lunes, 20 de mayo de 2013

Monstruos de la noche



La primavera estaba haciendo de nuevo de las suyas. Enloquecida por completo, igual llovía que salia el sol, que movía un aire huracanado. Aquella tarde de viernes había sobrevenido una tormenta repentina y me había calado hasta los huesos. Cuando llegué a casa me cambié de arriba a abajo y me tiré sobre el sofá como si acabaran de clavarme un cuchillo en la espalda. 
Después de una semana que había resultado ser agotadora, merecía tener una noche de viernes tranquila y feliz,  o al menos, tranquila. 
Cené con mis hijos, vi un rato la televisión y me fui a dormir. Dejé la ventana entreabierta para que entrara por ella el aire perfumado de mayo. Unos segundos después sentí que alguien saltaba sobre mi cama, como todas las noches, y se acercaba a olisquearme la cara.
- Déjame Tito.
El gato se alejó pateándome todo el cuerpo y buscó cobijo en la curva de mis piernas. En la oscuridad noté como se enroscaba y se disponía a dormir. Yo también.
En la calle, una pandilla de canis alborotaba el silencio, Las sábanas estaban frescas y yo las acaricié con mis pies juanetones y cansados. Me complací pensando que el sábado no tenía que madrugar, así que puse la alarma del móvil a las nueve y media, que tampoco era cuestión de perder una mañana que presentía soleada. 
Y fue entonces, en ese preciso momento de justo y merecido descanso, cuando pude escucharle. No, por Dios - pensé aterrorizada- y di manotazos en el aire para quitármelo de encima. Aquel monstruo de la naturaleza, criatura vampírica surgida de las profundidades de las cloacas, no iba a jo... fastidiarme la noche. Encendí la luz precipitadamente. No vi nada. En ocasiones, la maldad es invisible o quizás se mimetiza con el caótico entorno. 
Mientras tanto, mi gato, Tito, me miraba espantado como diciendo: ¿Qué coño te pasa ¿Por qué no dormimos?
Apagué la luz de nuevo. Un rayo de luna entraba por la ventana entreabierta creando una penumbra inquietante. No iba a permitir que aquel engendro volviera a abalanzarse sobre mí para chuparme la sangre. Mi sangre es mía -pensé muerta de sueño-, quizás poco edulcorada, posiblemente colestérica, pero mía al fin y al cabo. Y no pensaba compartirla con ningún bicho raro, nacido probablemente de un despiste del Creador. 
Pero allí estaba otra vez, atacando con furia, sediento, anhelante de sangre fresca. Como no tenía otra opción, cogí la manta y salí al comedor para dormir en el sofá. Aquella no estaba siendo la noche feliz y tranquila que yo deseaba. Miré la hora. Eran ya las dos y media y todavía no había conseguido pegar ojo. Tito salió de la habitación y saltó al sofá buscando de nuevo el calor de mi compañía. 
Los párpados me pesaban, todo el cuerpo me pesaba. Cerré los ojos, agotada, pero aquel monstruo hambriento no conocía la saciedad. Esta vez se lanzó contra mi rostro, única parte de mi cuerpo que estaba descubierta. No pude hacer nada para frenar su embestida. 
Desesperada, volví de nuevo a la habitación y cerré la puerta tras de mí. Después, cerré la ventana. Ninguna criatura de la oscuridad iba a seguir perturbando mi sueño. Me tapé hasta las orejas, y al fin, me dormí. 
Es cierto que me encantan los animales, pero se que mi conciencia no se inmutará cuando pueda por fin matar a ese maldito mosquito, o a uno de su familia.

8 comentarios:

  1. No está mal el relato y el desenlace. Pero me queda una duda, ¿a qué hora te dormiste?

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  2. En la noche todo se vuelve gigantesco...Y si es un vampiro como el mosquito, quita hasta el sueño.
    Me gusto el relato, una noche terrorífica...

    Un cálido abrazo

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    1. Gracias Sneyder. Mira que me gustan los animales, pero no soporto a los mosquitos. Sí, fue una noche terrorífica.

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  3. Jajaja, está bien el prosáico final para un relato inquietante. En esta maldita primavera norteña hasta añoro los mosquitos...

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    1. Me dio la noche el mosquito. Me perseguía por toda la casa. De verdad, no los añores.Gracias por tu comentario, sastrecillo.

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  4. ¡No he visto un bicho más insoportable que un mosquito! De noche puede llegar a hacerme enloquecer...

    Y ya puede dar gracias el protagonista de tu relato, ya, que lo has elevado a la categoría de mítico monstruo nocturno y ha quedado además inmortalizado en un estupendo relato.

    Un abrazo y feliz semana.

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    1. Gracias Mercedes. Me encantan los animales, pero algunos insectos me pueden. Y el caso es que no logré encontrarlo, así que está inmortalizado y vivito y coleando. Gracias por tu comentario y feliz semana. Son duros los lunes.

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