jueves, 23 de abril de 2020

Un viaje inesperado


Un viaje inesperado (Novela): Amazon.es: Valdés, Amapro Puig: Libros

Hoy, 23 de abril, es el Día del libro. No es necesario decir que en este año trágico vamos a vivir el Día del libro de una manera muy distinta. El año pasado disfrutamos de la Feria del Libro, que se celebra habitualmente en los Jardines del Real, y tuvimos la ocasión y el placer de compartir charla con grandes autores, como Joan Benesiu, Eloy Moreno o Rosario Raro.

Este año nos quedamos en casa, observando desde la ventana cómo la primavera pasa frente a nosotros sin apenas rozarnos. Pero a pesar de eso, a pesar de las ganas que tenemos de salir a la calle y hacer una vida normal, la vida sigue y el tiempo no para. 
Pero volvamos al tema prioritario. Hoy es el Día del Libro y ha llegado el momento de presentaros a mi criatura, mi segundo libro, Un viaje inesperado, publicado en 2019 por la editorial de autoedición Létrame. 
Os cuento. Esta historia arranca el día en el que la protagonista emprende un viaje a París, un viaje inesperado. Pero lo que debía ser una estancia de apenas unos días, se convertirá en una larga estancia, y la protagonista, Asun, conocerá ese otro París no tan luminoso y que aún guarda oscuros secretos en su pasado.
De la mano de François, un viejo miembro de la Resistencia francesa, Coraline, una joven prostituta, y Guillermo, un profesor que da clases en un barrio marginal de la ciudad, intentará descifrar el secreto que encierra una lista, una lista con apenas seis nombres que llega a sus manos de forma fortuita. ¿Qué seríamos capaces de hacer por odio? ¿Qué seríamos capaces de hacer por amor? Sobre todo cuando ambos sentimientos pueden ir de la mano. 
No me alargo más. Os invito a leerlo. Está a la venta en Amazon. Y yo puedo enviarlo a gastos pagados a todos los territorios de la Península e Islas. 
Que tengáis buenas lecturas. Leer nos da alas para volar muy alto y muy lejos. 



viernes, 17 de abril de 2020

Lo real superó a lo imaginado

La OMS pide a la población estar preparados para la siguiente pandemia



Era una pequeña productora, pero después de haber hecho algunas comedias románticas y unos cuantos reportajes sobre los lobos de los pirineos, se habían hecho con algo de dinero. Además tenían una especie de mecenas, un extraño sujeto que, a través de ellos, blanqueaba grandes sumas de dinero. Les iba bien.
Arturo Oms era uno de sus guionistas. Tenía más interés que ingenio, pero cobraba poco y solía escribir buenos diálogos. Aquella noche Arturo había dormido muy mal. Horribles pesadillas habían transitado sus sueños hasta hacerlo despertar con el corazón encogido y la respiración agitada. Mientras desayunaba con Marta, su mujer, le había contado sus pesadillas, pero se las había contado con un extraño entusiasmo.
—He tenido unos sueños, Marta, que pueden convertirse en el mejor guión.
—¿No dices que has tenido pesadillas?
—Claro, y esas pesadillas podrían convertirse en la mejor película.—Espero que no sea de zombis. Lo tuyo es la comedia romántica, ¿no?
—No es de zombis ni de monstruos. Mira, me ducho, me arreglo y me voy a hablar con el productor. Le va a encantar.
La mujer le miró desde detrás de su tostada con mantequilla.
—¿Tan seguro estás de que es una buena idea?
—Completamente seguro.
Estaba tan nervioso que ni siquiera logró recordar dónde había dejado aparcado el coche, así que optó por coger un taxi. Después de todo —pensó— voy a hacerme rico en cuatro días. La gran Vía estaba atascada y el taxista le había salido parlanchín. Que si el fútbol, que si los políticos, que si los autónomos no podían vivir...así un kilómetro tras otro hasta llegar al boulevar sur, donde estaba la oficina de la productora.
—¿Es usted médico? —le preguntó el taxista probablemente por la proximidad del hospital.
—No, no, qué va.
—Pues lo siento, porque hay que ver cómo viven los médicos, como reyes, se lo digo yo que traigo a unos cuantos.
Arturo no contestó. pagó la carrera y bajó del taxi. Una brisa fría llegaba del mar. Se ajustó el cuello. Pronto sería Navidad.
Después de dar dos golpes secos en la puerta del director, entró en el despacho tan veloz como si le persiguieran diez perros de presa.
—Ernesto ¿Tienes un momento?
Ernesto dio un respingo y apagó el ordenador.
—Diez minutos. Tengo una reunión a las doce.
—Me sobran. He tenido una idea magnifica para un guión. Puedo empezar a escribir hoy mismo.
—A ver, cuéntame.
—Imagínate que de un día para otro todo cambia. Piensa en  un escenario apocalíptico, un enemigo invisible que se va extendiendo por todos los países del mundo y mata a miles de personas...
—¿Una bacteria, un virus?
—Algo así, algo muy letal. Eso hace que los gobiernos tengan que adoptar medidas totalitarias que ni las peores dictaduras hubieran tomado.
—¿Qué más?
—Obligan a la gente a quedarse en su casa, sin salir. Cierran las escuelas, las fábricas, todo. ¿Te imaginas? las calles vacías, los parques desiertos.  los ciervos paseando por las ciudades.Te pueden detener incluso por dar un paseo. El ejército en la calle. Mientras, la epidemia se extiende. Los ancianos son los primeros en morir, pero luego mueren personas jóvenes, médicos, enfermeras, policías...
—Arturo, no es creíble.
—Claro que no. Es una distopía, una catástrofe mundial, una tragedia griega, mucho más que una tragedia griega.
—A ver, Arturo, no sé como decírtelo, pero ahora la gente quiere comedias, historias que puedan suceder en la realidad, no historias que parecen producto de... ¿No te habrás drogado?
—Sabes que detesto las drogas. Esta es una buena historia. En el fondo es una venganza de la naturaleza contra el ser humano. Hasta puede tener una buena moraleja.
—No lo veo, en absoluto. Vuelve a las comedias Arturo. Escribes muy bien. Y olvídate de esas historias demenciales que parecen haber nacido del cerebro de un monstruo.
—Pero...
—No hay más hablar, Arturo. Y perdona, ya te he dicho que tengo una reunión.
Arturo salió a la calle tan enfadado que pensó que era mejor regresar a casa a pie. La gente ya empezaba con la compras navideñas y en el parque central dos ardillas saltaban de árbol en árbol. Estaba convencido. Mas pronto o más tarde, la naturaleza declararia la guerra al ser humano y él ya no podría contar la historia.
Lo que no sabía era que la guerra estaba a punto de comenzar. 

