Mi presencia en la Feria del Automóvil causó una revolución. Miles de personas se manifestaron por las calles de la ciudad reivindicando el coche de combustión y acusando al coche eléctrico de clasista y exclusivo. En esas estábamos cuando vi en Facebook el anuncio de una feria que podía ser interesante: la feria de la tirita y el apósito opiáceo.
—¿Dónde se celebra?— Me pregunto mi hija siempre preocupada por saber en qué tugurios me metía.
—En Colgados de Arriba, en la provincia de Madrid.
— ¿Quieres que te acompañe?
—No, hija —le dije—, mantén a salvo tu dignidad mientras puedas y no te preocupes por mí. Y hacia allí me fui cargada de ilusiones e incertidumbre. Colgados de Arriba estaba a unos tres kilómetros de Colgados de Abajo, y entre ellos se extendía una vasta llanura, un río serpenteante y una enemistad que se remontaba a miles de años atrás.
La Feria se encontraba en medio de la nada, en medio de un árido descampado nada alentador. Mi stand era muy sencillo, una especie de paraeta con un toldillo color butano y situada entre el stand de tiritas fluorescentes y el de apósitos con sabor a arándanos. No tardó de acercarse el vecino feriante.
—¿ Libros? ¿Vende usted libros?
—Como usted puede ver.
—Pero ésta es una feria farmacéutica, más o menos.
—Soy consciente de ello. Pero...Cuénteme de su producto— le dije mientras él ojeaba uno de mis ejemplares.
—Verá, estamos comercializando unas tiritas que no se le despegarán jamás de la piel. Ya puede tratarse de una herida o de un molesto juanete. ¿En su libro hay heridos?
Ni uno, pensé, pero mentí.
—Imagínese que sale hasta la Gestapo, cómo no va a haber heridos.
—Deme cuatro, uno para mi esposa, otro para mi primo, otro para mi suegra y otro para mi... Bueno, cuatro.
Le empaqueté los cuatro volúmenes y se los entregué.
—Pues hablando de mi producto —dijo el hombre—, Imagínese ahora usted que se va a las Cataratas del Niágara y se cae de cabeza al agua. Si lleva puesta una de nuestras tiritas, no le pasaría nada.
—Hombre, me ahogaría, además de descalabrarme un poco.
—Eso sí, es muy probable. Pero al contacto con el agua nuestras tiritas se vuelven fluorescentes, lo cual significa que los equipos de rescate no tardarían nada en encontrar su cadáver. ¿No me diga que no es una ventaja?
—Hombre, visto así...
—Lo es. O, por ejemplo, la asaltan a usted y la dejan tirada en un descampado. Al caer la noche la tirita cobraría luz propia y no tardarían en encontrarla, viva o muerta.
Todo aquello me estaba pareciendo un poco siniestro, así que intente zanjar el asunto.
—Le compro diez tiritas rigor mortis ya que usted me ha comprado cuatro libros.
—Hecho. Y si escribe usted otro libro no olvide incluirlas en su argumento. ¿Se imagina Una mano cadavérica saliendo de la tierra con una tirita en el dedo?
Era demasiado imaginar. En cuanto el vecino tiritero se despistó, guardé el dinero, recogí mi stand y salí de allí como alma que lleva el diablo. Necesitaba darme una vuelta por el departamento de apósitos opiaceos. Un poco de calma no me vendría mal. No penséis mal. Con la valeriana me conformo.
¡ Qué alegría cuando me dijiste, ya he publicado en el blog !
ResponderEliminarTodo el relato es vibrante, electrizante, no puedo dejar de leer en cuanto empiezo.
Así que, aunque hayan muertos fosforescentes, opacos u opiáceos, sigue escribiendo, por favor.
Pero, ten cuidado, que te metes en unos tugurios....
Elías.
Ja ja. He vuelto y, probablemente, gracias a ti. Ya veremos cuáles son mis próximas ferias. Gracias por tu comentario.
EliminarTus entradas tienen un punto de partida la venta de libros, pero los temas varían, y sorprenden. Un abrazo. Carlos
ResponderEliminarGracias Carlos. Es todo un poco surrealista, como la vida misma. Gracias por visitarme. Ya verás la siguiente feria.
EliminarYo creo que narrativamente hablando lo de las tiritas puede tener un largo recorrido.
