sábado, 11 de julio de 2020

Los pendientes de perlas.

Pendientes de perlas barrocas de agua dulce Natural GLSEEVO para ...


Su primer libro había sido un éxito. Un éxito inesperado para ella misma, pero no para su editor que había visto muchas posibilidades en aquella escritora de mediana edad que no fumaba, bebía cerveza sin alcohol y, para relajarse, hacía punto de cruz. Pero con el segundo libro todo estaba siendo distinto. Debía entregarlo a finales de junio y a principios de marzo apenas había escrito unas cincuenta páginas. Mas de una vez había entrado en pánico. Los personajes no acababan de convencerle e incluso uno de ellos, el policía sabelotodo, la sacaba un poco de quicio. Apagó el ordenador cuando sonó el teléfono. Era su madre. 

 —¿Cómo va el libro, hija?
—Despacio y  mareado, mamá. No consigo encauzarlo, no logro darle la chispa que tenía el primero.
—¡Vaya! — exclamó la madre con pesadumbre—. Cógete unos días de descanso. No escribas. Igual tus musas necesitan unas vacaciones.
—Mamá, lo de las musas es un cuento chino. Hay que trabajar y trabajar... La editorial me ha puesto un plazo. 
—Entonces, ¿no podrás venir el domingo?
—Imposible del todo. En cuanto me aclare con esto y pueda escribir unas cincuenta páginas más, voy.
—Pues cuando vengas tráeme los pendientes de perlas. Están en el primer cajón de mi tocador. Vamos a celebrar el cumpleaños de Consuelo. Cumple 99 y está como una rosa.
—¡Qué suerte! No te preocupes. Te llevaré los pendientes. 
—De acuerdo. Te dejo que me llaman para comer.
Carmen colgó la llamada y se recostó sobre la silla. Quizás su madre tuviera razón. Ella había empezado a escribir diez años atrás, para que fuera un placer, una amable distracción, no para que acabara convirtiéndose en una tortura. Miró por la ventana. La luz de la cercana primavera entraba descaradamente a través de los cristales. En el parque corrían los niños y algunos ancianos jugaban a la petanca. Volvió a abrir el ordenador. ¿Y si mataba al policía que la ponía de los nervios? Un resbalón en la ducha, un tiro en la nuca, cualquier cosa. Después de todo se trataba de una novela negra. "Cuantos más muertos, mejor"— pensó mientras esbozaba una sonrisa traviesa. Aquella noche, por fin, pudo escribir las mil quinientas palabras que se había propuesto, y eso le hizo sentir un poco más relajada. 
A eso de las nueve se preparó un sandwich y puso la televisión. El locutor del telediario decía que en China las cosas no andaban nada bien. Aquel nuevo y extraño virus estaba haciendo de las suyas entre la población. "Bueno—pensó distraída—, aquí no va a llegar. Y decidió que al día siguiente, en las próximas mil palabras, se cargaría de la forma que fuese al policía insolente. Incluso podía tratarse de un error. El narco gallego podría confundirle con uno de los otros, con uno de los policías leales e íntegros. En la oscuridad todos los gatos son pardos y uno ya no sabe ni a quien mata. 
El teléfono sonó pasadas las once de la mañana. Había dormido mal y le dolía la cabeza. Miró el número. Era Rosa, una de sus amigas. 
—¡Hola guapa! —exclamó a voz en grito—. ¿Cómo va tu libro?
—Despacio, y voy mal de tiempo. ¿Qué haces tú?
—Desayunando en la playa, con mi chico. Se está de lujo. ¿Vas a venir a la manifestación esta tarde?
—Imposible. Tengo que ir a ver a mi madre a la residencia, y aún tengo que escribir las mil palabras diarias.
—¡Vaya! ¿Cuántas llevas hoy?
—Ciento veintidós.
—No es mucho.
—No es nada. Perdona, me suena el fijo. Te dejo.
No, no sonaba el fijo, ni el timbre de la puerta, ni el móvil que tenía para temas profesionales. No sonaba ni la música que solía poner su vecina adolescente a todo trapo. Abrió el ordenador. El editor le había sugerido que tenía que meter alguna palabra soez y alguna escena subidita de tono. "Es lo que se lleva —le había dicho—, lo que el público quiere. Y si puedes incluir algo de violencia y sangre, mejor"—había acabado afirmando. 
Y lo haría. No había otra.  Comenzó a imaginar una escena turbulenta, en un paraje solitario, a las afueras de la ciudad industrial, sobre un colchón abandonado y sucio. Volvió a sonar el teléfono. Era su madre. 
—Hija, ¿vienes hoy por fin?
Y tras unos segundos de duda, Carmen le dijo que no, que había una manifestación muy importante y la ciudad estaba cerrada al tráfico, que era una locura coger el coche en un día como aquel. 
—No te preocupes, hija. Ya vendrás otra semana. Y acuérdate de los pendientes. 
—Claro, mamá. Un beso. 
Y volvió al ordenador, a sus líneas, donde la esperaban pacientemente un narcotraficante enamorado y un colchón maloliente.

