lunes, 11 de noviembre de 2013

El anillo


- ¡Te he dicho que me des el anillo!.
- Ni loca. Los regalos no se devuelven.
El mar se tragaba de un gran bocado los gritos que ellos daban en la orilla, salpicados los pies por la espuma, mojando el borde del vestido de ella. 
-¡ Déjame en paz!
- Cuando me des el anillo. 
- No lo haré.
El miró hacia el mar, oscuro, profundo, ruidoso.
-¡ Si no hay compromiso, no hay anillo! -gritó enfurecido-
- Pues no te lo pienso devolver. 

Se despertó con el corazón acelerado y miró hacia la ventana. Era aún de noche pero grandes y algodonosas nubes blancas pasaban a toda velocidad. Parecían tener luz propia. Se incorporó y consultó la hora en el móvil. Todavía no eran las siete. Debía darse prisa. Tenía que llegar a la playa y encontrar el anillo antes de que lo hallara algún imbécil de esos que solían pasearse con su  juguete detector de metales. Se pasó la mano por la frente para limpiarse el sudor que manaba como de una fuente inagotable. Nunca debía haberle regalado aquel anillo. Oro blanco y una gran esmeralda incrustada. No se lo merecía la muy... Pero probablemente aún estaba allí, enterrado en la arena, en algún lugar de aquella playa que se perdía en el horizonte. Escondió la cabeza entre las manos. como si quisiera comprimirla como un limón maduro. Debía recordar, recordar. Se habían tomado una copa en... ¿ o habían sido dos? ¿o tres? Los recuerdos se mezclaban en su mente resacosa como olivas danzando en un Martini muy frío. Amanecía.

Sin cambiarse de ropa, sin ducharse, hecho unos zorros, salió a la calle. La casi ausencia de tráfico delataba que era sábado. Una mujer barría la acera frente a su casa. Un anciano paseaba a su chucho. En la frutería de la esquina, los pakistaníes descargaban la fruta. Cruzó la calle mientras se quitaba aquel impertinente mechón de pelo que le caía sobre la frente. Atravesó el paseo marítimo y se dirigió  hacia la arena. El amanecer era épico pero él ni siquiera se apercibió. Le costaba respirar. Le costaba aún más caminar. Miró hacia el mar, todavía dormido, apaciguado en la amanecida. Volvió la vista atrás. Sólo recordaba que estaban a la altura de La Marcelina, que ella le había gritado como una loca, que él le había pedido el anillo desesperadamente. Si no había ya amor, no podía haber anillo, le había dicho a gritos. Avanzó hacia la orilla con dificultad. Sentía un regusto agrío a la altura de la garganta y le escocían los ojos como si en ellos hubiera entrado toda el agua del mar. Oro y esmeraldas. Sí alguien lo encontraba antes que él, era más que probable que no lo llevara a la oficina de objetos perdidos. Y si lo llevaba es que era un imbécil. Aquello era aún peor que buscar una aguja en un pajar. Y además ¿quién buscaría una aguja en un pajar? Otro imbécil. Jadeaba, sentía latir su corazón como si quisiera salírsele del pecho. ¿Cuánto le había costado el maldito anillo? no quería ni pensarlo. Probablemente estaría pagándolo a plazos el resto de su vida. ¿Y todo para qué? para que ella le hubiese puesto los cuernos bien puestos con aquel jefecillo remilgado de tres al cuarto. Tragó saliva para aliviar la tensión pero sólo consiguió atragantarse. A un par de metros encontró la arena revuelta. El corazón le hizo una pirueta. Alguien había encontrado el anillo antes que él. Se sintió mareado, ansioso, asqueado. El sol iluminaba ya directamente sus ojos legañosos. Hincó sus rodillas en la arena y escarbó como un perro en busca de su hueso. No podía creerlo. Allí estaba aún el anillo de oro y esmeraldas, brillando con las primeras luces del amanecer. De pronto, su gesto se torció. El dedo de ella se había hinchado tanto que tendría que cortarlo para poder recuperar su anillo. No le tembló la mano al hacerlo. Después de todo, ya no podía gritar. 





14 comentarios:

  1. Imprevisible, insuperable, me has dejado pensando, que ¿como no lo he adivinado antes?, ¿por que aun me sorprendes?, y es que eres una genia,
    Y todo esto con una palabra entre signos de admiración lo podría haber explicado, jeje
    Un abrazo

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    1. Gracias Ester, eres un encanto, Si fuese una genia haría magia y saldría de esta maldita crisis:Me encanta que te haya gustado y me imagino la palabra. Gracias por tu comentario. Un abrazo.

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  2. Ohhhh! que arte de verdad. Felicitaciones

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    1. Hola Luna: Se me ocurrió así, de repente, y es que la inspiración existe, o al menos yo creo en ella. Graaaacias por tu comentario. Un abrazo.

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  3. La sorpresa final hace grande el relato.- Besos

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    1. Arruillo, cuánto tiempo y qué alegría encontrarte en mi pequeño jardín de jazmines abandonados. Y es que con esta crisis vale más un anillo que un dedo... y que una vida. Un abrazo.

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  4. Vuelves por tus fueros: sueño con sorpresa final.
    Esa técnica la dominas a la perfección. Sabes crear el clímax adecuado y sorprender son un final rápido e inesperado.
    Muy bien.

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    1. Gracias Elías, y tu eres muy buen lector. Algunas personas me animaron a que publicara algún relato negro de vez en cuando y yo obedezco. Me alegra que te haya gustado.

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  5. Genial relato Amparo. Yo el final como que me lo veía venir, eso sí, como siempre un buen giro de tuerca. Me encanta tu estilo escribiendo, la fuerza de los personajes, muy bueno.
    Saludos
    :D

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    1. Gracias Ana. Preocupante eso que dices que veías venir el final porque yo intento por todos los medios despistar un poco. Pero me alegra mucho que te haya gustado. Gracias por tu comentario.

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  6. Gran relato, me ha gustado mucho. Cargado de intensidad y sentimiento. Felicidades. Un saludo.

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    1. Gracias Roland. No sabemos hasta qué barbaridades nos puede llevar el dolor. Me alegra que te haya gustado.

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  7. Nena eres buena, eres muy buena, esos sorprendentes finales me hacen extremecer. Magnifico. le pongo un diez

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    1. No te pases, Rosa. La verdad es que este relato está gustando y me alegro mucho, pero un diez... con un notable estoy más que contenta. Un beso.

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