Cuando era pequeña me picó una abeja. Fue una tarde de verano, en el caserío donde mis abuelos, a los que nunca conocí, tenían una casa de veraneo pintada de color rojo, entre campos de olivos y vides. Mis padres y mis tíos, al ver como mi mejilla se hinchaba más y más, me pusieron barro por toda la cara para rebajar la inflamación. Remedios caseros de la época.
Por esa razón, y porque hay recuerdos que a pesar del tiempo transcurrido permanecen diáfanos, cuando recibí una invitación para participar en la feria de la miel de Ayora, fruncí el ceño y dudé.
—Me han invitado a una feria de miel, le comenté a Polifilo que pacía tranquilo junto a mi.
Por toda respuesta, el asno rebuznó y se topó contra mi como si de un gato se tratase.
—¿Eso es un sí o un no?— le dije.
Movió la cabeza de arriba a abajo porque una mosca no cesaba de molestarle.
—Eso es un sí— exclamé feliz de ser capaz de enfrentarme a uno de mis primeros miedos, las abejas, tan laboriosas, tan dulces ellas.
Y me fui a Ayora, cargada con mis libros y mis ilusiones intactas. Mi sencillo stand de mesa de camping se hallaba situado entre el de la miel de flores silvestres y el de apicultura sedentaria. Afortunadamente, abejas no vi ni una.
A la media hora de estar allí se me acercó el vecino apicultor. Una tiene ya sus años pero aún sabe apreciar la belleza, y qué belleza.
—¿Vende usted libros en una feria de miel?
Me sentí tan avergonzada que tentaciones me dieron de recoger mis cosas y salir corriendo de allí cual abeja reina.
—Pues ya ve —fue todo lo que se me ocurrió decir.
—¿Acaso su libro tiene algo que ver con el cultivo de la miel?
Ni de casualidad, pero ladeé la cabeza de un lado a otro como un perro viejo.
—Según se mire. Una buena rebanada con miel no le hubiera venido mal a alguno de mis protagonistas.
—La miel es oro, señora. ¿Sabía usted que los egipcios hacían cerveza fermentando la miel?
Sabía yo tanto de miel como de energía nuclear, o sea nada.
—Algo había oído —mentí.
—¿Y sabe que los griegos consideraban la miel el alimento de los dioses del Olimpo?
—¡Hombre, claro! ¿Quién no sabe eso?
Yo, evidentemente.
—Pues le compro el libro y le regalo un tarro de miel.
Enrojecí como una colegiala.
—Es usted muy amable —susurré con voz ronca.
—¿Alguien la espera en casa? ¿Quiere cenar conmigo?
Aquella sí era una ocasión de oro.
—Bueno—dudé—, el caso es que en casa me espera Polifilo.
—¿Su compañero?
—Así puede llamarse.
—Seguro que habrá otra ocasión.
—Quién sabe —repuse mientras parpadeaba como si de repente el sol me hubiera deslumbrado.
Pero en cuanto el bello apicultor se dio la vuelta, recogí mis libros y me fui al trote calle abajo. Una no está ya para determinadas tentaciones.
Y mientras caminaba hacia la estación del tren creo que me picó una abeja, o una avispa. Probablemente fuera un simple y asqueroso mosquito tigre.
Había vendido un solo libro, me habían regalado un tarro de miel, pero la mirada de aquel hombre me había quitado de encima unos doscientos años.
O más.
Perdiste una oportunidad de miel!!!!
ResponderEliminarBesos.
Totalmente de acuerdo. Igual tengo que hacer un final alternativo. Gracias, Alfred, por comentar.
EliminarHay invitaciones que rejuvenecen.
ResponderEliminarSon hechizos mágicos en los que las palabras acarician la vida.
Besos.
Hola Toro. Las ilusiones nos rejuvenecen siempre, pero también dan un poco de miedo. Estamos un poco quemados. Gracias por tu visita.
