domingo, 9 de junio de 2019

Del abandono


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Tengo una tendencia cada vez mayor hacia las cosas abandonadas: casas, objetos, personas, animales... No sé si todo proviene del significado de mi nombre —Desamparados—, o tendrá otro ignoto origen. Pero me atrae sobremanera todo aquello que ha sido dejado de la mano de Dios. olvidado, ninguneado, en una palabra, o en varias, todo lo que ha sido dejado de amar.
Mirad a los ojos de un animal abandonado, de un anciano a quien nadie va a ver. Asomaos a las ventanas desvencijadas de una casa que fue mansión y ahora es solo un amasijo de ruinas. Coged en vuestros brazos una muñeca rota. Observad de cerca los tallos marchitos de una maceta que ya nadie riega.
Todas esas personas, todas esas cosas, no solo transmiten una profunda sensación de tristeza, sino algo más, algo que va más allá, algo que se manifiesta por generación espontánea, algo que se percibe claramente: desamor.
Porque todo lo que se abandona alguna vez fue un sueño, un proyecto, una ilusión que desafió todas las adversidades, todos los inconvenientes. Es ese cachorro que un día llegó a casa con los ojos brillantes y meneando la cola; son esos padres que se desvivían por sus hijos; es esa caseta entre almendros y olivos que se construyó con tanto esfuerzo como empeño; es la dulce muñeca del vestido azul que llegó a casa una navidad; es la planta florecida que ocupaba el mejor lugar del salón. 
Pero un día nos cansamos, nos desenamoramos, la ilusión se fue como se va la niebla nocturna a la salida del sol. Quizás vinieron nuevos proyectos a sustituir a los viejos. Quizás el cachorro destrozó el sofá y acabó en la perrera. El padre, o la madre, se orinaban encima y se volvieron agresivos y acabaron en la residencia. Y después la frase: ¿Para que vamos a ir a verle si no se entera de nada? Y la caseta que se cae a pedazos entre olivos y almendros. Y la frase: Es que los hijos ya no quieren ir. La dueña de la muñeca del vestido azul creció rápido y es más que probable que juegue ahora a cosas más peligrosas. ¿Y la planta? Pues la frase: No tengo tiempo ni de regarla y en ikea venden unas artificiales que parecen de verdad. 
Pero no son de verdad. No crecen, no florecen, no sacan nuevos tallos. Y los peluches no ladran, no te comen a besos con la mirada. Y las fotos de los padres, aún en marcos de plata, no sienten las caricias. Y los "juguetes nuevos" a veces traen malas consecuencias. 
Y así, las personas, los animales y las cosas van sufriendo los efectos del desamor y se van degradando, destrozando, hasta hacerse cada vez más indeseables, más incómodos. Y es entonces cuando el lazo afectivo que en algún momento nos unió a ellos, se rompe para siempre. 

10 comentarios:

  1. De entrada me gustan las cosas que hay por casa, les tomo cariño y cuanto mas viejas mas las cuido, pero tu aun le pones interés a todo lo viejo y caduco. Para reflexionar. Abrazos

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    1. Ester, qué alegría verte por aquí. Muchas gracias por tu comentario. Nos leemos.

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  2. Quienes nos negamos a dejarnos arrastrar por prisas e indiferencia ¡somos la resistencia de la ternura y de la memoria del alma! Un abrazo de más de seis segundos ��

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    1. Igualmente Roxelana siempre he creído que las cosas tienen una especie de alma que responde a nuestros cuidados. Gracias por comentar.

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  3. Yo suelo ser muy conservadora, pero cada vez me doy más cuenta que cada vez necesito menos cosas pues tengo menos ganas de sacrificarme y pienso que es verdad que nos hacemos egoistas pero la vida es dura,y tampoco se puede vivir conservando todo...pero lo que si que no consiento,ni veo bien es que se aparque a un lado a los seres humanos (que no se tenga sentimientos)ni a los animales. No entra en mi cabeza....la verdad es que tenemos que reflexionar y pensar que no nos gustaría a nadie que nos aparcaran como un trasto viejo...

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    1. Hola Ampa. Me encanta tu comentario. Todo, hasta lo más minúsculo z tiene alma.

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  4. Yo pienso que no hay cosas o personas viejas, sino faltas de amor. Un anciano que se siente querido tiene ilusiones, se siente util, vivo, joven.
    Las cosas abandonadas, a las que nadie quiere pasan a ser trastos viejos.
    Yo odio los trastos, creo que las cosas que no queremos se merecen una segunda oportunidad, si puedo las renuevo y sino las doy, porque lo que para unos es un cachivache para otros puede ser una cosa hermosa.
    Yo cuando sea más vieja me niego a ser un trasto....seré una señora vintage.

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  5. Ya ya. Ya hablaremos algún día de los elefantes abandonados. Por cierto, es una elefanta o eso creo. Ya te diré por qué.

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  6. Que triste, Amparo, leerte me ha contagiado una desolación muy extraña, que feo es el abandono, lo que degrada la soledad y la indiferencia, que dura es la vida, y que cierto todo lo qee relatas con esa sensibilidad especial.

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    1. Hola Ana. Todo lo abandonado fue amado. Y eso es lo que duele, lo que transmite cualquier abandono. Muchas gracias por tu conentario.

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