martes, 2 de septiembre de 2014

Qué difícil es viajar para nosotros, los gatos.


Hace unos días mi ama y yo volvimos a Valencia desde el pueblo en el que nunca llueve. Primero tuvimos que ir del pueblo hasta la estación de tren más cercana. A mí - lo confieso- no me gusta el transportín porque no sé adonde me llevan, pero en vez de pegar cabezazos contra la puerta, como hace Tito, yo me conformo, doy dos maullidos y me pongo cómoda. 
La luz amarilla de la tarde entraba por las rendijas de mi jaula, hacía calor  y soplaba un poco de aire en aquel andén insulso y desierto. Cuando subimos al tren mi ama me dijo: 
- Tu calladita, porque de lo contrario me harán pagar medio billete. 
- Mau -contesté yo escandalizada-, que quería decir: Cómo voy a pagar medio billete de tren si no voy en un asiento, si estoy aquí metida en esta cárcel portátil como si fuera una tigresa salvaje, que ya me gustaría. 
Pero cuando se acercó el revisor, mi ama dio una patadita al transportín y lo introdujo bajo el asiento. Yo me quedé muy callada y muy quieta para que nadie se diese cuenta de mi presencia. El viaje se me hizo rápido. Llegó la noche como una sorpresa y me quedé medio dormida. Cuando llegamos a Valencia era ya oscuro, pero en la estación había mucha gente cargada con bolsos, maletas y transportines. Yo intenté avisarles de lo del medio billete, pero mi mau se perdió con el ruido de la entrada de un talgo procedente de no se dónde. Mientras cruzábamos el semáforo de la calle Xátiva, mi ama me dijo: 
- Lo vamos a intentar pero ya verás lo que pasa. 
Yo no sabía lo que íbamos a intentar, quizás es que en el autobús también tenía que pagar medio billete. 
Pero no. Era peor que todo eso. Cuando por fin llegó el autobús de la línea ocho, el conductor le dijo a mi ama. 
- No puede subir con el transportín. 
- ¿Por que?
- Lo dice la normativa. Imagine que lleva usted una boa. 
- Pero si llevo un gato. 
- Pues no puede. Lo siento. 
- Pues en Barcelona y en Zaragoza  se pue...
- Pero está usted en Valencia...
- ¿Y a quién le puede molestar mi gato? 
- A quien tiene alergia a los gatos, por ejemplo. 
Os voy a contar un secreto: yo creo que eso de la alergia a los gatos es algo que se han inventado los médicos cuando no tiene ni putgata idea de a qué le tiene alergia el paciente. Puede ser que sea al sapenco o a los carunchos, pero como ni ellos ni yo sabemos qué significan estas palabras, pues se ponen las gafas, se alisan el pelo y afirman: esto es sin duda alergia a los gatos. 
 Yo creo que ella, mi ama, lo sintió más que el conductor de aquel autobús porque  no le quedaba más remedio que volver a casa a pie, por Guillém de Castro. Y volver a casa en agosto, sola, con una mochila a la espalda y una incómoda jaula con una gata preñada, bordeando el barrio chino de Valencia (en el que supongo viven todos los chinos de la ciudad), pues no era muy agradable. 
Pero el caso es que vinimos hablando. Ella decía: jolín, cómo pesas, y yo le contestaba Mau, que en este caso quería decir  la culpa la tienes tu, no me cebes.
 Cuando llegamos a casa, Tito nos esperaba tras la puerta. Le brillaban los ojos y movía la cola de alegría. A mí se me pasó enseguida el cansancio; a ella también. Porque el hogar está donde están los seres que amas.  
Qué cursi me pone este calor.

8 comentarios:

  1. ¡ Enhorabuena !
    Vas a tener gatitos.

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  2. Una odisea, pero al final ya estas en casa. Un abrazo

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    1. Una odisea, sí, y digo yo ¿qué molesta más en un autobús, un gato encerrado en su transportín o un borracho metiéndose con la gente, por ejemplo?

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  3. Me encanta como escribes.
    Esa aparente sencillez... Escenas costumbristas a menudo salpicadas de pequeñas dosis de realismo mágico.

    ¡Gracias por escribir!

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    1. Bueno, no sé qué decir. La verdad es que me gusta escribir desde la sencillez para que todo el mundo me pueda leer. Gracias a ti por leerme y por tu comentario.

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  4. Menos mal que en el fondo, a los gatos, no les gusta viajar, por tanto un sufrimiento menos para ellos sus dueños.- Un abrazo, Amparo.

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    1. A los gatos no les gustan nada los cambios y de los viajes mejor no hablar. Les gusta estar en casa, en el lugar más cómodo y más fresco - en verano, y más cálido en invierno. Saben vivir. deberíamos aprender de ellos. Un abrazo.

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