Nos habían fastidiado la noche, no había duda, pero no podíamos hacer otra cosa sino volver. Juliette estaba desaparecida en combate, Alice no paraba de llorar desconsoladamente y Javier estaba al borde de un colapso. Yo también.
Desde que salimos de la pequeña casa de los horrores, Guillermo apenas había hablado. Supongo que la inoportuna llamada le había fastidiado tanto como a mí pero no había dicho ni una sola palabra de queja. Los coches que venían en dirección contraria me deslumbraban con sus faros y cerré los ojos. No sabía qué decir aunque en mi cabeza los pensamientos iban y veían como veloces gacelas enloquecidas.
- ¿Estás bien? - preguntó Guillermo-.
- Encantada de la vida - respondí esperando que captara mi ironía-.
- Podemos volver cuando todo se solucione. No estamos lejos.
Cuando todo se solucione. No contesté. Me preguntaba si todo se solucionaría con la facilidad que Guillermo esperaba. Y si así era, volver ya no sería lo mismo.
- ¿Qué crees que ha pasado? - preguntó-
- No creo que haya tenido un accidente. Eso se sabe enseguida. Es posible que se haya encontrado con alguien y se haya entretenido.
- Eso espero - musitó Guillermo-.
La noche era oscura como boca de lobo feroz, y finas gotas de lluvia, como cabezas de aguja, comenzaban a caer sobre el parabrisas.
- Antes me preguntabas por qué estoy haciendo todo esto- murmuré-, y no creo que sea por una curiosidad malsana.
- Nunca he dicho eso.
- Pero quizás lo has pensado - dije sin acritud-. Muchos lo hubieran pensado. Hacer cientos de kilómetros, allanar una propiedad para recuperar un pequeño trozo de papel ¡Dios!
Guillermo me miró con una sonrisa.
- Ya está hecho y no ha salido mal del todo, incluso, como decías tú antes, ha sido divertido. Cada uno sabe por qué razón hace las cosas o deja de hacerlas.
Tragué saliva. Los nombres que había leído en el periódico que me entregó François aún permanecían en mi memoria como si los hubieran grabado a fuego.
- Lo hago por ellos.
- ¿Por quién?
- Por ellos, por Regine, Abel, Jean, Albert. David, Maurice, Esther, Ida, Paul, Susanne, Flora, Francine, Aline, Ann, Fanny, Ariette, Jaqueline... por todos aquellos niños que fueron arrancados cruelmente de la tranquilidad de sus hogares y entregados a la muerte. Quiero saber de dónde surgió tanta maldad, tanto odio. ¿Sabes que hubo personas que denunciaron a sus propios vecinos?
- Eso pasa en todos los conflictos, Asun. Tus vecinos, los mismos que un día te están prestando sal o azúcar, al día siguiente están vendiendo tu cabeza por un plato de lentejas. Y no hay que olvidar que también hubo otros que los ocultaron, que los protegieron. De todas formas, la historia nos demuestra que, algunas veces, la crueldad humana no tiene limites y eso, por desgracia, no lo vamos a cambiar ni tu ni yo.
Estábamos llegando. El resplandor de las luces de la ciudad se alzaba hacia el cielo apagando la luz de las estrellas.
- Igual Juliette ya ha vuelto - murmuró Guillermo esperanzado.
- En ese caso Javier me hubiera llamado. No me atrevo a pensar qué puede haberle pasado.
Encontramos un hueco para aparcar a unos quinientos metros, algo realmente asombroso. Caminamos deprisa, sin cruzar palabra. Seguía lloviendo suavemente y las aceras se habían vuelto brillantes y resbaladizas. Cuando apenas estábamos a unos doscientos metros de la casa, sonó mi móvil. Miré la pantalla.
- Es Javier - dije con un suspiro-.
Juliette había llegado diez minutos antes. Me rogaba que subiera un momento para atender a la niña. Guillermo se detuvo.
- Será mejor que te espere en el coche - advirtió-. Tarda todo lo que sea necesario.
Desde el ascensor pude escuchar la voz alterada y chillona de Juliette, y la voz grave y más apaciguadora de Javier. Me detuve junto a la puerta y escuché antes de llamar.
