí? 

No sólo me estaba preguntando eso. 

—Pues ya que lo dice…

 —El chocolate es una delicia exquisita, señora. y no pueden hacer una feria dedicada al chocolate  sin invitarme a mí. 

—¿Por alguna razón en especial?— me atreví a preguntar.

Su rostro se endureció. 

  —¿Es que acaso usted no lee libros de historia ?

—Alguno ha caído en mis manos, pero no cuentan precisamente esas intimidades. Más bien se refieren a las batallas, a los muertos, invasiones, ya sabe, el dos de mayo y todas esas cosas desagradables que traen las guerras. Además, yo pensaba que lo que más le gustaba  a su... —dude—  excelencia,  era beber…

—Ese era mi hermano José, siempre dándole al trinqui. ¿Y de mi adicción al chocolate no dicen nada los libros de historia? 

—Nada.  Es la primera vez que lo oigo.

 —Pues ya ve, señora, yo preparaba la estrategia  de mis batallas encerrado en mi gabinete y tomándome un buen chocolate  caliente. 

Alucinada estaba.

—Vaya lo que una aprende en las ferias 

—Y no se crea que soy el único personaje famoso al que le gusta el chocolate. 

—A mí también me gusta —afirmé con arrogancia.

—Pero usted no es famosa 

Recordé mi atolondrado paso por tantas ferias..

—Voy camino de serlo.  tiempo al tiempo. .

—Pues mire por ahí viene otra persona a la que también le encantaba el chocolate, la misma María Antonieta, reina de Francia,

Me giré. Era cierto. Se acercaba una bella dama con el cuello un poco torcido.

     —A ver, señor o emperador Napoleón, que yo sepa a esa señora le cortaron la cabeza.   Espero que no fuera por comer chocolate. 

   —Sin duda no fue esa la causa, pero hasta tal punto le gustaba esta ambrosía que realmente podría haber una marca hoy en día que se llamara chocolates María Antonieta, perderás la cabeza cuando lo pruebes 

“Qué bruto”—pensé—, pero yo no me iba a quedar atrás.  

—Se me ocurre otro, chocolates que te cortaran la respiración. 

—Ese lema es tan sádico como el mío, señora. Debo dejarla. Me han ofrecido probar chocolate con gurumelos. ¿Quiere acompañarme? 

    Negué con la cabeza mientras hacía una torpe reverencia. No quería saber nada de los gurumelos. Ante mi negativa, Napoleón se fue a probar chocolate con hongos y yo me quedé esperando a María Antonieta.

    La reina llegó caminando como un pavo real, altiva, enfundada en un hermoso vestido de seda y encaje. 

   —Majestad María Antonieta —le dije—, un placer encontrarla en esta feria 

—El placer es mío contestó con voz susurrante—.  ¿Ya le han contado que soy una gran amante del chocolate? 

—Pues tiene buen gusto, todo hay que decirlo. Yo también, pero yo no soy en ningún caso una reina degollada 

—No me traiga ingratos recuerdos, amiga mía. La vida no me trató bien.  Mejor hablemos de chocolate, una de mis pasiones.. 

Yo sabía que tenía otras pasiones más nórdicas. ¿Quizás un atractivo conde sueco? 

—Voy a seguir probando chocolates. Si desea acompañarme…

Volví a negar con la cabeza, y mientras ella se alejaba  contoneándose entre la gente que parecía no verla, yo empezaba a pensar si aquello era la feria del chocolate, una fiesta de disfraces o un pabellón del hospital psiquiátrico. no lo tenía yo nada claro cuando vi que se acercaba un hombre muy elegante, de buena planta, con mirada interrogante.   Supuse que la palidez de mi rostro, después de haberme encontrado con dos personajes tan importantes de la historia, debía ser dramática.

—¿Se encuentra bien señora? la veo extremadamente pálida.

—No se apure —le dije—, lo cierto es que después de hablar un rato con Napoleón Bonaparte y María Antonieta,  me siento un poco rara, confusa diría yo 

el hombre me miró un poco alarmado 

—¿Quiere que llamemos a alguien de su familia? 

—No, por Dios, a qué santo.  Yo he venido aquí a vender mi libro y por ahora no me he estrenado.  Los señores históricos que me han salido al paso no han tenido a bien comprarlo. 

Lo cierto es que, con tanta sorpresa, ni se lo había ofrecido.  

