sábado, 13 de junio de 2020

La visita


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La ciudad se llenó de flores y brotes verdes. Era como si la naturaleza quisiera gritar su victoria a voz en grito. la mañana amaneció tan hermosa que el confinamiento era como una condena, una condena cuyo único delito consistía en ser humano. Marinela planchaba junto a la ventana abierta de par en par. Intentaba escuchar algún ruido que pudiese aliviar el agobio que sentía, pero en la calle reinaba un silencio tan desapacible como el peor de los ruidos. De repente escuchó como alguien llamaba a la puerta. ¿Quién podría ser a aquellas horas? Le habían comentado en el super que había mucho timante por ahí, mucho listillo que, haciéndose pasar por Dios sabe quien, entraba en las casas y arramblaba con todo. Así que caminó de puntillas hacia la puerta y miró por la mirilla. ¡Era su padre! Abrió la puerta de inmediato.
—¡Papá! ¿Qué haces aquí? ¿Cómo has llegado?
—En taxi. Está en la calle, esperándome.
—¡Dios mío! ¿Qué haces con el sombrero, con el calor que hace...
—Me favorece. ¿Qué te decía? Ah sí, me he escapado de la residencia. He visto la ocasión y ¡zas! me he salido por la puerta trasera mientras entraba una furgoneta.
La mujer no podía salir de su asombro.
—Te estarán buscando por todas partes. Voy a llamar a la residen...
—Ni se te ocurra. La directora debió hacer las practicas en la gestapo. Además, ya te he dicho que solo quería verte, Tengo el taxi en la calle. No se van a dar ni cuenta. 
—¡Pues quédate! ¿Para qué quieres volver ahora, papá?
—Hija, mis novias no me lo perdonarían. Otra razón es que hoy tenemos lasaña para comer y sabes que me encanta. Y esta tarde partida de dominó. Necesito la revancha. Llevo dos días perdiendo. Solo quería verte.
—Pues por verme te vas a meter en un buen lío.
—La mía es una edad para meterse en líos. Siempre le dan la culpa de todo a la vejez y a la demencia. Hay que saber jugar las cartas, hija.
—Tómate un café al menos...
—No quiero nada, hija. Ya son las doce y media. La lasaña debe estar en su punto. Me voy. Solo he venido a decirte que te quiero. A veces me daba vergüenza decírtelo. Cosas de la educación que nos dieron. 

—Yo también te quiero a ti.

El hombre le lanzó un beso con la mano antes de meterse en el ascensor y ponerse la mascarilla. El color de sus ojos era de un azul brumoso, como el de un cielo a punto de descargar una tormenta.
Nada más cerrar la puerta y mientras una lágrima furtiva se escapaba de sus ojos, sonó el teléfono.
—¿Marinela Rivas?
La voz sonaba fuerte, grave. No podía saberse si pertenecía a un hombre o a una mujer.
—Llamo de la residencia. Soy Berta, la directora. Lamento comunicarle que su padre ha fallecido esta mañana. No ha sufrido en absoluto y le acompaño en su sentim,iento.
Marinela sintió que su cabeza se vaciaba, que se quedaba hueca. Le falló la voz.
—No puede ser. El ha...
—Anoche estaba más o menos bien, por eso no la llamamos. Pero esta mañana ha empeorado y a las nueve y media nos ha dejado. Sé que deberíamos haber llamado antes, pero los papeleos, el certificado... Bueno, ya sabe. ¿Está usted ahí?
—Sí.
—Sabe que solo se permite la asistencia de  tres personas al sepelio. ¿Se ocupa usted de eso?
—Naturalmente.
Y colgó, sin añadir nada, sin decir adios. Nunca había creído en aquellas cosas y ahora... De lo único que estaba segura es de que no se lo contaría a nadie. Seguramente había sido un sueño o una alucinación, algo raro, cosas del maldito confinamiento.
Y cuando fue a salir a comprar vio el sombrero de su padre sobre el taquillón del vestíbulo, lo cogió entre sus manos y lo olisqueó. "Adiós papá"—susurró.
En la calle el silencio empezaba a ser angustioso.  

