viernes, 21 de febrero de 2014

Una casa en la playa


Situada a escasos metros del mar, la casa está abandonada, varada en la arena como un barco derrotado por el oleaje. Paseando por la playa en un atardecer cálido y oscuro que presagia tormenta, me he topado con ella. Y me llama la atención esa lozana mata de Don Pedros de flor blanca que crece en una grieta de la escalera, sobreviviendo a duras penas, engalanando un espacio por el que ya nadie pasa y que, sin duda, conoció tiempos más felices.
Los lectores que siguen mis relatos y comentarios, deben haberse dado cuenta ya de mi enfermiza obsesión por las cosas abandonadas, por todo aquello que resiste el paso del tiempo sin el soporte del amor, dejado de la mirada de Dios, desafiando el olvido y el desprecio, no queriendo admitir que ya no son nada para nadie, sólo un estorbo en el camino, que languidece y se deteriora con los golpes del tiempo. 
Herida de muerte, el silencio y los insectos deben llenar las estancias vacías de la casa, Acunada por el rumor incesante del mar, espera el estoque definitivo, el tiro de gracia. Pero a última hora, la suerte le ha sonreído levemente. El cambio de la Ley de Costas le ha dado un soplo de aire a su inútil  afán de supervivencia, y lo que en un principio era sólo una promesa de cinco años de vida, hoy, afortunadamente, se han convertido en cincuenta. 
Pero hasta que la sentencia se cumpla - que yo ya no veré por razones obvias-, esas pequeñas flores seguirán alegrando el camino del caminante, haciéndonos ver que se puede crecer en la más absoluta adversidad, sobre el más trágico abandono.
Porque en esta tarde de febrero cálida y oscura, pienso que la esperanza puede brotar en cualquier instante, en cualquier lugar, entre los escalones de un porche abandonado, o entre los días amargos y desencantados de una crisis despiadada que, digan lo que digan, no nos merecemos. 

9 comentarios:

  1. La esperanza brota por las esquinas aflora por los resquicios, tenemos derecho a tenerla y deber de valorarla. Y no sabia que esa planta tenia un nombre tan inusual. Un abrazo saltarín

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    1. La duda me surge cuando pienso que la esperanza también nos destruye, sobre todo cuando no alcanzamos lo que esperamos. El Don Pedro es una planta muy habitual en el Mediterráneo y puede ser blanca o de otros colores. Es dura y resistente, por eso me pareció todo un símbolo. Un abrazo Ester.

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    2. La respuesta es mía aunque te haya salido el nombre de mi hija.

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  2. Te invito a que me acompañes en una sincera oración solidaria por los oprimidos y valientes pueblos de Venezuela y Ucrania.

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    1. Te acompaño Ricardo. Hace unos días ví en la televisión terribles imágenes de uno y otro país. En Ucrania disparaban a los que intentaban rescatar a los heridos y en Venezuela lanzaban agua a presión a un hombre atado a un árbol. Cuánta crueldad y cuánto dolor.

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  3. Lo peor de la soledad no es estar solo. Es no aceptar estarlo.
    Es un relato triste, "tan triste que tiene alma", pero gracias a estar sola pudiste disfrutar de esos Don Pedros (por cierto no sé lo que son). Si hubieras estado "pastoreando nietos" no los hubieras visto.
    Leerte pone los pelos de punta.
    Un abrazo.

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    1. Todavía no estoy pastoreando nietos así que aún puedo ver pesos detalles que me hacen reflexionar. Sabes que soy una apasionada por todo lo que sufre abandono, porque todo lo abandonado fue alguna vez amado y ahí radica la tragedia de esas casas, de esos animales, de esas plantas.Gracias por tu comentario.

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  4. Lo peor de la soledad no es estar solo. Es no aceptar estarlo.
    Es un relato triste, "tan triste que tiene alma", pero gracias a estar sola pudiste disfrutar de esos Don Pedros (por cierto no sé lo que son). Si hubieras estado "pastoreando nietos" no los hubieras visto.
    Leerte pone los pelos de punta.
    Un abrazo.

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  5. Como bien dices lo peor de la soledad no es estar solo, la soledad también puede ser elegida, pero lo peor de todo es sentirse solo cuando vives con alguien...

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