El viento aullaba con fuerza más allá de las ventanas. Me apresuré a recoger la ropa tendida al sol antes de que saliera volando como en otras ocasiones. En esas estaba cuando llegó mi hija.
—Hay una feria de piedras preciosas en Madrid.
Se me voló un calcetín.
—Para piedras las que tengo en la vesícula. No me hables de piedras, hija. Además, estoy cansada de ir de aquí para allá. No paro de meterme en líos, tengo un burro casi ciego, un tarro de miel, un pretendiente perdido y una multa por desorden público.
—Ya, pero de ésta igual vuelves con una esmeralda o con un zafiro.
Otro calcetín volador.
—Sabes que nunca llevo joyas, no sé distinguir una esmeralda de un vidrio de botella de cerveza.
—Pero la gente que va a esas ferias debe tener pasta. ¿En tu libro no salen joyas?
—Ni una pulsera de latón, que yo recuerde.
—Por eso no has triunfado. Mira el señor de los anillos. Hay que ver el provecho que se le puede sacar a un anillo de poder
—Razón tienes. Debería haber pensado mejor el título del libro. ¿Qué tal la señora de las pulseras?
—Vulgar.
—¿Y la dama de las gargantillas?
—Horrible.
—¿Y desayuno con diamantes?
—Mamá, eso es un fraude.
—Pues la Tabla Esmeralda
—Esa novela ya está escrita.
— Vaya. ¿Y el secreto de los zafiros?
—Mejor. Pero entonces la trama de la novela debería estar relacionada con esa piedra.
—Qué complicado es todo . Pero me gusta ese título. Mi próxima novela irá de zafiros. ¿De qué color son?
—Y yo que sé. Búscalo en Google que para eso está.
—Apúntame a la feria. ¿Crees que será de mal gusto llevar unos pendientes de bisutería?
El silencio de mi hija fue suficiente.
Tenía por algún sitio unos pendientes de plata, pero presentía que si los buscaba solo encontraría uno, como suele ocurrir con los calcetines.¿Anillos? Vaya, en mi mano derecha sólo brillaba un anillo de plata que mi hijo se encontró en las vías del tren, junto a la estación de Manises cuando aún no levantaba dos palmos del suelo. Y también debería llevar algún collar. Pero los collares me agobian y me hacen sentir como un perro pequinés mimado y peleón.
Miré con horror mi joyero que no contenía ni una sola joya. Pendientes del mercadillo y coloridas pulseras de bolitas de plástico.
—Hija — le dije—, creo que no voy a ir a esa feria. No soy yo de joyas.
—Pero...
—Ni pero ni pera. No voy a ir.
A veces las madres contestamos así de mal.
—Y cuando por fin me quedé sola en casa, abrí el primer cajón de la vieja cómoda y saqué los pendientes de oro de la abuela. No volvería a ponérmelos nunca más. La última vez que lo hice tuve extrañas visiones y vi cosas terribles que hubiera preferido no ver.
Un beso, abuela, allá donde estés.
Ni modo feria es feria. UN abrazo. Carlos
ResponderEliminarHola Carlos. No soy de joyas, ya ves. Eso que me ahorro. A ver la próxima feria que me depara. Gracias por tu comentario.
EliminarBonito relato, Amparo. Cuan familiar me resulta tu buen texto de hoy.
ResponderEliminarFelices Fallas. Buenas nioches.
Intrigada me dejas con tu comentario. Gracias. Ya estamos en fallas y no se puede ni caminar por Valencia. Las disfrutaremos, dentro de un orden, ja ja. Gracias por tu visita a este jardín de jazmines abandonados.
EliminarGanas tenía de recorrer de tu mano otra feria y esta como las anteriores ha sido todo un placer. Espero que estés mucho mejor . Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarHola Campirela. De nuevo de ferias. Ahora esperando la operación. Y te aseguro que voy a pedir esa piedra que alberga mi vesícula. Muchas gracias por tu visita.
EliminarEs que con esa experiencia no me extraña.
ResponderEliminarPero puesto en un libro te quedará de lo más apañado.
Abrazo.
Hola Alfred. Sí, el texto alberga un secreto. Muchas gracias por tu amable visita a este jardín de jazmines abandonados. A por la próxima feria.
EliminarUn diálogo magnífico, un debate que queda en tablas y unos pendientes que guardan un secreto. Resumiendo un texto estupendo. Un abrazo
ResponderEliminarHola Ester. Qué alegría leerte. ¿Quién no guarda secretos? Muchas gracias por tu visita a este jardín de jazmines abandonados. Nos leemos.
