Sierra Espadán (Castellón), escenario de violentas batallas.
Sólo tenía diecisiete años cuando se fue a la guerra. La Quinta del biberón, los llamaron por su corta edad. Sobrevivió de milagro, como solía contarnos en las largas tardes de invierno. Alguien lo confundió con otro y lo dieron por muerto en la batalla del Castillo de Castro, en la escarpada Sierra Espadán.
Muchos años después, cuando mi hermano y yo éramos pequeños y pasábamos las vacaciones en su pueblo natal, en el Alicante profundo, mi padre adoptó una costumbre que en aquel momento me pareció un poco ridícula y, sin embargo ahora me llena de nostalgia.
Por la noche - nos contaba-, cuando hacíamos guardia en las trincheras, teníamos que decir "centinela alerta", y el siguiente soldado de guardia debía contestar "alerta está". Si no contestaba - seguía contando mientras mi madre desaparecía rauda hacia la cocina-, era, o bien que se había dormido o que había sido abatido por fuego enemigo.
Y una noche de verano, de no sé qué año, inició el juego.
- ¡Centinela alerta! - gritaba desde su habitación-,
y mi madre le contestaba:
- Alerta está.
Para a continuación decir también: Centinela alerta. Así hasta que el mensaje llegaba a mí, que era la más pequeña. Después de formulado el santo y seña, ya podíamos dormir.
Y ahora, muchos años después, cuando llega la noche y la luz de la luna entra a través de las cortinas, susurro:
- Centinela alerta.
Pero nadie responde. Sólo un silencio profundo, largo, henchido de palabras ausentes y dolientes.
Oh...
ResponderEliminarEl final es un zarpazo en el corazón.
Entrañable, porque lo es y mucho... pero duele.
Hoy un abrazo enorme para ti.
Gracias Toro. Duelen, y mucho, las ausencias y los silencios. Duelen incluso los buenos recuerdos. Otro abrazo para tí y tu china.
EliminarPrecioso relato y tristes recuerdos. Me ha encantado. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias Rafaela. Como le he dicho a Toro, a veces duelen hasta los buenos recuerdos.
EliminarDuelen los recuerdos, pero hay voces que quedan grabadas en el alma. Intenta escucharlas con el corazón.
ResponderEliminarAbrazos.
Y tanto que quedan grabadas en el corazón, pero ese nunca jamás es terrible. Abrazos para tí.
EliminarDices con muy buen gusto, amiga. Estupendo!
ResponderEliminarAbrazos
Gracias José. Son recuerdos que quedan para siempre, mientras la memoria no nos traicione.
EliminarBellísimo modo de bucear en los recuerdos de la tierna infancia. Nos das alas para volar sobre los nuestros.
ResponderEliminarUn relato esencialmente nostálgico, dulce y muy próximo.
Besos.
Gracias Mar. Hay recuerdos que morirán con nosotros y éste es uno de ellos. Un abrazo.
EliminarDesde Eslida, puerta de la Sierra Espadán, te contesto:
ResponderEliminar¡ Alerta está !
Feliz verano.
Gracias Elías. Preciosa población Eslida y escenario de la guerra civil. Feliz verano.
EliminarNostálgica anécdota. Un santo y seña que ya forma parte de tu familia, una manera diferente de decir que todo esta bien. Aunque esa frase final es un poco demoledora, no nos gusta la soledad, el vacío de los que ya no están.
ResponderEliminarSaludos Amparo
Y un día los centinelas ya no contestaron. A veces no apreciamos suficientemente lo que tenemos. Cuando escuchamos el silencio, nos damos cuenta de lo que perdimos.
EliminarBonita y tranquilizadora forma de saber que los tuyos están bien. Mi padre también perteneció a esa Quinta, y recuerdo las poquitas cosas que contaba.
ResponderEliminarMe has hecho recordar y sonreír con alguna lágrima.
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Un saludo
Hola Jesús. La quinta del biberón, la llamaban. Se fueron a la guerra sin saber dónde iban, en el bando que les había tocado. Alguna que otra historia iré contando.
EliminarMUY BUENAS TARDES, Amparo. Esa foto que has puesto me suena mucho y, a pesar de la barbarie que tuvo lugar en esa zona (como en otras muchas) durante la Guerra Civil, pues es cierto que tiene una belleza conmovedora.
ResponderEliminarEn un pueblo muy cercano a esa zona vivía el que hoy sería mi tio. Era monaguillo, 15 años...pero lo fusilaron, a él y a unos cuantos más, los del Frente Popular. Todavía no había comenzado la Guerra.
Un besazo!!!
La sierra Espadán es una preciosidad. Mi padre nos llevaba a mi hermano y a mí a ver las trincheras, que él recordaba perfectamente dónde estaba. Por cierto, el 12 de diciembre del 36, mi abuela también fue fusilada por los milicianos del Frente popular, en Valencia. Memoria histórica.
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