Mi madre tenía un secreto y me lo contó cuando yo tenía quince años. Era un secreto doloroso, cruel, terrible, que ella no pudo olvidar durante el resto de su vida. Mi padre también tenía un secreto que nunca nos quiso contar. A menudo decía que se lo llevaría con él a la tumba. Y se lo llevó. Pero años después mis primas me lo contaron. Era un secreto de vida o muerte, un secreto que él no quiso contarnos para no influir en nuestra forma de pensar. Afortunadamente, fue vida.
¿Guardáis vosotros algún secreto? ¿Todavía no? Posiblemente, quién no tiene un secreto a buen recaudo es que aún no haya vivido lo suficiente. Yo ya llevo un trecho de vida y confieso que guardo algún que otro secreto, algo que quizás lleguemos o no a contar pero que, por ahora, habita en ese rincón oscuro y profundo de la memoria donde permanece aquello que, quien sabe por qué razón, no queremos contar.
Secretos profundos como simas angostas, secretos que se convierten a veces en compañeros indeseables pero muy fieles. Secretos que podrían hacer girar la rueda de la historia como una noria. Secretos inconfesables, no por perversos, sino por dolientes. Secretos inolvidables, no por fascinantes, sino por insoportables. Secretos ocultos en los pliegues de la piel, enmascarados en sonrisas huecas que al final se han transformado en sonrisas verdaderas.
Y secretos hermosos como luces que, de pronto, hacen estallar la oscuridad en mil pedazos. Secretos del pasado que ya a nadie importan y que, sin embargo, mantenemos confinados a cal y canto. Secretos dulces como nubes de algodón o agrios como limones, o amargos como cerveza negra. Secretos que, a pesar del paso erosionante del tiempo, permanecen guardados entre líneas, emboscados entre otros más anodinos, entre aquellos que no dejan huella y llegan a confundirse con todos.
Secretos ajados pero aún supervivientes. Secretos que nos acompañarán hasta el último suspiro, que hemos guardado durante años con voluntad obsesiva, eso sí, dejando pistas aquí y allá, como los niños del cuento dejaban miguitas de pan para no perderse. Pistas que, sin duda, el viento del tiempo borrará más pronto o más tarde. Secretos -algunos- maravillosos donde correr a refugiarse cuando la realidad se hace insufrible. Secretos que nos recuerdan, ahora que ha llegado la hora de la invisibilidad, que algún día fuimos objeto de deseo.
¿Guardáis algún secreto?
Unos cuantos guardo.
ResponderEliminarMorirán conmigo.
Hay secretos que mejor no revelar nunca.
Besos.
Tienes razón. Hay cosas que es mejor no contar, no porque sean malas ni buenas sino porque son muy nuestras. Gracias Toro por tu visita.
EliminarSí, algún secreto hay escondido en algún rincón, que, como dice Toro Salvaje, es mejor no revelar nunca.
ResponderEliminarHay secretos que, como aquello de "que tu mano derecha no sepa...", es mejor no conocerlos ni uno mismo.
Lo malo es que, como el cuento, "Al despertar, el secreto sigue ahí".
ERes única en tocar la fibra sensible.
Un abrazo.
Gracias Elías. No debemos ni podemos ser transparentes porque entonces somos demasiado vulnerables. A veces, nuestros secretos nos protegen.
EliminarHay secretos a voces, pero es mejor callar y guardar lo que solo tú sabes y no quieres que nadie sepa.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Airblue. Desde luego, si queremos que algo no se sepa es mejor no contarlo a nadie. No hay que olvidar que la traición puede venir de cualquier parte.
EliminarLos secretos pueden ser una carga para el que tiene que guardarlos encerrados, pero en ocasiones es necesario que estén encerrados, que nadie llegue a ellos. Yo soy una buena confidente, una buena guardiana de secretos.
ResponderEliminarMuy buen texto Amparo.
Un abrazo
:)
Gracias Ana. Qué bonita frase. La guardiana de secretos, podría ser un libro interesante. Lo que digo en el texto, bien encerrados y, en todo caso, dejando alguna pista aquí y allá.
EliminarAlgún secreto ...??? quizás haya alguno que, cómo decia tu padre, se ira a la tumba conmigo...
ResponderEliminarUn abrazo y gracias por visitar mi blog .
Hola Chelo. Es difícil llevar un tiempo en la vida y no tener ningún secreto en el que refugiarse de vez en cuando. Gracias a tí por tu visita.
EliminarMuy bien lo dices, amiga. De mucho gusto.
ResponderEliminarAbrazos
Hola José Valles. Bienvenido. Por cierto, compartimos segundo apellido, Valdés.
EliminarMejor que así no fuera, pero en la vida todos tenemos algo que callar, algún secreto bueno o malo... da lo mismo, es secreto.
ResponderEliminarUn abrazo.
Todos tenemos algún secreto, y hay algunos tan maravillosos que pensamos que al contarlos perderían toda su magia.
EliminarUn día al pedir una tapa en un bar le dije al camarero: ¿tienen secreto? Y me contestó: Sí, pero no se lo diga usted a nadie... Los secretos, a la tumba sino dejan de serlo.- Besos
ResponderEliminarY es mejor que algunos nunca dejen de serlo. Como bien dices Arruillo, a la tumba o la hoguera final.
EliminarTodos tenemos cosas que guardamos para nosotros mismos, pero a la vez nos encantaría conocer los secretos de los demás. Nuevamente, la dualidad del ser humano.
ResponderEliminarInteresante cuestión, Amparo. Y muy bien resuelta por tu parte.
1b7.
Los secretos de los demás se sospechan, se intuyen, pero no se pueden sonsacar. No sería una buena idea. Además, ya se sabe: secreto por secreto, para asegurar la discreción.
Eliminar