sábado, 5 de marzo de 2016

En el ambulatorio a las cinco


Y ya que estamos, seguimos con esas historias cotidianas que a todos nos han pasado alguna vez. Y ésta seguro que no os es ajena. 
Pides cita en el ambulatorio porque ese dolor sordo que sientes no se donde  no acaba de irse a pesar de la sobredosis de aspirinas. Tu esperabas que se fuera solo porque dicen que el tiempo lo cura todo, pero parece ser que no es así.  Te citan a las cinco de la tarde, te joden la siesta, pero aceptas la cita porque  más vale esa hora intempestiva que el jueves de la semana que viene a las ocho de la mañana. Llegas diez minutos antes por si acaso y das una mirada ansiosa a la sala de espera. Bien, hay poca gente. Se nota que es la hora de los culebrones televisivos. Tomas asiento junto a una señora de mediana edad y te arrepientes a los dos segundos. Tose como un perro tuberculoso. Decides que es urgente cambiar de sitio pero te sabe mal, se va a dar cuenta. Al final te diriges  al cuarto de baño,  te observas en el espejo y dejas pasar el tiempo. Cuando sales te sitúas lo más lejos posible de la tosedora al tiempo que preguntas:
-¿Por qué hora van? 
Y la señora que tose murmura que ella tenía hora a las cuatro y aún no la han recibido. Sientes espanto y presientes que te queda, como poco, dos horas de espera, y que saldrás del ambulatorio con una bronquitis, una migraña, y en el peor de los casos, un herpes zoster en cada ojo. Respiras hondo intentando recuperar la calma y es entonces cuando por el fondo del pasillo aparecen dos ancianitos cogidos de la mano. Qué dulces - piensas-. Los ancianos llegan hasta la sala de espera, miran al respetable y formulan una pregunta: 
-¿Podemos entrar un momento en la consulta? Es sólo para entregar un papel.
Cómo no. Por Dios, pues claro que si, que entren y entreguen el papel, que eso son apenas un par de minutos. La puerta se abre y entran los ancianos con el papel en la mano. Salen de la consulta cuarenta y cinco minutos después. Se te ha acabado la batería del móvil, se te ha extinguido la paciencia y comienzas a sudar tinta china. 
 Cuando por fin te toca el turno y entras en la consulta, ya no sabes ni lo que te duele,  ni cuál es la razón por la que has ido al médico, pero estás convencida de que un potente ansiolítico no te vendría nada mal.
Y luego, si eso, te vas a Mercadona. 



P.D. Si alguien no entiende esta última frase, le aconsejo lea la entrada anterior "Por orden de cola". 

21 comentarios:

  1. Pues va a ser que sí. Tal como así es lo que pasa.
    Yo, que aún creo en la bondad humana (¡qué ingenuo!) me pregunto en esos casos, ¿para qué darán cita? Mejor sería que dijeran:
    "Pues, venga usted a luego a luego y ya veremos".
    Por lo menos no se te quedaría cara de gili cuando la gorda de la tos te dice, para animar: "Pues, yo tenía hora a las... y ya ve."

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    1. La anécdota es real y por lo que veo, nos ha pasado a muchos. Mejor sería coger número como en el súper.

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  2. Vaya perdida de tiempo, si dan cita debería ser para cumplirla.Vaya plan que te has buscado para pasar la tarde, mejor otro día quedamos y nos vamos de cafeses y churros. Un abrazo

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    1. Hola Ester. La verdad es que la próxima vez me llevo un libro o un lienzo o el ganchillo. No me gusta perder el tiempo.

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  3. El pan nuestro de cada día. La cita previa, la espera interminable y la típica paciente que no falla, esa que te cuenta lo mala que está, las operaciones que ha tenido, lo que toma, lo que come, lo mal que duerme y lo estreñida que está.
    Nada ha cambiado. Todo sigue igual.
    Abrazos amparo.

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    1. Ja,ja. Tu lo has contado en menos palabras. Me ha faltado hablar de los que te cuentan todas sus dolencias. Terrible.

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  4. Lo de los ambulatorios es una locura.
    Vas con hora concertada y sabes que siempre has de esperar una barbaridad.
    Porqué no dan las horas en función de la realidad.
    Y como bien dices después están los que pasan por la cara con la excusa de que "es sólo un momento o un papel".... a mí me dan ganas de matarlos....

    Besos.

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    1. Desde luego, entre las esperas interminables y los listillos de turno te pones de los nervios. Y después dicen que nos automedicamos. Pues claro.

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  5. Una descripción magnifica con un toque de ironía de las esperas en las consultas, algo que no debe tener buena solución, hace cuarenta años ocurría lo mismo.
    A pesar de todo dicen que tenemos una sanidad de las mejores del mundo.
    Un abrazo.

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    1. Si el caso es que mi doctora es estupenda, pero claro, le ponen una consulta cada cinco minutos y ella tarda 25 con cada paciente. Ahí reside el problema.

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  6. Pero no desesperes, Amparo, en el fonde se aprende mucho. Eso si hay que procuar ir un día que no haya que ir al Mercadona. Besos

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    1. Ja, ja, ja A veces todo se junta. De una espera en el ambulatorio te puede salir hasta una novela.

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  7. Me has retrotraído a esas tardes eternas en el ambulatorio, a esa sensación de agobio, aburrimiento, desasosiego, asco, incomodidad... y ganas de salir corriendo. Por suerte mi médico de ahora es mucho mas rápido porque hace unos años ir al médico era caer en un limbo de tres horas. A propósito, ir al medico cansa tanto como ir al Mercadona.
    Saludos
    ;)

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    1. A mi no me gusta nada ir al medico, pero lo de los ambulatorios no tiene precio. Suele ser tarde pérdida. Por lo menos del Mercadona sales con viandas.

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  8. Eres genial, genial relato de lo cotidiano, me encantó.

    Y ne divirtió :)))

    Un beso.

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    1. Lo cotidiano da mucho de si. Hay que tomárselo con humor. Gracias.

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  9. Fantástico relato. Real como la vida misma.
    ¡Qué difícil es conseguir una sonrisa con apenas unas cuantas líneas y qué fácil parece leyéndote!
    1b7.

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    1. Hola Paco. Y yo me alegro de arrancar sonrisas. O nos tomamos la vida con humor o vamos listos. Gracias por tu comentario.

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  10. Jaja Muy bueno y real. Luego se quejan de que nos automediquemos... :)

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    1. Es que para que te receten un ibuprofeno al final no vas al médico. La posibilidad de salir de allí con más dolencias que tenías cuando has entrado es muy alta.

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  11. Querida Amparo :

    Mal universal.

    A veces se enferma uno mas en la misma sala de espera por la frustración.

    Excelente crónica.

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