EliminarUna oportunidad así no se deja escapar.....seguro que a partir de ahora las abejas las recordarás con más cariño..... jijiji
ResponderEliminarJa ja. Le comentaba a Alfred que igual escribo un final alternativo. O quizás me lo encuentre en otra feria. Gracias por comentar.
Eliminar¡ Ay, Amparo ! Cómo rejuvenecen tus relatos.
ResponderEliminarMi pueblo (el de mis ascendientes, pues yo nací allí), es Eslida, en plena Sierra de Espadán, y su cartel a la entrada del pueblo dice: "Eslida, fiel a sus aguas, corcho y miel"
Miel de romero, principalmente, pues allí abunda.
Y sí, de pequeño (yo soy algo más de una década más mayor que tú), cuando te picaba una avispa, escupías en el suelo, hacías barro y le to ponías. Era milagroso.
¡ Qué tiempos!
Te agradezco el rejuvenecimiento.
Elías.
Hola Elías. La miel de romero está muy buena. Y me alegro de ese rejuvenecimiento. Mientras hay vida somos jóvenes. Gracias por tu visita.
EliminarSólo hacer una corrección quise poner que yo NO nací allí. Yo nací en Villafamés.
ResponderEliminarPerdón.
Elías.
Villafamés es un pueblo precioso. Y Eslida también.
EliminarPues de rica miel el mundo podría ser muy distinto del que es amiga.
ResponderEliminarNo desperdicies ninguna otra oportunidad.
Un abrazo y feliz mes de diciembre.
Hola. Necesitamos dulzura en todos los aspectos. No desperdiciar ya ninguna oportunidad. Buen consejo.
EliminarHe visto que has comentado que pare la guerra
ResponderEliminarNo va a parar
Miro hay guerra con gente que se odia sin ningun motivo en los blogs. Es tan facil odiar No entiendo querida nada
Pues esperemos que todas las guerras acaben y triunfe el respeto entre los seres humanos.
EliminarMi querida amparo
EliminarPrimero los bloggers deben de cambiar Los celos las locuras de muchos son muy diíiciles de aguantar Si ebtre nosotros nos odiamos te imaginas como el mundo va a acacbar
Cada vez se recoge menos miel. Esto es muy serio, hay que tomar medidas urgentes.
ResponderEliminarMe gusta tu relato...
Me quedo contigo.
Un abrazo.
Hola Franconetti. Afortunadamente, ya se está protegiendo a las abejas. Encantada de tu visita a este jardín de jazmines abandonados. Gracias por comentar
EliminarUn relato, que es un verdadero reto, nos haces sentir esa marabunta de sentimientos, que te hace huir de allí...Dichosas abejas y dichosa miel, amiga...je,je.
ResponderEliminarMi felicitación y mi abrazo entrañable por tus buenos relatos.
Muchas gracias María Jesús. El miedo al fracaso nos hace huir de situaciones en las que podíamos haber triunfado. Me alegra que te gusten mis relatos. Gracias por tu visita.
EliminarRejuvenecedor, ya lo creo. Aunque igual se arrepintió de no haberle dado una oportunidad.
ResponderEliminarMuy buen relato! 👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼
Seguramente Galilea, pero quién sabe lo que puede pasar en estas ferias locas. Muchas gracias por tu visita.
EliminarHola, Amparo.
ResponderEliminarEncantador relato sazonado con las dulzuras de la miel, quiero decir de esa clase de mieles que la rejuvenecen a una, aunque se decline la degustación.
Lo he disfrutado como siempre y me he reído con eso de "ladeé la cabeza de un lado a otro como un perro viejo". ¡Jaja!, impecable.
Un beso.
Muchas gracias Mónica. Ya me han dicho algunos que tendría que cambiar el final. Pero aún nos quedan ferias. A ver qué pasa.
