miércoles, 4 de septiembre de 2013

Cacao con leche



El niño corre del cuarto a la cocina, de la cocina al cuarto. Por la ventana entra un sol incierto, una luz blanca que deslumbra los ojos recién amanecidos. 

-¡Mamá! - grita el crío-, no queda colacao. 
- ¿Has mirado bien?
- Sí, no queda.
Nora no tiene tiempo para nada. La entrevista de trabajo es a las diez. No puede llegar tarde. Quizás sea su última oportunidad, si es que existe esa oportunidad.
- Creo que en el armario de la cocina hay un bote de cacao. Háztelo tú - dice desde el cuarto de baño- 
La mujer lo escucha cacharrear por la cocina. Sabe que ésta es un lugar más peligroso que una central nuclear, pero no tiene tiempo. 
Debe ser puntual y tiene que estar presentable para la maldita entrevista. Las primeras impresiones son las que cuentan. 
Desliza sobre sus piernas las medias de espuma, que parecen más leotardos que medias, y suelta una maldición.  Deja caer  el vestido, estampado en blanco y negro y levemente escotado, por su cuerpo. Elige los tacones, ni muy altos ni muy bajos. Si son altos, parecerá una puta; si bajos, una monja seglar. Embadurna su cara con crema de rosa mosqueta, esparce el maquillaje sobre su rostro, pinta sus pestañas. Pero se detiene a observarse en el espejo. ¿Cómo poder ocultar esas bolsas bajo los ojos que semejan dunas encharcadas por un mar tendencioso? Tiene los ojos bonitos, marrones, con pequeñas fisuras verdes. Pero su mirada está cansada de ver cosas que no quiere ver. 
-¡ Mamá! -grita el niño desde la cocina-,  hay un grumo que no se deshace. 
- Pues dale más vueltas. 
El niño sigue alzado sobre un taburete, descalzo, removiendo el cacao con leche con verdadero entusiasmo.
Nora recoge su melena en un moño mustio, impersonal, y cuelga de sus orejas dos pendientes anodinos, ni muy grandes ni muy pequeños. Si son grandes, parecerán de hippie; sin son pequeños, de abuela marchita. Siempre es difícil encontrar el maldito término medio. Escoge un color para los labios, discreto, pero no tanto como para parecer un muerto maquillado. 
La voz aguda llega de nuevo desde la cocina. 
- ¡No se deshace el grumo! 
- Pues tómatelo con grumo.
No puede más. ¿Dónde está la calma ansiada. el relajo, el tiempo de leer junto a la terraza donde desfallecen los geranios? Piensa que el niño va a acabar tirándose el cacao por encima y acude raudo a la cocina. 
- A ver - dice armándose de paciencia-, ¿qué pasa?
Observa el chocolate y el grumo. El grumo, de un color rojizo, tiene patas y alas. 
- ¡Dios mío!- exclama- no es grumo, es una repugnante cucaracha. 
El niño suplica con la mirada. 
- ¿Y no me lo puedo tomar? 
-¡A qué santo! - exclama Nora mientras vierte el brebaje en el fregadero con un gesto de profundo asco- 
- ¿Y qué desayuno?
- Cuando venga, cariño. Ve a ver la tele un rato.  
Un portazo baja el telón. Por la ventana del deslunado entra un sol incierto, una luz blanca que deslumbra los ojos recién amanecidos. 

12 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho. Me ha hecho retroceder 30 años.
    Cuando mis hijos eran pequeños, recuerdo un día en un jardín para niños, con otros padres y uno dijo:
    - Siento pánico cuando veo a mi hijo con una cucaracha en la mano.
    Y le contestó otro:
    - Yo siento pavor cuando le veo con MEDIA cucaracha en la mano.

    Gracias por los buenos ratos de lectura.

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    1. Ja, ja. tenía razón el segundo padre. Es un relato un poco asqueroso, pero bueno, para que veas que no me gustan tanto los bichejos.

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  2. Oh, no, una cuca!!! Una pesadilla la infantil escena del grumo animado Aaaaahhhh!!!
    Pero que bien lo has relatado, y a pesar del tema lo he disfrutado.

    Besos.

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    1. Gracias Mar. Es un relato un poco asqueroso ny me alegra que a pesar de ello, lo hayas disfrutado. Gracias por tu comentario.

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  3. En Canarias decimos a los turistas: Si vas a África ves leones, zebras y algun elefante, pero en Fuerteventura tenemos una fauna muy peculiar, idéntica a esos grumos de chocolate con patas que tu describes tan bien, y están en todos lados y a todas horas, terminas por acostumbrarte.
    Un saludo.

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    1. Ja, ja. Yo no acabo por acostumbrarme. No las soporto. Un día, esperando el ascensor, tenía una en el hombro. Y mira que me gustan los animales, pero esos bichejos, no. Gracias por tu comentario, Dean.

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  4. Puag cucaracha, ay, con razón no se deshacía el grumo.
    Me gusta tu estilo escribiendo, me gustan los relatos que tocan temas naturales, cotidianos y llenos de detalles como el que has escrito, ligero y fácil de leer.
    Saludos amparo
    :)

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    1. Gracias Ana. La verdad es que pienso que del suceso más cotidiano puede sacarse un relato. Tu comentario me ha levantado el ánimo. Voy a seguir escribiendo.

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  5. Interesante.
    Dos personajes centrales y un invitado final.
    Me gustan este tipo de relatos, con sorpresa.

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    1. Ja, ja. Gracias Paco, Un repugnante invitado final... y una sorpresa con alas. Lo peor de todo es que la historia es real como la vida misma.

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  6. Me dio pena por la pobre cucaracha, ahí nadando ante los ojos golosos del niño, ja, ja. Un relato que me ha gustado mucho. Un saludo de otoño.

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    1. Una nueva receta. Quien sabe si al final acabaremos comiéndonos las cucas. Qué asco.

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