18.55. Llamo a Caixabank. Una vez más. Posiblemente he llamado más de 12 veces desde que el pasado 10 de enero el cajero de una oficina cerrada al público, una más de tantas, me apuntara 20 euros en la libreta, pero no me los dio en mi sucursal, después de dos horas de cola, me dijeron que nada podían hacer, así es que comencé a llamar a atención al cliente, día tras día, con la paciencia del santo Job. Hoy otra vez.—Bienvenido al servicio de atención al cliente de...—dice el robot—. Diga el motivo de su llamada.
—Pulse uno si tiene DNI; pulse dos si...
—Diga de uno en uno los números de su DNI.
Los digo. Me los repite.
—Diga sí, si es correcto. En caso contrario...
—Siiiiiií...
—Diga uno si la libreta se ha quedado en el cajero, diga dos si ha perdido la tarjeta, diga...
—Quiero hablar con un operador.
—Diga uno si...
—¡ Que quiero hablar con un operador!—grito.
—Un momento, por favor.
Musiquita machacona. Son ya las 19.15.
—Buenas tardes. Habla usted con Sergio Bolinga. ¿En qué puedo ayudarle?
Le explico. Intento no alterarme sin conseguirlo. Le pregunto que debo hacer para recuperar mis 20 euros.
—¿Ha hablado usted con su gestor?—pregunta.
—No. MI gestor está en Burriana, a sesenta kilómetros de mi casa.
—Pero...¿ usted vive en Burriana?
—No. Yo nunca he vivido en Burriana. Vivo en Valencia de toda la vida.
Silencio.
—¿Se ha bajado la aplicación?
—No—le digo—. Para eso necesito un gestor y no tengo gestor porque está muy lejos. Yo solo quiero mis 20 euros.
—Le paso con Aplicaciones.
Musiquita machacona.
Diez minutos esperando. Cuelgo. Estoy de los nervios.
Vuelvo a llamar.
—Hola, buenas tardes. Le habla Candela del Alma, ¿en qué puedo ayudarle?
Otra vez el mimo rollo, DNI, fecha, incidencia...
Me cuelga.
Vuelvo a llamar. ¿tiene DNI? Pulse uno si... ¡Yo qué sé, ni me acuerdo del número ni de mi nombre. Igual hasta vivo en Burriana y no me he enterado. Yo solo quiero mis veinte euros. Por favooor...
Amenazo con poner una denuncia en la comisaria, pero lo único que deseo es ver arder la sucursal.
—Le habla Toribio Listo. ¿En que puedo ayudarle?
Pienso que ya solo puede ayudarme la Virgen de Fátima. Vuelvo a contar mi versión de los hechos.
—Perdone—me dice—. Voy a hacer una consulta.
Otros diez minutos de espera. Son casi las ocho de la tarde. Me retuerzo como una anguila. No puedo más.
—Me dice mi compañera que su incidencia se ha resuelto a las cuatro de la tarde.
Digiero la respuesta. Trago saliva.
—¿Qué quiere decir se ha resuelto?¿ Me devuelven mi dinero o qué?
—No puedo decirle.
—Es usted muy amable.
Cuelgo. Mañana os diré si me han devuelto los 20 euros. Yo a estas horas ya no salgo ni a rastras.
PD. Los nombres de los operadores son falsos. Todo lo demás es desgraciadamente real.