jueves, 2 de abril de 2020

La vida es bella



Psiquiatras recomiendan hablar del confinamiento, mantener el buen ...

Hacía un día espléndido, provocadoramente espléndido. Más allá de la ventana, abierta de par en par, el sol iluminaba la ropa tendida en balcones y terrazas. La niña jugaba con sus muñecas sobre el suelo alfombrado.
—Mamá, ¿me dejas que ponga mis muñecas en el sofá?
—Claro, cariño.
—¿Has dicho que sí?
—Sí, cariño.
—¿Y que las peine en el sofá y se llene todo de pelos?
—Sí, cariño.
La niña, de apenas seis años, apretó los labios y ladeó la cabeza. Desde hacía unos días notaba que su mamá estaba rara, muy rara. Y trabajaba desde casa. ¿Acaso —se preguntaba la niña— tenía miedo de salir a la calle? Su papá sí salía a trabajar. Era celador en un hospital muy grande que estaba a las afueras de la ciudad. Cuando llegaba del trabajo, solía decir que estaba muy cansado, se duchaba y se metía en su habitación. Ya no dormía con su mamá y, a veces le oía llorar.
—Mamá, ¿os vais a divorciar?
La mujer la miró con una sonrisa que iluminó por un instante su rostro macilento.
—¡Qué cosas dices! ¡A qué santo!
La niña le quitó el vestido a una de sus muñecas y le puso unos vaqueros y un top muy brillante.
—Mi muñeca se va a dar un paseo. ¿Por qué no vamos con ella al parque? ¿Por qué no salimos nunca de casa?
La mujer apagó el ordenador y se sentó junto a ella.
—Mira, te lo voy a explicar. Esto es como un concurso.
—¿Un concurso?.
—Sí, un concurso en el que participa todo el mundo.
la niña abrió los ojos sorprendida. Eran azules como aquel cielo inalcanzable.
—¿Todo el barrio?
—No, cariño. Todo el mundo, todos los países del mundo.
—¿Y hay que quedarse en casa?.
—Sí
—¿Aunque no llueva?
—Sí
La niña le dió la espalda a su madre y siguió jugando con sus muñecas.
—¿Y cuál es el premio, mamá?
La mujer volvió a mirar por la ventana. Una mariposa se había posado sobre la ropa tendida. Un par de gaviotas cruzaron el cielo chillando. El canario de la vecina parecía haberse completamente loco.
 —El premio es la vida, hija, la vida.