Eliminar¡ Qué alegría volver a leerte !
ResponderEliminarY, aunque suene arepetido, me ha encantado tu relato.
Elías
Gracias Elías. He pasado unos días malos, pero ya me encuentro bien. Seguiremos con alguna feria más. Gracias por tu visita. Y pasa unas buenas fallas.
ResponderEliminarEspero que te encuentres bien del todo.
ResponderEliminarEl final emociona.
Quizá la joya eres tú.
Besos.
Hola Toro. Eso de ser una joya me ha llegado al alma. Ahora esperando el quirófano, pero animada. Gracias por tu visita. Voy a tu blog.
EliminarNada que he tenido que reírme no me dejabas otra opción. Leí por abajo que andabas enfermita te deseo pronta recuperación. Besos en la distancia.
ResponderEliminarMuchas gracias. Y me alegro de tus risas. Esperando operación. Mi vesícula es un pedregal. Seguiremos de ferias. Gracias por tu visita a mi blog.
ResponderEliminarUn texto muy bueno y divertido. Un abrazo fuerte.
ResponderEliminarGracias Rocío. Las risas siempre son buenas. Gracias por tu visita a este jardín de jazmines abandonados. Nos leemos.
ResponderEliminarTengo una sortija igual o parecida de la madre de mi suegra.
ResponderEliminarSuerte con ese diagnóstico y siempre hacia adelante, yo llevo dos años recuperándome de un cáncer de mama y con un tratamiento que me deja muy cansada y sin fuerza.
Mira las fallas por mí y viva Valencia.
Un abrazo y una flor.
Gracias Airblue. Recupérate muy pronto y sigue escribiendo. La vida nos da sustos terribles, pero hay que seguir adelante. Mucha fuerza, mucho ánimo. Y sí, reconozco que me encanta mi ciudad. Un abrazo.
EliminarPor las abuelas, que siempre recordamos con amor.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola Albada. Yo no tuve la suerte de conocerlas. Una de ellas, Mercedes, fue fusilada en el picadero de Paterna en el 36 por un grupo anarquista. Mi madre nunca pudo superarlo. Gracias por tu visita a este jardín de jazmines abandonados.
EliminarNo conocía tu blog ,me encantó descubrirlo y leer tu linda entrada, también guardo algo precioso de mi abuela.Abrazo grande!
ResponderEliminarHola Menta. Pues bienvenida seas a mi blog. Puedes visitarlo siempre que quieras. Muchas gracias por tu amable comentario.
EliminarLas joyas pueden ser físicas o metafóricas. Tu relato es una pequeña joya, me ha hecho sonreír.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Roland. Gracias por tus palabras. Si te ha hecho sonreír me doy por satisfecha. Abrazos.
EliminarBuen relato, Amparo, eso de las joyas trae auténtico dolores de cabeza en más e una ocasión. Enhorabuena. Un abrazo
ResponderEliminarHola Arruillo. Yo no tengo joyas. Tal como están las tiempos solo sirven de inversión. Gracias por tu comentario y por tu visita a mi jardín de jazmines abandonados.
EliminarHola, Amparo.
ResponderEliminarVuelo de calcetines, piedras preciosas y unos pendientes portadores de un posible maleficio... Todo ello enmarcado en un diálogo estupendo que, como siempre, arranca una sonrisa que termina en risa. Me ha encantado.
Espero que muy pronto tengas esa bendita piedra vesicular en un frasquito.
Un abrazo.
¿En serio te la dan? Pues me haré un colgante. Qué pena que no produzcamos diamantes o, al menos, perlas, como las ostras.Me alegro de haberte arrancado una sonrisa.Un abrazo.
EliminarMe ha encantado este relato, de lo mas interesante, saludos y feliz semana.
ResponderEliminarHola Jesús. Me alegra mucho que te haya gustado. Gracias por tu visita a este jardín de jazmines abandonados. Abrazos.
EliminarUn relato magnífico y entretenido.
ResponderEliminarTe había perdido la pista. Espero que todo vaya bien y pierdas de vista esas piedras que te están fastidiando.
Un abrazo.
Hola Rafaela. En ello estoy. Mañana me hacen una resonancia y reconozco que esa prueba me pone al borde del pánico. Está semana espero volver a publicar. Los problemas nunca llegan solos. Gracias por tu visita.
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