Escribí este corto relato en el año 2011, cuando mi sencillo jardín de Jazmines abandonados aún no era muy conocido ni muy visitado. He recuperado este texto para vosotros, todos mis nuevos amigos.
Sin piedad. No puedo ahora tener compasión. La observo con extrema repugnancia. Está en la bañera, complacida de sí misma, reflejada en la porcelana blanca. Pero esta vez no estoy dispuesta a consentirlo... Se que la violencia es siempre una tentación fácil, pero, hasta ahora, para mí no lo había sido. Sin embargo, debe ser cierto que todo llega en esta vida, hasta el reencuentro con nuestro lado más oscuro.
No me van a temblar las manos. La ahogaré lentamente y no sentiré nada viéndola morir. Y eso que siempre he detestado la tortura y la crueldad gratuita ¿gratuita? ¿Es que alguien pagaría por ser humillado? Mejor no me lo pregunto.
Después de todo, el fin justifica los putos medios. Todavía no ha amanecido pero el sueño ya ha quedado atrás como un murmullo apenas audible. Las sombras abrazan la ciudad en una noche que teme ceder un minuto a la luz del día. Mejor que mejor. Así nadie sabrá de mi fechoría.
Soy débil. Para mi desgracia, fui educada en la tolerancia, la misericordia y el respeto, y ahora, en este preciso momento, esa espartana disciplina acaba siendo un lastre que me arrastra hacia negras y gélidas aguas donde la venganza y la ira son imposibles.
Lo repito para convencerme a mí misma. La ahogaré lentamente y tiraré sobre su rosada cabeza amoniaco y gel de lavanda. No siento piedad. Tampoco tuvieron piedad conmigo en su momento. Abro el grifo y dejo que el agua ardiente resbale sobre su cuerpo. La veo patalear, desesperada. Su impotencia aumenta mi ira. Pero no he sido nunca cruel y es posible que sea tarde para empezar. Quiero que su agonía sea corta. Abro más el grifo hasta que queda inmóvil, flotando en el agua, entre la espuma. Mientras observo su cadáver, el amanecer me sorprende a través del pequeño ventanuco.
Ahora sólo me pregunto dónde habrá puesto sus huevos esta maldita cucaracha.
Que bien que lo hayas reeditado, es muy bueno, tu le has dado vueltas a lo que yo hubiera solucionado con un pisotón. Saltos y brincos
ResponderEliminarJa, ja. No puedo soportar el crujido que hace una cucaracha cuando la aplastas. Y éstas americanas son tan grandes...
Eliminar¿Y te atreviste a cogerla? ¿Viva, pataleando?
ResponderEliminarYo la hubiera pisado y después, sólo después, con mucho asco y un poco de papel higiénico... al water.
Muy bueno. Siempre la sorpresa al final.
La cogí bien muerta y envuelta en un baño de gel. Uf, qué asquito.
EliminarJoder.... mantiene en vilo hasta el fin.
ResponderEliminarMuy bueno.
Gracias por compartirlo.
Besos.
Gracias Toro. Hasta las cucarachas pueden ser fuente de inspiración.
EliminarMientras lo lees piensas que crueldad maquinando un asesinato…Pero al llegar al final te sorprende.
ResponderEliminarMe ha gustado leerlo.
Un cálido abrazo
Es un crimen a fin de cuenta, pero muy bien aceptado socialmente. Gracias Sneyder
EliminarVoy leyendo con el alma en vilo, un poco espantada por tan gratuita crueldad y entonces... ¡una cucaracha!, la victima es una cucaracha, menos mal, porque estaba horripilada por tan contundente relato de asesinato.
ResponderEliminarMuy bueno Amparo, un placer leerte.
:D
Ja, ja. es que no soporto las cucarachas americanas porque encima tienen alas. es la perfección máxima. Quitando ese tipo de repugnantes insectos, los animales me encantan.
EliminarUn relato que te mantiene tenso hasta el final, ni Stephen King lo haría mejor. Te felicito también por el sorprendente e ingenioso final.