—De todas formas —me dijo el hombre—, si usted se encuentra indispuesta o si tiene algún problema, no dude en llamarme. He sido siempre un caballero y lo seguiré siendo a lo largo de la historia 

—Muchísimas gracias —le susurré con una sonrisa de oreja a oreja—. Es usted realmente  muy amable. Si sigo viendo esta serie de fantas… personas extrañas,  no dudaré en llamarle. ¿Por quién debo preguntar?

     El hombre se volvió muy despacio. Tenía los ojos almendrados y unos  labios muy finos Me miró.  

—Pregunte usted por Óscar Wilde. Siempre a su servicio 

    Fue en ese momento cuando pensé que alguno de los chocolates que había probado me estaba sentando mal.  Quién sabe si junto a los arándanos le habían mezclado alguna hierbecilla extraña de esas que hacen ver cosas que no existen.  Así que, antes de caer redonda y montar de nuevo un espectáculo, salí por la puerta con todos mis libros. En el vestíbulo me topé con una especie de guardia de seguridad, bastante extraño. Llevaba el pelo y la barba muy largos y vestía una especie de armadura con un casco que cubría su cabeza. 

—¿Ya se va, señora? 

—Si, —repuse—. Algo debe haberme sentado mal y tengo… ligeras alucinaciones. 

—No se preocupe y discúlpeme.

—¿A usted?, ¿por qué? 

           —Porque yo traje el cacao de América y ya ve usted la que armé. 

Estaba a punto de desmayarme. 

—¿Con quien tengo el placer de hablar?

—Con Hernán Cortés, a su servicio. ¿Quiere que mis hombres la custodien hasta su casa? 

—No hará falta. Muchas gracias. 

Cogí el metro al vuelo. En el vagón viajaban un grupo de adolescentes que no paraba de chillar, un hombre que vendía pañuelos de papel, un niño enrabietado que rodaba por el suelo, y cuatro o cinco miembros de una banda que irían a partirse la cara con otra banda en algún barrio periférico. 

Qué alivio. Gente normal. 


37 comentarios:

  1. No sabes como me he reído, Amaparo, bueno, reído y preocupado, especialmente por conocer el final y he visto que conseguiste salir viva de un evento tan raro como divertido. El relato, delicioso.
    Feliz miércoles

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    1. Gracias Enrique. Tal y como va el mundo, necesitamos risas. Muchas gracias por visitar mi blog. La semana que viene, otra feria. Feliz semana.

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  2. Amparo, ¿no te habrías tomado tú algo de lo de la mochila?
    De todos modos, me parece que a partir de ahora, en lugar de tocar 'Paquito el chocolatero', se va a cantar 'Amparito la chocolatera'.
    ¡ Cuánta imaginación !
    Elías

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    1. Ja, ja. Gracias Elías. Hay personajes inmortales, lo raro es encontrárselos en una feria. Gracias por leerme y gracias por tu comentario.

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  3. Cuánto nos has enseñado, a partir de tu relato en esta fería del chocolate, sobre el afecto por el chocate, en figuras de gran vuelo históricos, como Napoelón, Maria Antonieta y Óscar Wilde. UN post, al cual no le falta tu proverbial humor. Un abrazo. Carlos

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    1. Hola Carlos. Interesantes personajes históricos quemaron, entre otras cosas, al chocolate. Hay que endulzar el mundo, que está un poco amargo últimamente. Gracias por tu visita a mi blog.

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    2. Hola Carlos. Interesantes personajes históricos quemaron, entre otras cosas, al chocolate. Hay que endulzar el mundo, que está un poco amargo últimamente. Gracias por tu visita a mi blog.

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  4. Me encantó. Hace rato no te leía y me disculpo por eso. (Necesito días de 30 horas)
    Eres muy buena narrando.
    Te mando un gran abrazo.

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    1. Hola Carlos. Totalmente disculpado quedas. Ojalá tuviéramos más tiempo, pero se nos comen las obligaciones. Gracias por tu comentario.

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  5. No hay nada como la gente normal, la pena es que no compren libros.

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    1. Hola Alfred. La lectura debe iniciarse en la infancia. Mis hijos comenzaron a leer siendo muy pequeños y no han dejado de leer. También escriben. Me hacen la competencia, ja ja. Muchas gracias por tu comentario.

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  6. Te aplaudo de todas formas. Que bien te ha salido, por dios y la vida, lo has ido enlazando de manera sublime. Y bueno, a la vez de vender tu libro, hemos aprendido lo que gusta el chocolate a los personajes de antes y de ahora ajja.
    Un fuerte abrazo.

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    1. Hola Campirela. Tus palabras me emocionan. Muchas gracias por leerme y comentar. Nos seguimos leyendo.

