Soy una persona muy intuitiva, extremadamente intuitiva, rayando a veces en la adivinación. Y no me gusta nada porque, en el fondo, yo nunca he creído en esas cosas esotéricas. Desde que allá en la lejana China comenzó el tema del coronavirus, tuve un terrible presentimiento. Incluso llegué a discutir con personas cercanas cuando afirmaban que esto era como una gripe. Algo me decía que no, que no era como una simple gripe. Cuando escuchaba a Sánchez o a Simón quitarle hierro al asunto me ponía de los nervios. No hay que alarmarse —decían—, mientras yo pensaba que sí, que había que alarmarse y tomar medidas rápidamente antes de que en España acabásemos como en Italia.
Soy una negada para las ciencias, para las matemáticas y para la física y la química. No tengo conocimientos científicos, evidentemente, pero presentía que algo muy malo iba a suceder.
Y ha sucedido. Parece una película de ciencia ficción, una distopía, un guión producido por alguna mente perversa, pero no. Es real y nos obliga a estar confinados en casa escuchando el desagradable grito de las gaviotas y el silencio de la ciudad, un silencio que ensordece, que molesta, que entristece. Pero no nos queda otra. En esta época en que los conceptos espíritu de sacrificio, disciplina y responsabilidad suenan un poco a chino, con perdón, nos vemos obligados a sacrificarnos, disciplinarnos y ser responsables ante una situación que nos desborda y que, probablemente, nos desbordará más.
Para poner un poco de humor en este texto apocalíptico, solo decir que antes en casa nos peleábamos porque nadie quería bajar la basura al contenedor. Ahora nos peleamos porque todos queremos bajarla y de paso, dar una vueltecita.
Bueno, os dejo. Voy a intentar convencer a mis gatos para dar un paseo por la calle. pero creo que va a ser que no.
Animo y adelante. Volverán a llenarse las calles de gente, y las terrazas de los bares. Los niños regresarán al cole y a los parques. El autobús irá de bote en bote y el metro ni te digo. Y volverá esa vida normal y rutinaria que ahora tanto echaremos de menos.
Abrazos virtuales.