ResponderEliminarCreo que son tan fuertes las condenadas que sobrevivirían a una radiación doce veces superior que un ser humano.
Final que me ha hecho sonreír Amparo.
De hecho, Airblue, sobrevivieron a la bomba atómica. ¡Y cómo corren las condenadas! En fin, de verdad, no me atrevo ni borracha a compararme a King, pero gracias.
EliminarFenomenal relato.
ResponderEliminarSe mantiene la tensión en todo momento mientras se va avanzando, extrañado, de lo macabro de la escena.
Y termina con un final sorprendente, digno de una gran escritora.
Felicidades.
Gracias Paco. Es que me leéis con muy buenos ojos. La inspiración a veces nace en las cañerías.
EliminarEstupenda frase esa de que la inspiración a veces nace en las cañerías. Con tu permiso, me la apunto.
Eliminar1b7
Apúntatela y utilizala cuando quieras.
EliminarMuy buen relato. Me ha sorprendido un poco la temática, pero por ello me ha gustado más. Gracias por la re-edición ^^
ResponderEliminarLa verdad es que la temática es un poco asquerosa, pero es que no soporto a las "cuquis" americanas, tan grandes, tan rojas...
EliminarFinal sorpresivo e inesperado.
ResponderEliminarExcelente.
Pobre cucaracha.
Un abrazo
Ja,ja. Suelo empatizar con todo el mundo, pero con las cucarachas de verdad que no puedo. me dan terror.
EliminarFrase a frase preguntándome a quien tendrías en la bañera, a tu merced, esperando el golpe de efecto que seguro nos tenías preparado.... Jajajaja. No me ha dado ninguna pena, la verdad, no gozan de muchas simpatías estos animalillos y en mi caso en concreto es autentica aversión así que hubiera actuado exactamente igual que tu, con el mismo ensañamiento, Te confieso que nunca he sido capaz de acabar con ellas de un pisotón, o delego o huyo. :))
ResponderEliminarMe alegro del rescate, del texto, digo.
Besos
Lo del pisotón yo tampoco lo soporto. ¿Y cómo aguantan? El ensañamiento es porque no mueren fácilmente, ja, ja. Gracias Jara.
ResponderEliminarVaya, sorpresa, ya me estaba asustando... pero vino el magnifico final.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Rafael. No te asustes que, exceptuando moscas, mosquitos y cucarachas, no soy capaz ni de matar una lagartija. Un abrazo.
EliminarMuy bueno, confundes al lector hasta el final. Me ha gustado bastante.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias Jesús. Ya ves que no soy tan asesina como todos creíais. Un abrazo.
EliminarRegreso, te vuelvo a leer y me encanta.
ResponderEliminarY a mí me encanta que te encante, oteniendo en cuenta lo asquerosos que son esos bichejos.
EliminarJuraría que me suena haberlo leído... pero vaya usted a saber, con mi memoria.
ResponderEliminarEn cualquier caso, bien hecho. Se lo merece.
Qué buena memoria. Publiqué oeste mismo relato en el 2011 y sólo tuvo un comentario. pensé que había que darle una oportunidad y lo he vuelto a publicar. De verdad, las "cuquis" - por cucarachas- y yo no nos entenderemos nunca.
Eliminar¿No lo publicaste en Calados? Creo que siempre te había leído por ahí...
EliminarEs posible que lo publicara en Calados. Calados está un poco de capa caída. Ya veremos si remonta. Mientras tanto, puedes verme por aquí. Qué buena memoria, lo repito.
Eliminarjajaja,acabo de publicar el cuento de un parricidio real y digo "joder, qué casualidad, aquí va de crueles asesinatos...", hasta que veo que es una cucaracha, jajaja, muy bueno!!!
ResponderEliminarHola Cronista. Matar a la cuqui no deja de ser un cruel homicidio, pero qué gusto. Una menos. Ahora me paso a leer tu cuento.
EliminarSoy Laura y me encanta cuando juegas a sorprender al lector, nos tienes ahí, esperando al final para reir o llorar según se te antoje....manipuladoraaaa
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