lunes, 3 de febrero de 2014

.Un gato junto a la palmera.



Nubes azules cubren el cielo. Sopla el viento del oeste pero no hace frío. Por la ventana del hotel entra el aire del mar, húmedo, salado. Mientras ella se muerde las uñas inquieta, él descansa sobre la cama leyendo el periódico. 

-Tengo una idea nueva ¿tienes un minuto? - pregunta ella moviendo la cabeza con languidez- 
El sigue con el rostro oculto tras el periódico. 
- Dime.
- Se me ha ocurrido una idea para un nuevo relato ¿me escuchas?
El sigue leyendo. Hace tiempo que no cree en la calidad de sus relatos.
- Claro que te escucho -afirma con un tono de cansancio-. Dime. 
Ella deja con un ligero golpe el bolígrafo sobre la mesa, se pone de pie y da dos pequeños estirones a su bata de seda floreada. 
- Se trata de una mujer que está arreglándose frente al espejo y cuando... ¿me escuchas?
- Sí. 
- ¿Qué te he dicho?
El hombre asoma la cabeza por detrás el periódico en un intento de demostrar que realmente se está enterando de algo. 
- Me has dicho algo sobre una mujer que está en el cuarto de baño...
- ¡No! - exclama ella haciendo un ademán de indignación con las manos. ¿Ves como no me escuchas? Pareces el hombre del cuento del gato. 
Por fin el hombre deja caer el periódico sobre sus piernas. 
- ¿Qué hombre, qué cuento y qué gato?
Ella hace un gesto de desesperada impaciencia. 
- El cuento de Hemingway. 
- ¿El viejo y el mar?
la mujer abre sus enormes ojos azules como platos. 
- Eso no es un cuento, es una novela, y que yo recuerde no sale ningún gato sino un pez, un pez muy grande. 
El hombre cambia de posición. Da signos de hastío.
- ¿Y por qué me parezco a ese hombre?
Porque el hombre de ese cuento está leyendo en la cama, como tu, sin hacerle demasiado caso a su mujer, como tu, y es entonces cuando ella se asoma a la ventana y ve a un pequeño gato que se refugia de la lluvia bajo un banco del parque.
- ¿Y qué?
- Que la mujer del cuento del gato quiere que su marido baje a la calle a recoger al minino. 
- ¿Y qué dice él?
- El dice que no, que está lloviendo y que no está dispuesto a salir del hotel. 
- Normal. Yo hubiera hecho lo mismo. 
- Me lo imaginaba. 
- Qué quieres decir? 
 Ella se vuelve hacia él con la mirada triste. El piensa una vez más que se parece a Marlene Dietrich en sus buenos tiempos. 
- ¿Qué queda del amor- interroga ella- cuando un hombre se niega a salir a buscar a un gatito bajo la lluvia cuando su esposa se lo pide? 
- Queda la cordura. Y además no llueve. 
Ella se vuelve hacia la ventana y descorre las cortinas de un tirón. 
- Está empezando a llover -murmura-
- Mira qué casualidad -dice él con sarcasmo-, como en tu maldito cuento.
Ella no le mira. 
- ¿Sabes que Hemingway tenía cincuenta gatos?
- ¿Lo ves?- afirma él mientras ríe abiertamente-, seguro que encontró un gatito bajo la lluvia, pilló una neumonía severa y perdió la cabeza. 
- Tu nunca perderás la cabeza ¿verdad?
 - Si sigo con esta conversación, acabaré perdiéndola. Tenemos que bajar a cenar. Voy a vestirme. 
Ella sale a la terraza. 
- No te lo vas a creer - dice- 
- Hay un gatito bajo un banco - afirma él con extrema ironía- 
- No. Está junto a la palmera. Tiembla de frío.
El hombre salta de la cama, se le acerca por detrás y la coge por los hombros. 
- Los gatos son listos, cariño. Se las arreglará. Vístete para cenar. 
- Súbelo - le ruega ella-. Sólo esta noche. Si mañana sale el sol, lo dejamos ir. 
- Eso es aún peor que dejarlo en la calle. Vístete de una vez por favor. Te espero en el comedor. 
La mujer permanece en la terraza mientras la lluvia empapa su larga melena rubia. El gato maúlla desesperado junto a la palmera. Dos pequeños  charcos le cercan. Tiembla. 
La mujer cierra la puerta que da a la terraza, corre las cortinas, se quita la bata de seda estampada y se pone un vestido gris de manga larga. Cuando sale de la habitación, las gotas de lluvia y las lágrimas, entremezcladas, surcan sus mejillas. 

El la esperó en el comedor del hotel durante casi una hora. Cuando subió a la habitación a por ella, no la encontró. Cuando se asomó a la terraza, el gato no estaba junto a la palmera.
Aún llovía. 

9 comentarios:

  1. Un relato magnifico, te pone de parte de uno de los dos, te crees , te imaginas las respuestas, entras dentro de el y te pertenece y por eso me atrevo a decir que ella tomo la decisión acertada. el gato vale mas. Un abrazo

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    1. Gracias Ester. Yo también pìenso que ese gato desvalido valía más que ese hombre desenamorado. Gracias por tu comentario.

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  2. Yo creo que, si queremos saber dónde está el gato, lo mejor es que se lo preguntemos a tu gata. Seguro que ella lo sabe todo.

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  3. Yo creo que, si queremos saber dónde está el gato, lo mejor es que se lo preguntemos a tu gata. Seguro que ella lo sabe todo.

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    1. Seguro. Por cierto, estoy preocupada porque hace tiempo que no escribe. Creo que está tan liada como yo.

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  4. Yo también me hubiera escapado con el gato, si tuviera a mi lado a alguien tan indiferente e insensible.

    Abrazos.

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    1. Desde luego, Rafael, nunca sabemos dónde podemos encontrar el cariño más espontáneo. Gracias por tu comentario. Me encantó el poema que le escribiste a tu madre.

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  5. Excelente narrativa.

    Sabes? Tengo un gato que es mi gran compañero y mi socio. Su nombre es Bruno.

    Abrazos.

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    1. Ricardo, los gatos son siempre buenos compañeros aunque algunas personas digan lo contrario. Yo tengo dos, un gato, que se llama Tito, y una gata a la que llamamos La Pequeña. Esta última la encontramos en una calle del pueblo al que vamos de vacaciones. Estaba medio muerta, alguien la había aplastado contra el suelo. Ahora está preciosa y es muy dulce. Recuerdos a Bruno.

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