ResponderEliminarBesos.
Y tanto. Ya veremos qué pasa en mi próxima Feria, ni yo misma lo sé. Muchas gracias por pasarte por aquí.
EliminarEs un poco siniestro el vendedor de tiritas, no me extraña la huída rápida y veloz.
ResponderEliminarUna gran entrada.
Un abrazo
Gracias Jesús. Conviene reírse tal cómo están las cosas.
ResponderEliminarTienes mucho sentido del humor.
ResponderEliminar:)
Me ha gustado.
Gracias Toro. Un poco de risas nunca viene mal. Un honor tu visita. Gracias por comentar.
EliminarUn buen relato con el que poder reír un poco que falta nos hace. Los días nada bueno traen y las malas noticias ya abundan por doquier.
ResponderEliminarUn abrazo y buen resto de semana.
Gracias. Es preciso reír hasta de nosotros mismos. Tiempos difíciles. Gracias por comentar.
Eliminareso de dormir con gatos me da asco
ResponderEliminarPues no sabes la tranquilidad que da. Adopté a mi gato hace 14 años. Es uno más en casa.
EliminarTe entiendo querida Se feliz un abrazo
Eliminary
ResponderEliminarY vendrán más historias.
EliminarYo, el apósito opiaceo lo probaría. Con la droga se saca a veces una verdad importante pero me llenaría de tiritas de esas flurescentes por si me pierdo, me encuentra un amigo y no me halla la guardia civil.
ResponderEliminarUn saludo
Pues igual he inventado algo nuevo y ni me he enterado. Igual he equivocado mi vocación. Gracias por tu visita.
EliminarLa punta que le sacas a una simple tirita.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ja ja. Pues ya verás cuando vaya a la feria del burro. Gracias por comentar.
ResponderEliminarTu visita a mi blog me ha permitido conocer el tuyo. Doble motivo de satisfacción.
ResponderEliminarMuy divertido tu relato.
Gracias Macondo.Necesitamos risas. Son más necesarias que nunca.
EliminarUna historia con mucho humor, que es lo que necesitamos viendo cómo nos bombardea la realidad diaria.
ResponderEliminarAsí es. Qué el humor no nos falte nunca.
ResponderEliminarUnas tiritas fluorescentes por aquí y por allá y un apósito opiáceo y menuda fiesta
ResponderEliminarBesitos Amparo, gracias por las risas
Gracias a ti por leerme. Unas risas nunca vienen mal.
EliminarJa, ja, ja... que imaginación, me ha encantado. Tiritas fluorescentes y sí lo importante es que te encuentren viva o muerta. Me ha encantado. Gracias por visitar mi blog. Un abrazo
ResponderEliminarHola Chelo. Un placer que me comentes. Es necesario reírse de vez en cuando, hasta de nosotros mismos.
EliminarParece-me um texto marcado pelo humor negro.
ResponderEliminarSem dúvida que contém algo de bizarro.
Abraço amigo.
Juvenal Nunes
Algo de humor negro si que tiene. Gracias por tu visita y tú comentario. Abrazos.
ResponderEliminarYo que siempre me corto con las cosas, cocinando, con folios, con tijeras... vamos, que siempre llevo tiritas... ya me explicarás tú la disco móvil que montaría en mi cuarto al ir a dormir... jajaja
ResponderEliminarUn placer visitarte.
Saludos.
Hola Laura. En mi caso son los juanetes los que llaman a las tiritas. Muchas gracias por visitarme y comentar.
EliminarMuy original el relato, como que me lo estaba creyendo a pies juntillas.
ResponderEliminar😃👍
Hola Isa. Me lo creo hasta yo cuando lo escribo. Pues ya verás cuando vaya a la feria del burro. Una pasada y un nuevo amigo. Gracias por comentar.
EliminarHumor negro... Genial tu relato 👏🏼👏🏼
ResponderEliminarGracias Galilea. Reírse nunca viene mal. Bienvenida a mi blog.
EliminarHola, Amparo.
ResponderEliminarExcelente relato, contado desde un balcón ingenuo que llovizna humor pícaro y original. Me ha dado mucho gusto leerte. Me voy para las segundas tiritas.
Un beso.
Hola Mónica. Me alegro mucho de tu visita. Vuestras sonrisas me satisfacen y me alegran. Gracias por comentar.
Eliminar