- Je vais appeler la police! - gritaba ella fuera de sí-. maldito viejo loco.
-Estás sacando las cosas de quicio - rogaba Javier- Cálmate.
Estuve tentada de darme la vuelta y salir corriendo, pero llamé y esperé. Pude escuchar cómo cesaron los gritos y cómo los pasos se acercaban rápidamente a la puerta. Me abrió Javier.
- Asun - dijo nada más verme-. No sabes cuánto lamento...
- No te preocupes- interrumpí-. ¿Está bien Juliette?
- Un poco nerviosa. Le reventó una rueda del coche en un lugar bastante despoblado y tardó en encontrar ayuda. Ha pasado un mal rato.
- Ah.
Fue lo único que se me ocurrió decir siendo tan fragante la mentira. Dí un breve beso a Juliette que descansaba medio tumbada en el sofá cubierta por una fina manta. Su palidez era inquietante y chorretones de rimmel cubrían sus desvaídas mejillas. Fui en busca de Alice que aun lloriqueaba sentada sobre su mantita mientras se mordisqueaba el pijama con furia. Se notaba que había estado llorando largo rato. La cogí en brazos y comenzó a manosearme la cara con entusiasmo.
- Entonces, sólo ha sido un susto - dije intentando que mi voz no me traicionara-.
- Ya ves, un pinchazo inoportuno en el peor lugar, y la rueda de repuesto también pinchada.
Mentía. Su mirada mentía. Todo su cuerpo mentía. Evité mirar a Juliette. Parecía que la hubiese arrollado un camión. No quería preguntar por qué razón no había llamado porque la respuesta estaba clara: no había cobertura o se le había acabado la batería.
- Voy a darle la cena a Alice - dije recordando cuáles eran mis obligaciones.
- No te preocupes, Asun. Ya está todo preparado y la niña, como ves, está más tranquila. Siento tanto haberte hecho venir, pero estaba tan asustado...
Lo que yo quería era irme.
- Es comprensible. Si no necesitáis nada más, me están esperando...
- Nada, Asun. Una vez más, gracias por venir. Siento haberte estropeado el fin de semana.
- No lo has hecho.
Me acompañó a la puerta y bajé las escaleras andando. Guillermo me esperaba en el coche con la mirada ansiosa.
- ¿Qué ha pasado?
Me senté junto a él mientras soltaba un prolongado suspiro.
- Dice que ha pinchado una rueda y que la de repuesto también estaba pinchada
- ¿Dice?
- Antes de llamar me he parado a escuchar. Juliette estaba muy alterada, decía algo de llamar a la policía. Cuando he entrado, me la he encontrado tumbada en el sofá, pálida como si hubiera visto un espectro. Tenía los ojos enrojecidos e hinchados. Estoy segura de que había llorado.
Guillermo estiró los brazos y dejó las manos sobre el volante.
- Entonces - dijo-, si es todo mentira ¿cuál es la verdad?
Suspiré de nuevo. Me sentía atrapada en un jeroglífico
- No tengo ni idea y además, me importa un pedo de violinista.
Guillermo soltó una carcajada.
- ¿Qué expresión es esa?
- Se me ha pegado de Franck Mccourt. No para de repetirla en Las cenizas de Angela. Es una grosería pero estoy tan cansada...¿Qué hacemos?
- Volver.
- ¿Volver?
Guillermo le dio a la llave de contacto.
- Sí y por dos razones. La primera de ella es que me he olvidado el móvil.
-Oh.
- Y la segunda es que no estoy seguro de haber apagado bien el fuego, y en la historia de este fin de semana sólo nos falta un incendio por imprudencia.
-Esa si es una razón de peso - afirmé con más euforia-.
Cuando de nuevo salimos de París no tenía ni idea de la hora que era. Sólo imploraba para que la casa no se hubiera quemado y para que las hormigas no se hubiesen comido los sandwichs de pollo. Ya habían sido demasiadas emociones para tan breve fin de semana.