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  7. Gente normal, la que nos molesta siempre y nos sobrepone después de andanzas entre personajes variopintos y sus cuitas. Las andanzas de feria en feria para vender los libros dan materia para escribir otro. Un abrazo

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    1. Hola Ester. Qué intuitiva eres. Mi hija me dio la misma idea. Recopilar todos los relatos de las ferias y hacer un pequeño libro. Mi hijo ya está haciéndome la portada, ja ja. Pequeñas ilusiones que nos dan la vida. Muchas gracias por comentar.

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  8. Debieron flipar Napoleón, Maria Antonieta, Oscar Wilde y Hernán Cortés por haber tenido la inmensa suerte de poder hablar con la gran Amparo Puig.

    Besos.

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    1. Ja ja. No te pases. Aunque ahora que lo dices... Muchísimas gracias por tu comentario. Un honor que me leas.

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  9. Bonito relato que me recuerda, que yo era un gran amante del chocolate en todas sus formas, en galleta, untado, pastilla fundente, licuado, evaporado, en copos y virutas, como me lo dieran. Y está rico. Debe de ser azucarado, amargo no es lo mismo, aunque beneficie a la salud por los radicales libres que contiene
    La cosa, si pesas menos de 70 kilogramos come chocolate, y lo disfrutarás.
    En cambio, si pesas más de 70, será el chocolate que te comerá a ti.
    En forma fina de hablar, si también no cumples con los requisitos y solo lo catas esporádicamente no pasa nada. No hay engorde exponencial.
    También es bueno a cualquier edad siempre que se sea su consumo en persona activa hacedora de deporte.
    Todo esto me ha sido recordado en este relato bello del chocolate. Un abrazo.

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    1. Gracias. Sabes más que yo de chocolate que yo. A mí me gusta el chocolate negro, sin leche, amargo. Qué lo disfrutes!

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    2. Gracias. Sabes más que yo de chocolate que yo. A mí me gusta el chocolate negro, sin leche, amargo. Qué lo disfrutes!

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  10. jajja gente normal por fin. Yo creo que te dieron del otro chocolate :D
    Besitos Amparo!

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    1. Hola Lopillas. Igual si. La verdad es que, afortunadamente, no conozco los efectos de ese otro chocolate. Soy muy vintage. Gracias por tu comentario.

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    2. Hola Lopillas. Igual si. La verdad es que, afortunadamente, no conozco los efectos de ese otro chocolate. Soy muy vintage. Gracias por tu comentario.

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  11. Gracias por el humor con el que nace esta mañana de domingo, por tu brillante y jocosa entrada.
    He disfrutado con tu prosa, (y pensando que se repita), me quedo. En esta triste feria, es necesario pasar por el puesto de sonrisas.
    Saludos.

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    1. Sin duda. Cuanta falta nos hace sonreír, aunque no es fácil tal como va el mundo. El miércoles, otra feria. Gracias por tu visita a mi jardín de Jazmines abandonados.

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    1. Muchas gracias Flaris. Hay que reírse de vez en cuando. Gracias por tu visita a mi blog.

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  13. Siempre se agradece una sonrisa a cualquier hora del día, tu prosa es de lo más entretenida y está muy bien llevado el tema. Felicitaciones y mi agradecimiento.
    Ha sido un placer visitarte en el día de hoy y poder leer esta entrada.
    Cariños.
    Kasioles

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    1. Hola Kasioles. No hay nada mejor que arrancar sonrisas. Nos hacen falta. La agradecida soy yo. Gracias por leerme.

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  14. Ay madre, qué mal rato! Una va toda ilusionada a una feria de chocolate y con el primero empieza a ver alucinaciones. Normal que te fueras jajaa. Como siempre, me lo he pasado genial leyendo tu experiencia! Un besote!

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    1. Hola Raquel. Ja ja. Dios sabe que puede pasar en estas ferias. Me encanta que te guste. Muchas gracias por tu visita a mi blog.

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  15. Creí haberte comentado. Es una historia casi alucinógena, encantadora, de ritmo acelerado y magnífica.

    Por el chocolate, el de mojar churros :-). Un abrazo

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  16. Ja ja. Yo, el otro chocolate no lo he probado nunca. Muchas gracias. Me encanta que te haya encantado. Nos leemos.

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  17. Ja ja. Yo, el otro chocolate no lo he probado nunca. Muchas gracias. Me encanta que te haya encantado. Nos leemos.

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  18. Empieza a darme penita la protagonista, en este capítulo debía haberse puesto hasta la coronilla a chocolate, y nada, no le dejas disfrutar a la pobre.
    El escrito genial, como todos. Gracias.

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