viernes, 22 de marzo de 2013

Teresa y las trenzas de colores


Había una vez una niña llamada Teresa que vivía en una pequeña casa en el bosque, junto a una laguna de aguas cristalinas en el Reino de Villargordo. Era éste un reino pequeño como un garbanzo y tan precioso como una gota de rocío. En ese feudo de ensueño había un príncipe que un buen día decidió que quería conocer una joven para compartir con ella el resto de su vida.
Así que el paje del príncipe, que era un hombre gordinflón y de anchas mejillas coloradas, hizo un bando en el que daba a conocer la voluntad del príncipe de encontrar una bella joven que pudiera convertirse en su esposa.
Teresa era una doncella preciosa, con dulces ojos claros y el cabello del color de una puesta de sol o de una hoja en otoño. Cuando se enteró de que el joven y apuesto príncipe buscaba novia, le dijo a su madre:
- Yo quiero ir al palacio, mamá. Probablemente, no me escogerá a mí, pero quiero conocer al príncipe. 

 Teresa, además de guapa, era hacendosa, risueña y feliz. Por las mañanas ayudaba a su madre en las tareas de la casa, y por las tardes acudía a la escuela para aprender geografía, matemáticas e historia.

- ¿Y para que quieres convertirte en princesa? - le dijo su madre-. Nosotros somos gente sencilla que no está acostumbrada a vivir entre lujos.
Pero la joven Teresa estaba tan ilusionada que al final su madre cedió y se pasó toda una noche entera cosiéndole un vaporoso vestido de raso y de tul.
Al día siguiente, nada mas amanecer,  Teresa se dirigió al castillo de las seis torres, que era donde vivía el joven príncipe. Cuando llegó, se dio cuenta de que no había sido la única en responder al llamamiento del paje, porque más de veinte muchachas con preciosos vestidos y delicados tocados hacían cola ante las puertas del castillo.
Cuando Teresa llegó a la presencia del príncipe, éste le dijo:
- Eres una joven muy hermosa, Teresa. pero tu cabello... Me gustaría que lo llevases recogido en tres trenzas, y que cada una de ellas fuera de un color; una la tintarás de azul, la otra de rosa y la otra de verde.
Teresa le prometió que así lo haría y volvió a su casa, paseando por el bosque, un poco confundida. 
Así que durante los meses siguientes, Teresa se dejo el cabello muy largo y lo recogió en tres trenzas, que pintó, una de azul, la otra de rosa y la otra de verde. 
Pasado un tiempo, Teresa volvió  a visitar al príncipe. Para la ocasión, se había puesto un delicado vestido de color azul purpura y una diadema que su madre había elaborado con margaritas, amapolas y lirios del bosque. Cuando llegó a la presencia del príncipe, éste le dijo: 
- Eres una joven muy hermosa, Teresa, pero tu cabello...
- Llevo tres largas trenzas de colores- replicó Teresa- como vos me dijisteis. 
- Ya lo se - le contestó el príncipe-, pero pensándolo bien, me gustaría que fuesen seis las trenzas, una rosa, una azul, una roja, una verde, una amarilla y una gsduemvfu. Teresa no entendió la última palabra pero a pesar de eso, le volvió a decir que así lo haría, y regreso a su casa atravesando el bosque y totalmente desconcertada. ¿Cuál sería el color gsduemvfu?- se preguntó- 
Su madre la esperaba junto a la puerta bordando un precioso vestido de color malva. 
- ¿Qué te ha dicho esta vez el príncipe, hija mía?- le preguntó al verla llegar-
- Que me haga seis trenzas, una azul, una rosa, una roja, una verde y una amarilla y una... gsduemvfu
-gesdu... qué - pregunto extrañada su madre? ¿Pero cuál es ese color?
- No te preocupes -dijo Teresa- Ya lo averiguaré. 
Pasó apenas unas semana y Teresa se fue al bosque para que su madre pudiera hacerle la más hermosa de las diademas, Y cuando ya estaba de regreso a casa, escuchó una vocecilla que le llamaba desde detrás de un grueso árbol. 
- ¿Quién eres?- preguntó Teresa-. ¿Dónde estás? 
- Aquí abajo - respondió la voz. 
Se trataba de un gnomo del bosque, seres tan pequeños como inteligentes y audaces. Llevaba un gorro extremadamente grande para su diminuta cabeza y Teresa no pudo evitar echarse a reír. 
-¿De qué te ríes?- dijo el gnomo un poco indignado- Anda que tu con esas trenzas de colores...
-¿No te gustan?- preguntó Teresa. 
-Pues no ¿y a ti?
la pregunta cogió tan de sorpresa a la joven que no supo qué responder.
La  doncella regresó a su casa pensando en lo que le había dicho el gnomo del bosque. En realidad, a ella tampoco  le gustaban nada las trenzas de colores, pero es lo que el príncipe le había pedido.
Después de cenar se sentó en el porche de su sencilla casa a seguir cosiendo la diadema de amapolas y margaritas silvestres, Estaba comenzando a pensar que el gnomo tenía razón.  Además, nunca lo iba a conseguir porque estaba convencida de que el color gsduemvfu ni siquiera existía. Sin pensárselo dos veces, se cortó las trenzas de colores, y dejó sus hermosos cabellos a la altura de sus mejillas.
Cuando llegó el día en el que la joven Teresa tenía que presentarse ante el príncipe, se puso un sencillo vestido de color verde esmeralda y los zapatos que siempre usaba para ir a la escuela.
Delante del palacio real se congregaban una gran cantidad de muchachas. Todas llevaban el cabello recogido en extraños tocados y vestían preciosos vestidos confeccionados con sedas multicolores y finisimos rasos.
Cuando llegó el turno de Teresa, el príncipe le dijo:
- ¿Donde están las trenzas de colores que te pedí que llevases?¿Y la que te dije que pintases de color...
- Ese color no existe, alteza - contestó Teresa alzando la barbilla con donaire. 
-¿Y ese pelo tan corto?- volvió a preguntar el príncipe- 
- No me gustaban las trenzas y las corté. 
- ¿Y ese vestido tan sencillo?
- Es el que me pongo para ir a la escuela.
El príncipe, al principio, se quedó muy pensativo, pero luego sonrió abiertamente. 
-Seras tú, Teresa -le dijo- la reina de mi Reino, la estrella de mi cielo, la luz de mi corazón, porque sólo tu has sido lo suficientemente sensata para no ceder a todos mis tontos caprichos.
Una semana después, el príncipe y Teresa unían sus vidas para siempre en el palacio real. Y cuenta la leyenda que todos los gnomos del bosque acudieron a la boda. 

