martes, 2 de junio de 2020

El confinamiento de Anibal


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Su hija se había ido al apartamento a pasar el fin de semana. En marzo cambiaba la luz, cambiaba la estación, resucitaba la vida.
—Te dejo al gato, mamá. El domingo por la noche lo recojo.
—Ni se te ocurra. La última vez que me lo dejaste me arañó la tapicería del sofá y me bufó como una fiera.
—Mamá, por favor. Dale una oportunidad. Pero si se pasa el día comiendo y durmiendo...
La mujer se lo pensó durante unos segundos.
—De acuerdo, pero el domingo a las diez en punto te quiero aquí para recoger al monstruo.
—¡Mamá, eres un cielo!
—¡Soy idiota, pero ya no tengo remedio. ¿A qué hora me lo traes?
—A las seis, cuando salga Oscar de trabajar.

Y a las seis de la tarde su hija y el gato estaban allí. El felino, negro y brillante como una joven pantera, le miró con desconfianza desde sus ojos amarillos.
—Te he traído su comida, sus juguetes, su cama y su arenero.
La mujer observaba al gato.
—Pero si parece el diablo, míralo, con esos ojos amarillos. Creo que no le caigo nada bien.
—¡Qué tonterías dices! Pero si es un amor de gato...  Bueno, te dejo que Oscar ha aparcado mal. ¡Pasadlo bien!
«Encima recochineo»—pensó la mujer mientras ponía la manta del gato junto al balcón, donde llegaba el sol dorado de la tarde.  Después puso la televisión. Quería saber cómo iba la trayectoria de aquel maldito virus chino, como ella le llamaba. Las noticias eran terribles. El virus había llegado a Italia causando la muerte y la desolación de miles de personas. Era improbable—decían las noticias— que la epidemia llegase a España, y se estaba haciendo todo lo posible para frenar su expansión. Aníbal, el gato se llamaba Aníbal, se había tumbado en su manta después de olisquear todo el salón. Estaba en tensión, con el cuello erguido y la mirada interrogante. La mujer pensó que lo mejor era no hacerle caso y dejar que se fuera adaptando poco a poco.
El domingo amaneció tranquilo. Olía a primavera, a resurrección, a vida renacida. Mientras desayunaba la mujer puso la radio y escuchó tres palabras que le hicieron más efecto que el café de Colombia: Estado de alarma.
¿Estado de alarma? ¿Qué significaba aquello? ¿Qué coño pasaba? ¿Tan grave era la situación? Comenzó a pasear arriba y abajo por el salón mientras Aníbal la miraba moviendo la cabeza como quien observa un partido de tenis. Al final, presa de los nervios, llamó a su hija por teléfono.
—¿Qué es eso del Estado de alarma, hija? Estoy un poco nerviosa.
—¿Te has tomado las pastillas de la tensión?
—Que sí. Explicame lo del Estado de alarma. No me suena nada bien. 
Se hizo un corto silencio más expresivo que cualquiera de las palabras que hubieran podido pronunciarse.
—No podemos salir de casa, mamá. Solo para comprar comida o ir a la farmacia.
Otro silencio.
—¿Pero vosotros venís esta noche?
—No podemos. Estamos en Benissa. Nos pararía la policía. Nos pediría explicaciones que no podemos dar. Vamos a quedarnos aquí.
—¿Y el gato?
—¿Se porta bien? Se queda contigo, claro. Espero que no te importe. Te quiero mamá. Te dejo que vamos a comprar antes de que la gente desvalije los super. Un beso.
La mujer se quedó con el móvil en la mano, parada en medio del salón, con la boca entreabierta, como si se hubiera convertido en estatua de sal. Poco a poco iba dándose cuenta de lo que sucedía. Se quedaba confinada, encerrada en casa, atrapada con aquella temible pantera negra disfrazada de gato. No podría soportarlo.
Pero lo soportó. Al principio Aníbal y ella se esquivaban, hacían como que no se veían. Ella le ponía su comida, le limpiaba el arenero y evitaba mirar aquellos ojos amarillos que la observaban con curiosidad. Hasta que una noche la obligada soledad la hundió en la miseria. Sin venir a cuento, sin saber por qué, comenzó a llorar, al principio con suaves gimoteos; luego, a mares. Y fue entonces cuando Aníbal saltó sobre su falda, la miró asustado y comenzó a lamerle las lágrimas. Luego se quedó dormido en su regazo, con la placidez que da la confianza, y ella sintió una sensación nueva, reconfortante, una sensación que aliviaba su dolor y que eclipsaba su miedo. 
Al día siguiente descubrió que a Aníbal le gustaba jugar. Corría detrás de las pequeñas pelotas, disfrutaba con los ovillos de lana, con los hilos, con las cuerdas. Y ella volvió a reír a carcajadas, como antes, como hacía tiempo.  Por las tardes, mientras veía alguna serie en la televisión, el gato se arremolinaba junto a ella y dormía un buen rato. Al cabo de un par de semanas se habían hecho inseparables. Cierto es que a veces se afilaba sus largas uñas en el tapìzado del sofá, pero ya no le importaba. la compañía lo compensaba, las risas compensaban los destrozos.
A finales de junio el presidente del gobierno compareció. En realidad lo hacía todas las semanas y sus discursos eran largos, muy largos. Aníbal solía dormirse y a veces ella también. pero aquel día tanto el gato como ella estaban con las orejas bien abiertas. "A partir de la fase tres— había dicho el presidente—, ya se podía viajar a otras provincias. Eso significaba que su hija y Oscar saldrían de su confinamiento y volverían a la ciudad. Eso significaba que se llevarían a Aníbal para siempre. La pequeña pantera de ojos amarillos volvería a su casa y ella volvería a quedarse sola. 
La melancolía la acompañó durante todo el día y Aníbal se dio cuenta. Se sentaba frente a ella y ladeaba la cabeza como si quisiera preguntarle qué le pasaba. Ella le acariciaba el lomo brillante y él pasaba su cara por sus piernas  una y otra vez. A las ocho de la tarde cogió el móvil y escribió las palabras que había estado pensando durante todo el día: 
—Lo siento muchísimo. Aníbal se ha perdido. He puesto carteles por todo el barrio. Igual vuelve.  Estoy desolada.
Sabía que no habría podido soportar el largo confinamiento sin la compañía de aquella bola de pelo suave y negro.. Y si la descubrían, siempre podía decir que el gato había vuelto inesperadamente. 
Nunca se había sentido tan feliz después de mentir. 

