Se sentó en la cama despacio, observando la luz que entraba por la ventana en aquel atardecer dorado. Demasiada luz para sus ojos claros. Deslizó su mano sobre las sábanas blancas. Se quitó los zapatos lentamente y los dejó junto a la cama. Después comenzó a descordarse el camisón, como si cada botón requiriese un esfuerzo de voluntad. Echó los brazos hacia atrás y se desabrochó el sujetador, blanco, de algodón y tira bordaba. Estaba nerviosa, muy nerviosa. Al cabo de un momento escucharía sus pasos, sentiría la mirada de él sobre su cuerpo.
Le faltaba la respiración cuando la puerta por fin se abrió. El hombre se sentó junto a ella y sonrió. Ella le interrogó con la mirada sintiendo que su corazón latía cada vez más fuerte. La cogió de la mano.
- Los análisis han salido perfectos - dijo él-, sobre todo teniendo en cuenta que ya ha cumplido usted los noventa.
A las cinco de la tarde le dieron el alta.
Una expresión muy descriptiva, "descordarse el camisón". No la había oído nunca.
ResponderEliminarPero lo peor de todo es que es una faena. Una inmensa faena. Eso no se hace.
Estar con el alma en vilo, para al final.
Al final tirarla a la calle, a las cinco de la tarde. Con todo el sol. Sin tener en cuenta lo malo que es eso para unos ojos claros.
Tatatachán, la sorpresa final que no falte.
Ja, ja. Estoy segura de que la gente pensará en un relato erótico-festivo pero ya ves que no. Me gustan las sorpresas finales, ya lo sabes.
EliminarJajajja, que mala por Dios...
ResponderEliminarBesos.
¿Qué esperabas? ¿Unas vulgares sombras de grey? Ja, ja, ja.
EliminarFenomenal, Amparo.
ResponderEliminarCuánto nos has hecho imaginar en unas pocas líneas; la sonrisa posterior que provoca el cambio en la trama, y la multitud de interrogantes que nos deja la historia.
Encantado de leerte. Una vez más.
Realmente, la historia que escribo es la que vosotros imagináis. Es que sois unos pillos. Gracias por tu comentario.
EliminarLa señora se quedó con las ganas y al lector le brotó la sonrisa en sus labios.- Buen relato, Amparo.- Un abrazo
ResponderEliminarA saber lo que estaba pensando el lector. Me alegro por esa sonrisa. Abrazos.
EliminarMenudo giro mas inesperado, jeje, eres genial con las sorpresas, con este relato me has sacado una sonrisa.
ResponderEliminar:D Saludos Amparo
Hola Ana. Ya veo que todos estábais por el camino de lo erótico-festivo. Me alegro por esa sonrisa. Pero ¿cómo saldría la señora del hospital? Saludos.
EliminarEres una ilusionista, juegas con nosotros como un presdigitador.
ResponderEliminarYa puestos a imaginar con la inercia que había cogido, esa señora de avanzada edad debe estar aún estupenda en todos los sentidos.
Besos pillines.
Me gustaría saber qué historias os estábais montando cada uno en vuestras cabecitas. Podrías escribir un final alternativo.
EliminarA los noventa no está uno para esas inquietudes... Abrazos
ResponderEliminarJa, ja. Si la pobre mujer sólo estaba esperando ansiosamente los resultados de los análisis. Y no te creas, mi madre murió con 92 y sabía reconocer a un hombre guapo.
EliminarJa,ja, una historia que se repite a diario en cualquier centro sanitario tú lo has convertido en un interesante relato con un toque erótico misterioso.
ResponderEliminarMuy bueno, me has hecho sonreír.
Aplaudo todas esas sonrisas picaronas. Siempre hay una edad para la coquetería y el misterio.
EliminarInteresante y sobretodo emocionante. Tiene todo lo necesario para ser el buen relato corto que es :)
ResponderEliminarGracias Roland. A veces las cosas no son lo que parecen ¿verdad?
EliminarPues desabrocharse el sujetador con las manos en la espalda tiene mérito y no te digo nada con noventa añitos...
ResponderEliminarMuy buen texto, me ha gustado mucho porque es intenso y dinámico.
Un abrazo.
Gracias Raquel. Yo no tengo noventa años, pero el año pasado me disloqué el codo desabrochándome el sujetador. Me alegro que te haya gustado. La gente se ha montado historias paralelas más... festivas.
EliminarSensacional.
ResponderEliminarMe encanto... y el sujetador?...tu sabes..
Un abrazo
Ja, ja. Con el giro final la historia se ha vuelto muy pudorosa ¿verdad? Gracias por tu comentario.
EliminarQué bárbaro, que síntesis y cómo mostrás en tanta brevedad tanto significado. Aún a los noventa, como esa anciana. Hay además una deliciosa ambigüedad en este perfecto relato que nos deja pensando si la nonagenaria estaría enamorada del médico o de una vida que corría el peligro de perder si los análisis eran adversos. Gran relato.
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