martes, 17 de noviembre de 2015

La partida de cartas (I parte).



La abuela vivía en un chalet solariego a las afueras de una ciudad provinciana. Lo había heredado de su padre, y éste a su vez del suyo, El chalet estaba rodado de una verja de hierro forjado que no conseguía ocultar un jardín tan grande como abandonado a su suerte. 
Todos los sábados por la noche, su nieto Juan se quedaba en la casa para hacerle compañía. La cuidadora habitual, Gilda, una joven boliviana, libraba y pasaba fuera de la casa todo el fin de semana.
 Juan llegaba sobre las nueve de la noche, le preparaba la cena a su abuela, veía las noticias con ella y la ayudaba a acostarse. Cuando se quedaba dormida, él encendía la televisión o comenzaba a navegar con el móvil hasta quedarse dormido en el sofá, frente al fuego en brasas de la chimenea. Fuera, en el jardín, solía escuchar extraños ruidos que era mejor no saber de dónde procedían.
Un día, la anciana le dijo a su nieto que si se aburría podía traer a sus amigos, siempre que no armaran mucho jaleo. El al principio denegó la invitación, pero luego se lo pensó con calma. ¿Por qué no trasladar la partida de los jueves al sábado? ¿Por qué no cambiar el gélido garaje del Josema por la calidez del chalet de la abuela?
Lo comentó con los amigos en la primera partida del jueves. Era una noche húmeda y una leve neblina besaba el asfalto hasta humedecerlo. Siempre hacía frío en aquel garaje situado en la planta baja de un edificio de los años cincuenta. Los amigos no estaban por la labor pero Juan insistió.
- Tendremos chimenea, alfombra persa y pastas de te- aseguró-.
- Y un anisete - contestó riendo el Sebas- Sólo nos falta rezar el rosario después de la partida.
Juan era terco como una mula.
- Venga, y me hacéis un favor. La casa de mi abuela no tiene comparación con esta mierda de garaje.
Los amigos guardaban silencio esperando que fuera otro el que dijera la primera palabra.
- Y la bebida la pago yo.
Era su última carta.
- Haber empezado por ahí, cabrón - exclamó Suso-. El sábado en el chalet de la abuela. Aquella noche de sábado hacía un viento furioso que barría las hojas caídas de principios de otoño. Pasadas las diez, Juan escuchó el sonido de los pasos de sus amigos sobre la gravilla y fue a abrir. Sebas, Suso y el Josema permanecieron un instante en el vestíbulo, mirando hacia todas partes, como si de repente se hubieran visto inmersos en un sueño inesperado. 

- Joder, qué mansión, Juan. ¿Y tu abuela? - preguntó Sebas sin sacar las manos de los bolsillos.
- Duerme ya, así que no podemos armar jaleo. El que levante la voz se va a ir con el enano del jardín- sentenció-, y no puedo aseguraros que se esconde entre tanta maleza.
- Hemos traído leña - afirmó Suso con una frágil sonrisa en los labios.
- Bueno, hemos robado unos basquets de la frutería - aclaró Josema-, pero es por una buena causa.
Nada más cerrar la puerta pareció que la noche desapacible nunca hubiera existido.  Encendieron el fuego y las dos infames lámparas de pie que había a ambos lados del viejo aparador. Fuera comenzó a llover, al principio con suavidad; luego, intensamente.
-¡Ful de tréboles!- exclamó Juan poniendo las cartas sobre la mesa.
La lluvia arreciaba y salpicaba los cristales medio ocultos por gruesas cortinas de terciopelo. 
- Debe ser la gota fría. Joder, como llueve - susurró Sebas mientras se levantaba a azuzar el fuego-.
En ese momento, un sonido, como un largo quejido, se escuchó desde el jardín.
- ¿Habéis oído eso? - inquirió Suso-.
- Será la abuela que sueña en voz alta - sugirió Josema-. Sube a ver, Juan.
- No - repuso éste-. Yo creo que el sonido viene de fuera.
- Pues parecía un lobo.
- ¿Cómo va a ser un lobo, gilipón? - se indignó Suso-.
El sonido llegó de nuevo. Era como un lamento continuado. Sonaba muy cerca.
- Es un gato, creo. Ve a ver.
Juan se levantó con desgana, salió del salón, atravesó el vestíbulo y abrió la puerta que daba al pequeño porche que precedía al jardín.
- ¡Es un gato!- exclamó. Negro como un tizón.
- Déjale entrar. Esta diluviando.
- A mi abuela no le gustan los gatos. Dice que dan mal fario.
- Supercherías - exclamó Suso-. Deja entrar al minino antes de que palme.
Un minuto después, un gato negro y tembloroso cruzaba el salón en dirección al fuego y comenzaba a acicalarse.
- Pobre animal - se compadeció Josema-. Tendríamos que escurrirlo. Venga, que siga el juego.
 (Continuará).

21 comentarios:

  1. Bueno, habrá que esperar al final para opinar, pero esto pinta bien.
    Además ya estoy pensando por dónde saldrás esta vez, cuál será la sorpresa.

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    1. Ja, ja. No es mucha sorpresa. En un par de días saco la segunda parte.

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  2. Por ahora todo va bien, y ¿por que tendría que ir mal? abrazos

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    1. Ya veremos la segunda parte. Aún está hilvanada. Un abrazo.

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  3. Un cuento por entregas! En vilo nos tienes!
    Besos

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    1. Gracias Mar. A ver si el viernes publico la segunda parte antes de que olvidéis la primera.

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  4. Tendrá un final inesperado, je,je.
    Interesante.

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    1. Ja, ja. esperáis más de mí que yo misma. Espero que te guste el final.

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  5. Hostiaaaaaa, esto pinta a terror eh....

    A ver que tal va.

    Besos.

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    1. Pues a mí tu amigo Justi me da más miedo. Terror no, sólo una leve inquietud. Abrazos.

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  6. Como siempre pasa con lo que se disfruta, tus escritos se hacen cortísimos.
    Estaremos atentos a la siguiente entrega, esperando que no se demore demasiado.

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    1. Gracias Paco. Pues lo he puesto en dos partes para que no se os haga pesado. espero que la segunda parte no defraude.

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  7. Lo que he leído ha sido muy entretenido, y como ya sé que eres famosa por tus giros me temo que la tranquila noche de juegos se va a tornar rápidamente, la llegada de ese gato puede que sea el desencadenante de algo misterioso...
    Ya lo comprobaré en la segunda parte.
    Un abrazo Amparo
    :D

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    1. Tanto como famosa por mis giros... Gracias. iQuién sabe qué puede pasar en una noche lluviosa... A ver si mañana viernes la publico. Abrazos.

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    1. Son mi debilidad, lo reconozco. Podría escribir miles de historias sobre ellos. pero entonces os aburriríais.

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  9. Mansión, noche lluviosa y gato negro, huy, huy, y nos dejas así.
    Esto roza la crueldad, jejeje.

    Espero impaciente la continuación, señora cuentista.

    Besos

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    1. La verdad es que los ingredientes están servidos, y eso que los gatos negros suelen ser muy cariñosos. Mañana, el final. Un abrazo.

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  10. De ese jardín no puede salir nada dentro de lo común... habrá que ver qué misterio tiene.

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    1. La vida está llena de misterios, Ehse, auténticos misterios.

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  11. Hola: te visito por segunda vez y me quedo igual de satisfecha que la primera. Además: no me queda otra que seguirte la pista, porque tu cuento me ha enganchado. Me gusta cómo escribes y la intriga con que lo haces.
    Así que saludos y un gran abrazo.
    Carol

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