EliminarLástima de tentación, podía haber sido una cena memorable o no, pero lo incómodo de rechazar algo sin saber bien si merece la pena es que siempre te queda esa duda. Menos mal que el hombre era generoso en regalos, al final no salió tan mal la Feria de la miel.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola Ana. A golpe de desilusiones nos dan más miedo las buenas noticias que las malas. Nos quedan ferias. Ya veremos qué pasa en las próximas.
EliminarPolifilo jajjaja
ResponderEliminarMe has recordado un chiste o algo así: Muchacho, anoche soñé que estaba en la cama con la vecina maciza del quinto. Y qué tal, tío. Pues me tuve que despedir de ella en medio del trajín porque había quedado con mi mujer para hacer la compra.
Amparo, una canita al aire en sueños, Amparo, jajaja
Besitosssss
Hola Lopillas. Las ocasiones hay que cazarlas al vuelo, como las moscas. Pero creo yo que ya no estoy para canitas al aire. Gracias por tu visita.
EliminarUn relato realmente dulce y encantador, me ha encantado, saludos y feliz semana.
ResponderEliminarHola Jesús. Pues hay mucha gente que me sugiere otro final. Le daré vueltas a esas nuevas ideas. Gracias por comentar.
EliminarHay miradas dulces, para el corazón.
ResponderEliminarBesos.
Hola Amapola. Hay miradas que nunca se olvidan. A veces los silencios hablan. Gracias por tu visita a mi jardín de jazmines abandonados.
Eliminar¡Hola, Amparo!
ResponderEliminarTu relato me ha fascinado; además, me gusta la miel y amo las abejas :)
A pesar que, algunas veces han picado a uno de mis hijos, las aprecio muchísimo.
Creo que voy a quedarme en tu casa, tenemos mucho de qué hablar.
Cordiales saludos.
Me encanta que te quedes por aquí. Bienvenida. La miel es muy sana. Muchas gracias por leerme y comentar.
EliminarHola Amparo
ResponderEliminarOtro encantador relato!
Rica la miel, y muy bien narrada la historia.
Eso sí...me anoto con los que te sugieren otro final "para que la dulzura de la miel sea completa" jaja
¡Mujer! Oportunidades así no se desaprovechan...si sale bien ¡genial! y si no...
¡Quien te quita lo bailao!
Beso, ¡buen domingo!
Hola Lu. Quién sabe. La vida da muchas vueltas. A ver qué pasa en las próximas ferias. Muchas gracias por tu visita a este jardín de jazmines abandonados.
EliminarHola Amparo.
ResponderEliminarDe peligros de lo dulce y de picaduras, una metáfora redonda.
Saludos
Hola Roland. Cuánto tiempo. Me alegra verte por aquí. Gracias por tu amable comentario.
EliminarFue bonito encontrar tu blog. Me quedare por aquí. Saludos
ResponderEliminarHola
EliminarY yo me alegro de que hayas llegado y de qué te quedes. Muchas gracias por comentar.
Hola Amparo, este es un bello relato con reto y tan dulce como la miel.Un placer venir a leer tu bella inspiración. Me llevo tu enlace para leerte. Feliz puente. Abrazo
ResponderEliminarHola Carmen. Bienvenida. Un placer verte por aquí. Nos leemos.
EliminarPlease read my post
ResponderEliminarBeautiful blog
ResponderEliminarMuchas gracias!
EliminarHola, Amparo.
ResponderEliminarMe ha encantado tu hermoso relato, que como la buena miel, es muy dulce, pero, sin llegar a empalagar.
Un abrazo.
Gracias Manuel. Me alegro que te haya gustado. Dulce pero sin pasarse.
EliminarDulce compartir, querida Amapro, acerca de tu experiencia en la feria de la miel de Ayora.
ResponderEliminarAbrazos grandes!!
Gracias Ricardo. Te confieso que el libro existe efectivamente, perolas visitas a dichas ferias son pura ficción. No me atrevería. Gracias por comentar.
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