La casa no se había quemado, afortunadamente, aunque algunas brasas aún seguían encendidas. El móvil de Guillermo yacía sobre la mesa como si se hubiera sentido fatalmente abandonado. El silencio era absoluto.
- ¿Cenamos?
- No estaría mal.
Me moría de hambre. O cenábamos de una vez o acabaría comiéndome las horribles tulipas de fieltro verde.
Encendimos el fuego y el ambiente cambió. Aquel saloncito anclado en los años sesenta ya no parecía tan feo. Saqué los sandwichs, las papas y el vino. Posiblemente fuera por el agotamiento pero había conseguido relajarme. Guillermo había colocado el sofá de skay frente a la chimenea y allí estábamos los dos, al final de una larga jornada, confundidos entre la realidad y el sueño.
- ¿Qué piensas?- pregunté.
Sólo la luz del fuego iluminaba la estancia.
- Pienso en ti.
Las arenas movedizas se volvían aún más intranquilas. Sonreí.
- Espero que sea algo bueno.
- Es bueno.
- Cuéntamelo.
Y sonó el móvil, el maldito móvil, haciendo añicos aquel retazo de felicidad.
- No pienso cogerlo -dije con rabia-. Más bien voy a ahogarlo en el fregadero y después descuartizarlo.
- No hagas más locuras. Mira a ver...
- No quiero -rogué-. Parece que esa maquina del diablo tenga vida propia.
Guillermo se levantó de un pequeño salto y me trajo el aparato infernal. Lo cogí con la yema de los dedos como si quemase, pero no llegué a tiempo.
- Que llamen otra vez - dije levemente enfadada-.
Al momento sonaron dos pitidos. Alguien había dejado un mensaje, probablemente la persona que acababa de llamar. Lo abrí.
"Je veux parler avec toi. J´ai vu des choses".
- ¿De quién es? - preguntó Guillermo mientras volvía a llenar mi copa de vino.
- Es de Coraline. Dice que quiere hablar conmigo, que ha visto cosas. ¡Dios!- exclamé-, ¿por qué sólo conozco gente a la que le pasan cosas raras?
Guillermo no contestó. Me cogió de la cabeza y la apoyó sobre su hombro. El fuego hacía piruetas en el aire. Hacía mucho tiempo que no me sentía tan feliz.
Un capítulo agotador. Para los protagonistas. Muchos kilómetros de carretra. Eso agota a cualquiera.
ResponderEliminarCreo que Asun y Guillermo deben de estar muy cansados. De lo contrario no se acaba de entender que no se decidan. Habrá que darles un empujoncito ¿No?
Sigue el impasse, sigue el misterio, sigue...
Ya estoy esperando que llegue el próximo domingo, el próximo capítulo.
Ja,ja. Vamos a mantener esa tensión emocional un poco más. Me alegra que esperes el próximo capítulo porque yo ya estoy en él. Gracias Elías.
EliminarHola, Amparo:
ResponderEliminarUn saludo vengo a darte
con cariño de verdad,
y a decirte muchas gracias
por tu sincera amistad.
Abrazos.
Hola Rafael. Gracias por tu poema y gracias por tu amistad. Igualmente, un afectivo saludo.
EliminarContinuo bastante perdido con la historia, pero lo que leo me resulta interesante.
ResponderEliminarA seguir así.
1b7.
Ja, ja. Gracias por seguir leyendo a pesar de que andes un poco perdido. De todas formas, perderse por París debe ser una gozada.
EliminarMe ha gustado el capitulo. Siguen sobre la pista y sin tiempo de coger resuello pero al fin y al cabo felices. Esperando la próxima entrega del secreto de Maurice me despido con un abrazo.
ResponderEliminar;)
Gracias Ana. Ahí siguen, sobre el misterio de Maurice. Ya veremos cómo algo de ésta. Espero verte en el próximo capítulo.
EliminarMe ha sabido a poco... QUIERO MÁS!!!
ResponderEliminarGracias Marisa. Yo también quiero más, pero con esta vida tan ajetreada, mis hijos de exámenes finales, el trabajo fuera y dentro de casa... Haremos lo que podamos. Gracias guapa.
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