27 comentarios:

  1. Emotiva, entrañable, limpia,... ¿qué más se puede pedir?
    Cada día te superas.
    Como sigas así vas a conseguir que hasta a mí me gusten los gatos.
    A distancia, claro, tampoco hay que...
    Relatos así son los que se necesitan ahora.
    Gracias,
    Elías.

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    1. Gracias Elías.No sabes cómo nos han acompañado mis dos gatos durante el confinamiento. Son animales magníficos. Muchas gracias por leerme y compartir. Un abrazo.

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  2. Elegantes, independientes,sigiloso... Una excelente compañía. Me ha gustado mucho tu relato. Saludos.

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    1. Hola Antorelo. Los gatos te roban el corazón. Tardan más en confiar en ti, pero cuando lo hacen es para siempre. Me alegra que te haya gustado el relato. Gracias por comentar.

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  3. Soy Laura. Precioso, lo relatas tan bien que parece que vives la situación y conoces al gato de toda la vida.

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    1. Hola Laura. Sabes que soy una gata, ja ja. Me encantan. Gracias por leerme. Hablamos.

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  4. Ampa seguro que esto lo has escrito pensando en mi. Relato tierno, dulce y con mucho setimiento pero no me vas a cambiar de opinion los gatos los veo preciosos en casa de los demas, en fotos o incluso en cuadros y eso que siempre me han dicho que tengo ojos de gata.... ����

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    1. Y tienes unos preciosos ojos de gata, si. Te conquistarian el corazón, seguro. Gracias por leerme.

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  5. Si es que al final la compañia la ha salvado de la soledad. Un buen final. Abrazos

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    1. Hola Ester. Yo he pasado el confinamiento con mi familia y mis gatos. Nos han dado risas, carcajadas, compañía, ternura... Y me quedo corta. Gracias por visitarme.

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  6. Que mala es la soledad. El estado de alarma a abierto muchos ojos.
    Un relato inspirador.
    Un saludo

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    1. Hola Jesús. La soledad es terrible. El estado de alarma nos ha enfrentado a nosotros mismos.Gracias por comentar.

