jueves, 15 de agosto de 2013

Chiquito, chiquito

Foto: Va a hacer un año que se fue y aún no me lo puedo creer. Hoy, su gata es mi gata.

Por fin se ha ido. Creía que hoy no me iba a dejar escribir. Pero ella, mi ama,  sigue dándole al teclado, aunque sólo con la pata izquierda, porque la otra la tiene averiada. Ahora anda liada con su novela, a la que yo llamo la historia interminable porque ya no sé ni el tiempo que lleva escribiéndola. Creo que yo ni había nacido cuando la empezó. Se ha ido - ha dicho- a liberar un móvil, uno de esos aparatitos a los que ella le habla. Yo no sabía que había móviles esclavos, pero bueno, soy una gata y no tengo por qué saberlo todo. 
Tengo que aprovechar el tiempo porque volverá enseguida. En la calle hace un calor que mata ratas y no creo que se demore mucho. Os conté que mi ama y su hija me rescataron de la calle y me cuidaron. A los tres o cuatro días ya empecé a mover las patitas, y a la semana me atreví a saltar del sillón al suelo mientras ella- mi ama- gritaba "se mueve, se mueve". Un pelín histérica sí me pareció. 
Comencé a ser feliz. Descubrí que la casa del pueblo era muy grande y muy vieja, y estaba llena de escondrijos para jugar al ratón y al gato pero sin ratón. Había en la casa por aquel entonces una señora muy muy mayor. No andaba. Estaba siempre sentada en una silla que se movía con ruedas. Seguramente, a ella también la aplastaron contra el suelo como a mí. Tenía el pelo blanco y unos ojos verdes muy cansados. A mí me gustaba, y más de una vez me subía a sus faldas y me pasaba allí horas y horas. Fue por esos días cuando conocí a Tito, el gato de la casa. Me di cuenta enseguida de que era muy guapo pero no sentí nada porque yo aún era muy cachorrita. El me miraba como diciendo: ¿de dónde ha salido esta cosa tan miserable? pero no me bufó ni nada de eso. Parece ser que poco a poco se fue acostumbrando a mi presencia. 
Os he dicho  ya que en la casa había una anciana que me hablaba y me decía chiquito, chiquito. Se ve que no sabía que los gatos tricolor no pueden ser chicos, pero yo no me quejaba porque era muy mayor y no valía la pena. Esta señora. tiempo después, un día de primavera, se fue y ya no volvió más. Puede ser que hubiera gastado todas sus vidas, puede ser que aún vuelva, no se. 
Se acabó el verano y vi cómo hacían las maletas. Yo pensé por un momento que iba a acabar otra vez en la calle, pero como me habían puesto nombre - la Pequeña, me llamaron los muy originales-, no me pudieron dejar. No os riáis. Cuando los humanos le ponen nombre a algo, les cuesta mucho abandonarlo. Así que, de repente, me metieron en una jaula con Tito, pusieron esta a su vez en una gran silla con ruedas y nos vinimos a la ciudad donde ahora vivo. La casa es más pequeña, hay menos camas, pero tienen un sofá muy cómodo donde me echo unas siestas que duran toda la tarde. Porque os diré algo en secreto: mi ama es un poco consentidora con nosotros y nos da más de un capricho. Para compensarla, Tito y yo la hacemos reír, a veces a carcajadas, y a mí me gusta verla así a pesar de que hay algo - que ella llama crisis ,y yo pienso que debe ser una enfermedad-, que la está fastidiando bien. 
Otro día os hablaré de la cantidad de camas que hay en la casa del pueblo; eso si, camas recién hechas, si no, yo ni las piso. Y también os hablaré de un gato negro que he conocido y que es guapísimo, y de que el otro día, cuando mi ama se iba a la ciudad, la perseguí...
Creo que viene a escribir su novela interminable. No quiero que me descubra. Os dejo. 

8 comentarios:

  1. Sí, decididamente chiquito escribe muy bien, casi parece tu alter ego.
    Este relato me ha parecido aún más emotivo que el anterior, se ve que le va tomando el pulso a la tecla.

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  2. Voy a prohibir que esa gata se acerque al teclado. Gracias Elías. Me voy al pueblo.

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    1. Gracias Miriam. Esta gatita me está quitando mi sitio, ja, ja. Tiene más lectores que "yo misma".

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  4. Haceis buen equipo, con la inspiración de ambas siempre tenemos una lectura muy agradable.
    Un saludo.

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    1. Gracias Dean. La verdad es que mi gata me está haciendo una dura competencia. Por aquí anda, intentando que le deje el teclado.

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  5. Yo que tú, escondía el teclado porque esa gata promete.
    Me gustó tanto esta entrada, como la anterior.
    Volveré a visitarte.
    Un abrazo grande,

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    1. Gracias Juglar por tu comentario. La gata va a acabar quitándome el privilegio de escribir. Por aquí anda esperando que me baje a comprar. Gracias por tu visita.

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