miércoles, 5 de marzo de 2014

Tiempo entre mentiras.


Hubo un tiempo, ya casi perdido entre las rendijas de la memoria, en el que creí que Dios era un ojo atrapado en un triángulo equilátero. En ese tiempo esfumado pensaba que el ratoncito Pérez vendría, con nocturnidad, a llevarse mi recién caído diente de leche. Llegaron después los años de catecismo diario durante los que pensé que había un cielo en flor para los buenos y un infierno en llamas para los malos. Durante la infancia feliz estaba convencida de que unos magos de Oriente traían regalos por Navidad, y de que los bebés los dejaban caer las cigüeñas que volaban desde París. Luego alguien, en un recreo bajo un tilo, me dijo que si besabas a un chico te quedabas preñada y que si entrabas a misa sin cubrir tu cabeza cometías un pecado venial. 
Más tarde, recién salida de la dictadura, hubo un tiempo el que creí que la democracia sería la cura de todos los males. Pensaba entonces que a la OTAN había que decirle "De entrada, no" y que siempre - como rezaba la canción- nos quedaría la palabra aunque lo hubiésemos perdido todo. Ese fue también el tiempo en el que opinaba que la justicia era ciega, que Hacienda éramos todos e incluso que el hombre era bueno por naturaleza, aunque en desgraciadas ocasiones presentía que el hombre acaba siendo un lobo para el hombre, con permiso de mis queridos lobos. 
Y el tiempo ha pasado con pasos de gigante y me ha abierto los ojos de un inesperado guantazo. He descubierto que Dios no está atrapado en una figura geométrica sino que está en el bosque, en los campos dorados de trigo, en el mar. Soy consciente de que el cielo prometido es estar cerca de los que amamos y el infierno es no volver a verlos nunca más. Descubrí que al ratón Pérez se lo había comido el gato con botas y que los magos de Oriente eran unos padres buenos que hacían lo posible y lo imposible para que tuviéramos regalos en Navidad. Supe, a tiempo, que los besos sólo transmitían amor, que los bebés salían del útero materno, que Hacienda, por desgracia, no éramos todos y que la Justicia tenía los ojos abiertos cual ensaladera y más vista que un joven lince. 
Hubo un tiempo en el que me dí cuenta de que la democracia no era la panacea, pues si bien era el mejor sistema, los hombres sólo sabían abusar de ella. Al final, y contra todo pronóstico, dijimos "OTAN, de entrada sí", y entramos de cabeza en todas las guerras habidas y por haber. 
Ahora, cuando las rendijas de la memoria se van haciendo más estrechas, se de sobra que ni el hombre es siempre un lobo para el bueno ni tampoco es bueno por naturaleza. Sin embargo, he visto demasiado para saber, a estas alturas de la vida, que no se puede crecer entre tantas mentiras sin que la inocencia muera en el intento. 

7 comentarios:

  1. Pues ya sabes como es esto. la felicidad, el cielo, la alegría, la bondad, todo está entre los tuyos y con y para los tuyos, el mundo se reduce a lo cercano en quien se puede confiar, un barrio pequeño que apagamos las farolas cuando nos vamos a la cama. Mañana puede que al despertar el mundo sea mejor. Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tendré que dejar de ver los telediarios, Ester, porque cada vez veo más locura por todas partes.Al final, como bien dices, el mundo se reduce a lo cercano y también a lo virtual, a los que estáis tras la pantalla pero que ya sentimos tan cerca. Ojalá la Humanidad progrese en humanidad.

      Eliminar
  2. "Si quieres ser feliz, como me dices, no analices, muchacho, no analices" (Joaquín Bartrina).
    Pero si hoy te da por filosofar, piensa en lo que nos dijo el Ojo del Triángulo, que también podía hablar: "Amarás al prójimo COMO A TI MISMO". No más, aunque tampoco menos. Es decir que poco amarás al prójimo (aunque sea el próximo) si no te amas primero a ti misma.
    Por eso ámate, con toda tu mente, con todo tu corazón, con todas tus fuerzas. Y, sobre todo, sé un poco más benevolente contigo misma.
    Hasta mañana. Buenas noches.
    ¡ Ah ! Y que sueñes con los angelitos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues sí, Elías, a veces soy un poco dura conmigo misma, pero es la forma que tengo de seguir funcionando en medio de mi fracaso, al menos profesional. Y si dices que me da por filosofar es porque no conoces a mis hijos. En esta casa la filosofía es el tercer plato. Platón y Descartes van en zapatillas de ir por casa. Y,claro, todo se pega. Gracias por tu comentario.

      Eliminar
  3. Me gusta muchísimo lo escrito, quizás porque me identifico absolutamente con esa generación en la que crecimos. Pero discrepo en el final, la inocencia se mantiene en cada pitillo que fumo en mi ventana, contemplando a los chiquillos que aún juegan a futbol en los callejones. Besicos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias cronista. Yo ahora temo cuantas mentiras nos quedan por descubrir mientras escucho a través del balcón cómo tiran petardos los niños en la calle. Pero ¿y mi inocencia?

      Eliminar
  4. Gracias querida Amparo por este magnífico escrito que conlleva la existencia de Dios.

    ResponderEliminar