viernes, 4 de enero de 2013

Viernes, 4 de enero

Hace una buena noche- sobre diecisiete grados-, y mientras en esta víspera de reyes la gente compra convulsivamente todo lo que le ponen por delante, otros buscan chatarra en los contenedores o, enfundados en viejos y largos abrigos, ayudan a aparcar en las pocas zonas no azules que quedan en la ciudad. Yo también regreso de comprar cuatro tonterías con los pies doloridos y los dedos de las manos amoratados por el peso de las bolsas. A mi derecha, a mi izquierda, la gente corre como si ahora sí que se fuera a acabar el mundo, pero lo único que se nos acaba es el maldito dinero. El barrio que crece a la sombra de la Fe semiabandonada huele a sardinas asadas y a colonia de Playboy. La banda sonora de este paisanaje enloquecido son las sirenas de las ambulancias que hoy suenan a todas horas mientras yo sueño con llegar a casa de una vez. Y mientras camino entre familias que parecen huir de algún siniestro total, pienso que ojalá existieran realmente los Reyes magos. Pero no. Los Reyes Magos no existen, ni el gordinflón de Papa Noel, ni Santa Claus, ni los pajes de Oriente, ni la mula, ni el buey, ni el limbo, ni el infierno, ni el ratoncito Perez, ni la cigüeña que traía los niños de Paris, ni Winie de Poo, ni las cosas buenas, bonitas y baratas a un tiempo, ni el regalo ideal, ni los bancos buenos, ni los políticos honestos...
Cuando llego a casa y me quito por fín los malditos zapatos torturadores de cansados pies, me pregunto de qué forma puede funcionar una sociedad cuya cultura se ha construido sobre mentiras, muchas mentiras, quizás tantas que no me atrevo ni a imaginar las que todavía no hemos descubierto. 
Queridos Reyes magos, si de verdad andáis por ahí perdidos entre la ardiente arena del desierto y la locura que desprende hoy la ciudad, este año que he sido buena, sólo os pido una cosa: unos zapatos cómodos que me ayuden a seguir andando por este camino pedregoso que, después de todo, es la vida. 

4 comentarios:

  1. Yo no sé si existen los Reyes Magos. ¿Por qué no? ¿Quién sabe?
    Pero sé que existes tú y que yo necesito que sigas existiendo, que sigas escribiendo.
    Voy a citar a Aurelia: "No desesperes jamás, y aunque desesperes, sigue trabajando".
    ¡Ah! Y como has sido buena espero que te traigan unos buenos zapatos.

    ResponderEliminar
  2. Fiel reflejo. Me pregunto si todas esas "mentiras" se habrán inventado para aliviar ese camino pedregoso.

    ResponderEliminar
  3. Cómo duele ver la realidad reconociendo las mentiras que hay en ella. Es valiente y casi imposible no dejarse arrollar por ellas, por eso necesitamos en algún momento un poco de anestesia, un poco de magia por favor.

    Seguro que algún rey mago se acordará de tus zapatos para bailar un buen zapateao. La pataleta por lo menos que no nos la quite nadie.

    Besotes.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Un poco de magia para seguir andando el camino. Un sentido del humor que nos permita reirnos de nosotros mismos, una esperanza enfermiza, una utopía que nos anime a seguir batallando, un reto (levantarse cada día), un sueño; vivir.

      Eliminar