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  7. ¡Caray! Me ha gustado por ameno y sobre todo porque aunque no tengo animales debido al reducido espacio de mi hogar, adoro Los Gatos. Es muy simpática a mi parecer la actitud de la protagonista con esa mentirijilla que el lector comprende. La foto, de igual forma, acompaña al texto y esa imagen se hace querer.Estos jazmines tuyos me complacen por abandonados: ¡Un Nómada como Yo, se queda entre tus seguidores! Con asaz cordialidad, .....¡ P é r e z ! 🐱‍👤

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    1. Hola Maese Pérez. Bienvenido a este sencillo y abandonado jardín. Los gatos conquistan el corazón. Los míos nos han alegrado el confinamiento. Te recomiendo leer el relato La invasión final. Gracias por comentar.

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  8. No me gustan los gatos e incluso te diría que les tengo una cierta adversion. Lo cual no quita que haya encontrado un cuento que rompe una lanza a favor de las mascotas
    Lo cual es fantástico. Hasta me ha parecido una historia conocida y todo.
    ;)
    Un abrazo.

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    1. Hola Albert. Bienvenido a mi jardín Me alegra que te haya gustado el relato aunque no te gusten los mininos. A nosotros nos han dado una gran compañía durante el confinamiento. Gracias por comentar. Saludos.

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  9. Ay, que tierno, al final los animales llenan un hueco tan grande, dan tanto amor y compañía. He sentido un poco de pena por tu prota, esa soledad sólo aliviada por la presencia de Aníbal, y esa pequeña mentira para estar mas tiempo con su pequeña pantera.
    Saludos
    :)

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    1. Hola Ana. Cuando un gato te conquista, te conquista para siempre. En casa tenemos dos y no sabes la de risas que nos han arrancado todos estos meses de confinamiento. Tienen fama de ariscos, pero los míos no lo son. He querido hacer un pequeño honemaje a todos esos animales de compañía que han estado junto a nosostros en el confinamiento. Gracias por comentar.

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  10. No me gustan las mascotas en casa y aún menos los gatos, pero he de reconocer que a muchas personas les hacen mucha compañía.

    Saludos

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    1. Hola Emilio Manuel. Si no te gustan los gatos es que no has conocido al adecuado. Ja ja. Es broma. No te puedes imaginar la compañía que hacen y la alegría que dan. Muchas gracias por comentar. Un abrazo.

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  11. Me ha encantado. Una fiel descripción de la realidad. Seguro que ha habido muchas historias similares acalladas entre las paredes que nos han confinado. ¡Qué bonito que la soledad haya unido a esa mujer con ese gato al que odiaba y temía al principio!

    Con tu permiso me quedo encantada en tu rincón, y por si te animas, te invito a participar en mi reto mensual de escritura creativa. La edición de este mes está en marcha desde el 1 ya.

    Un abrazo.

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    1. Hola Rebeca. Me encanta que te haya gustado mi relato. Los animales de compañía nos han ayudado en el confinamiento. Gracias por quedarte en mi pequeño jardin de jazmines abandonados. Miraré lo del reto. Un abrazo.

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  12. Es muy real,relato corto donde describes lo ocurrido en tres meses,tiempo de soledades,de tristezas de reinvención,del descubrimiento del amor en unos ojos cuando más lo necesitas.Como desmontas los prejuicios!!!y el gato que describes es un ser tan creíble .....me dan ganas de coger uno ....Lilhit la de ojos de Baghira se lo comería!!!!! Mejor no

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    1. Hola Angeles. Llevo mucho tiempo conviviendo con gatos y aun asi, a veces siguen siendo un misterio. A mi los mios me han hecho reir durante el confinamiento. Y rso no tiene precio. Por cierto, Lilith es preciosa. Abrazos.

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  13. Me ha encantado. En un momento en que algunos tenían miedo hasta de las mascotas olvidamos la soledad de tantos que están solos y que pueden encontrar en un animal tanta paz y tanto cari cariño.

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    1. Los animales están siempre ahí, también en los malos momentos. Va a ser duro para ellos volver a quedarse ratos solos en casa. Volvemos a esa llamada nueva normalidad. Un abrazo.

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  14. Qué bueno el final, jajajaja. Yo tengo una gatita qe es un amor y entiendo perfectamente de lo que hablas.
    Besitos!!

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