martes, 16 de diciembre de 2014

Cuestionándome la parábola del hijo pródigo



Los que hemos tenido una educación cristiana, conocemos la parábola del hijo pródigo. En esta parábola se cuenta que un hombre tiene dos hijos, y el más pequeño de los dos le dice que ya va siendo hora de que reparta la herencia. El padre así lo hace. Con el dinero en la saca, el hijo pequeño no tarda en irse de casa. Entonces comienza una vida de excesos y despilfarros. Meretrices de buen ver, buena comida y amistades peligrosas. Se lió el chico con cuantas titis descaradas se encontró a su paso en aquella tierra que después llamaron santa. Y cuando se fundió todo el dinero que su padre le había entregado y estaba en la puta miseria, volvió a casa. No porque estuviera arrepentido, sino porque no había otra.
El padre, al verlo, se tornó loco de alegría. Le abrazo y organizó para él un banquete de lujo, haciendo sacrificar en su honor al cordero mas hermoso de su rebaño.
Así las cosas, el hijo mayor que había permanecido junto al padre todos aquellos años haciéndose cargo de la hacienda, le dijo a éste que aquello no estaba bien. Le expuso claramente que él había estado a su lado durante la ausencia del hermano, doblando el lomo, madrugando, cuidándolo, y que nunca le había organizado un banquete ni había matado un cordero en su honor. El padre le contestó que él siempre había estado y su hermano era el hijo que había perdido y había vuelto a hallar.
Vaya. Perpleja me quedo. La doctrina Cristiana da una explicación singular a esta parábola afirmando que, por una parte, es una respuesta a las críticas de los escribas y fariseos, y por otra, un reconocimiento de la misericordia y la compasión de Dios hacia los pecadores. Igualmente, la doctrina judía reproduce esta parábola y da a la misma una explicación completamente diferente. Dentro del judaísmo nazareno, esta parábola simboliza el retorno de la casa de Efraim. Las diez tribus pérdidas de Israel y su unión final a la casa de Judá.
Pero veamos ahora qué dice el sentido común. En esta historia, entendida  como simple relato, el padre es tonto.  No ha sabido apreciar el esfuerzo del hijo mayor, del que ha permanecido junto a el, del que probablemente se ha visto privado de los placeres de la vida por cumplir con sus obligaciones cotidianas.
Por el contrario, le ha montado el gran sarao al hijo que ha dilapidado su herencia, al que se ha tirado cuanto se movía frente a el, al que se ha movido en círculos poco aconsejables. El hijo pequeño es sin duda un pequeño Nicolás bíblico, un aprovechado de la vida, un cantamañanas, y probablemente, un tío con cierto carisma. Vuelve a casa no porque se siente  arrepentido sino porque no le quedan mas narices, porque se muere de hambre, porque se niega a trabajar en una granja de cerdos. ¿Un banquete, un anillo, el mejor vestido? Una buena hostia es lo que merecía ese tunante de tres al cuarto que no hace sino aprovecharse de la bondad de los demás. ¿Y que podríamos decir del hermano mayor? Sin duda es un buenazo, un cándido bienintencionado, una de esas personas que creen que el esfuerzo y la fidelidad le serán recompensados en vida. ¿Y con qué se encuentra? Con la decepción de saber que, aun estando siempre en la brecha, el padre no valora su esfuerzo perseverante, y el hermano, menos.
La parábola termina ahí pero yo me hago varias preguntas que a lo mejor alguno de vosotros osa responder: ¿Qué hizo el hijo pródigo después del banquete? ¿Se largó a vivir su vida o por el contrario, se puso a cuidar el ganado? Y otra propuesta mas inquietante, ¿Qué hizo el hermano mayor después de este suceso? ¿Se fue a gastarse su parte de la herencia como había hecho su hermano, o se quedó cuidando de la hacienda por los siglos de los siglos? No se. Estas historias bíblicas siempre acaban confundiendo mis neuronas. A ver si alguno de vosotros aporta alguna idea. 

Nota de la gata: el magnífico cuadro que acompaña estas letras es "El Hijo Pródigo", de Bartolomé Murillo. 

10 comentarios:

  1. El cuadro es precioso, pero respuestas no tengo. Esa es la magia no saber el truco. Saltos y brincos

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    1. Yo creo que fue el padre el que al final se cansó de los desórdenes de sus hijos. Está bien motivar al "malote", pero todo tiene un límite. Más saltos navideños.

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  2. A mí estas cosas me producen mareos. Como tratar de entender la eternidad o el infinito. Tal vez todo sea lo mismo.
    No, yo tampoco entiendo esta parábola, con mis cortas luces. Si quieres que te diga la verdad, tampoco entiendo la de los trabajadores de la viña, ni la de los talentos, ni la de la oveja perdida,... ni...
    No entiendo ninguna de las parábola, digamos "clave".
    Pienso, a primera vista que Dios es "injusto". Como eso sería un contrasentido: no sería Dios. Tiene que ser que su Justicia no es "mi" justicia. Que todo se reduce a tratar de explicarnos que Dios actúa de otra forma.
    Aquí, creo, que todo se reduce a tratar de que comprendamos que el Amor de Dios es infinito, aunque a nosotros nos parezca que es tonto. Me parece que eso, a Él, no le importa.
    Pero ya te digo, que yo, tampoco entiendo nada.
    Un abrazo.

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    1. Está claro que lamoraleja de la parábola es el perdón, y eso lo entiendo porque, si de verdad amamos, lo perdonamos todo, aunque no debiéramos. Lo que veo injusto para el otro pobre hermano es que encima al "díscolo" le hagan un festín. Eso ya me parece pasarse con el refuerzo positivo que ahora está tan de moda. Debe ser cierto que Dios escribe en reglones torcidos porque yo también me mareo.

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  3. El hijo pródigo se lo fundió todo.
    Y cuando no quedó nada, desapareció.

    Besos.

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    1. Bueno, nos ha dado una vena mística que no sé si tendrá que ver con la navidad. Ester escribe sobre el pecado, tu sobre el juicio final y yo sobre el hijo pródigo. Esto me preocupa. Yo también creo que el hijo pródigo volvió a hacer de las suyas porque, como dice el refranero español, la cabra siempre tira al monte y éste, en todo caso, era un cabr...ón.

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  4. Impactado me has, querida Amparo.
    Ni estoy versado en estos temas ni pretendo opinar de los mismos, pero no deja de sorprenderme esa vena místico-religiosa que últimamente nos envuelve.

    ¿Será la cercanía de la navidad? Esperemos que sea tan solo eso, y deseemos que en unos cuantos días todo vuelva a su cauce.

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    1. Ja, ja. He tenido que llegar a una cierta madurez para que me cuestione muchas cosas de la religión en la que fui educada, en realidad haca ya un tiempo que me lo cuestiono todo. Y porque no quiero hablar del Antiguo Testamento. Pesadillas tuve de niña por culpa del mismo. Como tu dices, será la cercanía de la navidad que quieras o no, nos influye.

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  5. El hijo prodigo no aprendió ninguna lección porque su padre volvió a sacar la cara por él cuando las cosas se pusieron difíciles, en consecuencia se hizo un mimado y un viva la vida. El hermano mayor no tuvo recompensa ninguna por ser responsable, así que la lección es la siguiente: es mejor caer en gracia que ser gracioso. Los favoritismos han existido todas la vida, un cuento que como vemos es mas viejo que Matusalén.

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    1. Justo. Pienso igual que tú. Las trastadas no se pueden premiar aunque nos de mucha alegría que el "hijo trasto" vuelva a casa. Desde luego, es una parábola desafortunada, a mi parecer.

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