Mediados de marzo. El aire olía bien, como a colonia de bebé. Carmen dejó caer las manos sobre el teclado del ordenador y respiró hondo. La historia ya estaba encarrilada. Al personaje indeseable se lo había cargado el primo del narco por error; la historia de amor continuaba a buen ritmo entre sirenas de coches de policías, chivatazos y traiciones. Le había enviado unas cuantas páginas a su editor y éste había contestado entusiasmado. Le dijo que aquella novela sería un gran éxito y que recibiría las mejores críticas. Nada más colgar, Carmen se preguntó si a pesar de todos esos buenos augurios,  era esa la novela que ella había querido escribir. Y prefirió no contestarse. Estaba triste. Dos días atrás el Gobierno había decretado el estado de alarma y el obligado confinamiento, y eso le impedía ir a ver a su madre. Se reprochó haberlo pospuesto tantas veces y se prometió a sí misma que en cuanto todo pasase, iría a verla y le llevaría los pendientes de perlas. Y pasaron los días, todos iguales, tanto que empezaban a confundirse en su memoria. En la residencia donde vivía su madre los ancianos morían como moscas atrapadas en una tela de araña. Ella tuvo que hacer un esfuerzo para que su novela no se volviera aún más siniestra de loo que ya era. Su editor le daba ánimos. "No te preocupes—le decía—. Esto es como una gripe, que los políticos lo exageran todo para tenernos más controlados". Pero Carmen adivinó entre líneas que a él solo le importaba que la novela avanzase y poder sacarla al mercado en cuanto se llegase a la tan cacareada nueva normalidad. 

Aquel dos de abril se había despertado muy pronto. Hacía un día insolentemente espléndido. Puso la lavadora y unas cuantas verduras en el horno. Dejaría trabajar a los electrodomésticos mientras ella seguía escribiendo. Se asomó a la ventana. Vaya, su vecina, la rara, parecía haber adoptado a una gaviota. No sabía lo que hacía. Sonrió. Ese día tenía que hacerle frente al crimen más truculento de su novela. Se esmeraría. "El público quiere sangre,      cuanta más mejor", le había dicho su editor. Sería cruel, incluso un poco sádica. Además, el protagonista... Sonó el teléfono. Apenas eran las nueve de la mañana. ¿Quién podía llamar a aquellas horas? Miró el número antes de coger el teléfono. Era de la residencia. Seguramente era su madre reclamándole de nuevo sus pendientes de perlas. Se equivocó. Era la directora. 
—Carmen... —su voz sonaba extrañamente dulce—. Siento comunicarte que tu madre ha fallecido de madrugada. Lo lamento mu...
El teléfono cayó de sus manos y se hizo en mil pedazos. Su corazón también. 