18 comentarios:

  1. ¡Joder! me ha recorrido la espalda un escalofrío en cuanto ha sonado el teléfono, o escribes muy bien o estoy muy sensible o las dos cosas. Abrazos

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    1. Hola Ester.muchas gracias. Me lees con buenos ojos. Me encanta verte por aqui. Un abrazo.

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  2. Sí, me ha pasado como a Ester. Me he quedado con el corazón encogido. Espero, si llega el momento, poder despedirme. Pero, ya he tenido la experiencia de un familiar del que no pude despedirme.
    Esto del confinamiento va a acabar con mis nervios.
    Impresionante, Amparo.
    Un abrazo, Elías.

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    1. Hola Elías. Ojalá todos esos ancianos que han muerto solos hubieran podido hacerlo con la compañía de su familia, como debe ser.Pero las circunstancias han sido muy duras, mucho más de lo que podemos imaginar y de lo que nos han transmitido los medios de comunicación. Ya se acaba el confinamiento, tranquilo. Y muchas gracias por tu comentario. Abrazos.

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  3. ¡Qué bueno!
    Esto del confinamiento, tiene su lado bueno.
    Abrazos.

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    1. Hola Alfred. El confinamiento, una vez se acepta, tiene su lado positivo. Pero los que el virus se ha llevado, se los ha llevado para siempre. Solo espero que ahora seamos prudentes y no vuelva el bicho. Un abrazo.

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  4. Soy Laura.
    Puf, me he emocionado, o dejas de escribir tan bien o me tendré que tomar una tila antes de leerte.

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    1. Hola Laura.Eres una forofa incondicional. Ojal todos esos ancianos fallecidos hubieran podido despedirse de sus seres queridos. Gracias por tu comentario.

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  5. Me has puesto la piel de gallina, hay una ternura en esa despedida...

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    1. Hola desconocido. No lo pretendía. La ternura ha salido sola. Gracias por tu comentario. Un abrazo.

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  6. Impactante, este relato auna muchos sentimientos de rabia, de amor, de...
    A veces la despedida es necesaria, tanto que la otra vida no te permite la entrada sin ella y , tu no quieres entrar sin hacerla.
    Espero que cuando me toque pueda acudir a todos mis seres queridos para despedirme.
    Un saludo

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    1. Hola Jesús. Debe ser terrible morir en soledad, aislado, alejado de los que más quieres. Esta pandemia es realmente dura. Un abrazo.

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  7. Sensibilidad, ternura, emociones... transmite tu relato a raudales. Un texto muy bien relatado. Un placer leerte. Me ha encantado. Saludos

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  8. Hola Antorelo. Gracias por tus palabras. Me llenan de ánimo y de ganas de seguir escribiendo. Un abrazo.

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  9. Muy emotivo el relato, Amparo. Vivimos tiempos que tenemos las emociones a flor de piel. Enhorabuena. Un abrazo

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    1. Hola Arruillo. Sí, ha sido un tiempo de emociones intensas y de convivencia máxima. La verdad es que yo no lo he pasado mal, pero espero que no vuelva a suceder. Gracias por tu comentario. Un abrazo.

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  10. Ojala todas las personas que en estos dias han perdido a un ser querido hubiesen tenido al menos en su imaginación la oportunidad de poder despedirse de ellos y oir lo que mas se necesita en esos momentos un"sabes que te quiero" eso debe ser muy confortable. No el desespero de pensar que se ha ido y tan siquiera he podido despedirme de el..... Creo que pasaran muchos años en superar esa pesadilla.

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  11. La despedida, el acompañamiento es esencial. Y los que no han podido estar junto a los suyos en ese momento sentirán un vacío muy difícil de llenar. La muerte en soledad es inhumana. Pero es que no debemos olvidarnos que estamos viviendo una pandemia. Gracias por comentar. Abrazos.

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