4 comentarios:

  1. Tiene la frescura de tu prosa cantarina.
    Está muy conseguido para ser un cuento para niñas, un cuento de princesas del bosque. Un buen instrumento para enseñar que lo importante es ser un@ mism@, que lo importante es la autenticidad. Que sólo de esa forma podrán querernos por nosotros mism@s y no se producirá el inevitable desengaño.
    Pero no podemos olvidar que es eso un cuento, que los gnomos no existen.

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    1. Gracias Elías. Las niñas pueden entender una cosa y los adultos otra. Es uno de los cuentos que le escribo a la nieta de Charo, la hermana del señor que cuide en la Fe, pero sirve para cualquier niña. No debemos exigir a quienes amamos y nos aman, cosas imposibles. ¿Cómo que los gnomos no existen?

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  2. Bien!! Lo primero y principal, aplicarse el cuento a nuestro cuerpo y mente principesco o no. Hay que aceptarse y quererse mucho tal cual somos, no como quieran encasillarnos los demás, porque todos somos diferentes y maravillosos. Difícil, pero no imposible.

    Besotes.

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    1. Exactamente. Fijate que el principe exige a Teresa algo imposible de cumplir. Y ella se da cuenta. Los que de verdad nos aman nonos pueden hacer esclavos de sus caprichos.

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