18 comentarios:

  1. Estoy todos los días esperando el nuevo relato.
    No me defraudas nunca. Lo malo es que me dejas siempre con el corazón encogido.
    Si se me rompe, como a Carmen, te pongo una reclamación.
    Magnífico.
    Elías.

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    1. Hola Elías. Sin duda, eres mi más fiel lector. Gracias. Solo queda un relato del confinamiento. Después emprenderemos nuevos caminos literarios.Siento lo del corazón encogido. Hay tantas historias terribles detrás de esta pandemia... Gracias por comentar.

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  2. Como la vida misma es el final de tu relato. Un relato como un diario, un relato de costumbres muy bien escrito., Abrazos

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    1. Hola Ester. Por desgracia, es la como la vida misma. Yo no puedo ni imaginar cómo debe ser el dolor de no poder acompañar a tus padres en su partida final. Yo estuve con ellos hasta el último suspiro. Y eso que la agonía de mi madre duró doce interminables horas. Afortunadamente, la morfina la alejó de cualquier sufrimiento. Gracias por comentar.

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  3. una historia sobre un pedazo de nuestro tiempo que no nos gustaría repetir jamás.

    En cuanto al cómo está escrito, magníficamente Amparo haces que mantengamos el interés y la curiosidad por llegar al desenlace.

    Podría ser quizás el comienzo de un nuevo libro, sobre un paréntesis de nuestro tiempo que ha provocado en algunos, una verdadera catarsis.

    Un abrazo. Marinela

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    1. Hola Marinela. Qué alegría verte por mi jardín de jazmines abandinados. Me lees con buenos ojos. Me alegra que te haya gustado. Un abrazo.

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  4. Como siempre los personajes de tus relatos cobran vida al leerlos.
    Este es un relato de los tiempos perdidos, de las preferencias equivocadas y de realidades que se imponen. Enhorabuena.
    Un abrazo. Laura

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    1. Gracias Laura. Comi bien dices, hay que tener muy claras las prioridades, pero a ve es la vida nos lleva co.o elefante por cacharreria. Y asi lo vamos destrozando todo en arass de unas urgencias que a vec es nos creamos nosotros mismos. Gracias por tu comentario. Quiero leer tu novela en valenciano.

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  5. Que bien llevado y que acertado, como siempre. Con que naturalidad plasmas una historia como la que habrán vivido tantos.

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    1. Hola. Hay miles de historias detras de esta pandemia. De hecho, todos tenemos una historia que contar.Gracias por leerme y por comentar.

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  6. La cruda realidad es más dura que esos asesinatos imaginados.

    Besos.

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    1. Desde luego, Alfred. La dureza de la vida cotidiana en estos meses de pandemia supera cualquier crimen ficticio, por truculento que sea.Gracias por leerme y por comentar. Un abrazo.

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  7. Intenso relato muy bien desarrollado y escrito. ¡Enhorabuena! Saludos

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    1. Hola Antorelo. Muchas gracias. Hay que tener claras las prioridades Gracias por tu comentario.

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  8. Desde luego hay que reconocer que cuando llegas al final de la historia sientes la desazón de la protagonista.
    Una historia realista, sentimental y con empatía.
    Un saludo

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    1. Hola Jesús. Supongo que, por desgracia, es la historia que han vivido muchas personas.Esta pandemia está dejando muchos corazones rotos. Saludos.

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  9. Suele suceder que le damos poca importancia a lo verdaderamente importante... y demasiado tarde lo entendemos.

    Un abrazo.

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  10. Acertado el ritmo de trama, muy bien llevada, así como el sube y baja de las prisas y reflexiones de la protagonista, ¡tan naturalmente perfilada! Deja un sabor tan citadino y rutinario como la vida misma que, al fin y al cabo, es nada más que "aquello que sucede mientras hacemos otros planes". Me ha gustado mucho.

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